EL PAíS › MARTA RONDOLETTO, DE FAMILIARES DE DESAPARECIDOS DE TUCUMAN
Impresiones sobre la declaración del dictador y sobre la sociedad tucumana, que lo votó como su gobernador, frente al juicio. “Se autocompadece cuando habla de sí y es cruel con los otros”.
› Por Laura Vales
Desde Tucumán
En esta misma casa, en noviembre de 1976 un grupo de tareas secuestró a seis integrantes de la familia Rondoletto: los padres, Pedro y María, los hijos, Silvia y Jorge, y Azucena, la mujer de Jorge, que estaba embarazada de cinco meses. Marta Rondoletto fue la única que se salvó; tenía 28 años, era dirigente del gremio de prensa. Los vecinos le contaron que los represores habían llegado buscándola. Marta es integrante de la Asociación de Familiares de Desaparecidos de Tucumán, y desde 1984 ha trabajado en la recolección de pruebas sobre la represión y su responsable en la provincia, Antonio Domingo Bussi. Escuchar la declaración que el viernes hizo en el juicio oral, dice, “fue escuchar de boca de un genocida todo eso que tuvimos que ir armando durante años con los relatos de los sobrevivientes, con la documentación escrita de los propios militares y literatura sobre las prácticas de represión en otros países. Confirmó con una impudicia total eso que habíamos ido armando como un rompecabezas”.
–¿Fue importante su declaración desde el punto vista legal?
–Absolutamente, porque ya no somos nosotros los que estamos aportando, “esto es lo que dice fulanito”, “esto lo reconstruimos por el sobreviviente tal o porque otro recuerda”... todos los requerimientos legales contra él han sido construidos sumando montones de citas, citas de teóricos del derecho militar, lleno de citas teóricas.
–Y ahora dijo “lo hice así”.
–Y además dijo “yo tenía la suma del poder”. A eso se agrega lo de (Luciano Benjamín) Menéndez: “asumo todo lo que hicieron mis subordinados”, entre los que está incluido, por supuesto, Bussi.
–¿Bussi aportó algún dato que ustedes no conocieran?
–Me llamó la atención lo que dijo al referirse a la gente que secuestraron el 24 de marzo: “Yo tenía la lista desde febrero de a quiénes teníamos que detener y cómo detenerlos”. Bussi nos detalló hasta qué punto hubo una planificación. Se demuestra además que el Operativo Independencia sirvió como un ensayo para esta planificación que hicieron en el golpe. Otra cosa que sabíamos es cómo uno de los objetivos era denigrar a la persona, convertirla en nada. Y si hubo algo impactante en la audiencia fue que ésa fue la estrategia que él desplegó al hablar de su víctima, (Guillermo) Vargas Aignasse. La forma en que dijo “Vargas Aignasss”, como lo pronuncia él, “era un perejil y un buchón, y tooodos en (la cárcel de) Villa Urquiza lo sabían”... Vimos cómo funcionaba esa cosa clave de la represión, porque él estaba categorizando a Vargas Aignasse, pero también estaba hablándoles a sus familiares, que estaban en la sala. Eso nos mostró una característica clave de la represión, la forma en que eran conducidas y tratadas las víctimas y sus familias.
–¿Cómo es el clima social en Tucumán? Da la impresión de que todos tienen una víctima cecercana, pero que todos tienen también cerca a un represor.
–Sí... no sé si un represor activo, pero sí en las familias están las dos cuestiones, sobre todo acá en la capital. Si no son represores, son personas que desde el punto de vista ideológico están de acuerdo con Bussi. Y no es que coinciden con los militares: coinciden con Bussi, y el juicio lo ha exacerbado. Ha vuelto a aparecer, circula por la calle, habla y se ve.
–¿Un gusto por las jerarquías?
–Sobre todo por el orden que se supone él impone; muchos lo siguen viendo como el único que va a castigar a los corruptos. Y si bien es cierto que en la primera elección en la que se presenta consigue 90 mil votos, va aumentando hasta llegar a los 250 mil que lo hacen gobernador, y después baja a 90 mil, es todo un dato que sus hijos en las últimas elecciones hayan sacaron 31 mil votos.
–¿Esto explica que recién ahora se lo esté juzgando, y por un solo caso?
–Es un problema generalizado de la Justicia, que necesita hacerse cargo de que aquí hay un paradigma teórico y jurídico que habla de otro tipo de delito. Para que se pruebe el delito se necesita que el tipo diga “yo confieso, yo lo hice” y ponga la firma o alguien diga “yo lo vi”. Pero estamos ante delitos mucho más complejos, delitos para los que no tenemos cuerpos. Por otra parte, a veces hasta los empleados de los juzgados apañan las conductas de los represores, y eso se manifiesta en el cajoneo de expedientes y en la lentitud con que se mueven. No es problema del secretario del juzgado, es problema del pinche. Hemos denunciado a empleados de un juzgado que van a tomar café llevando un expediente contra Bussi con sus abogados, a la vista de todos.
–¿Qué pensó cuando Bussi se puso a llorar?
–Ahhh... ¡otra vez llorando! Ya lloró cuando le hicieron el juicio por las cuentas suizas. Dijo “ni acepto ni niego” tenerlas. ¡Y lloraba! De la misma manera que ahora, pero en un contexto más grotesco, porque ahora se juzgaba una desaparición. Y además, con esa combinación de autocompasión cuando hablaba de sí y crueldad cuando hablaba de los otros.
–¿Cuáles son los próximos juicios contra Bussi?
–El que está más cerca es el fusilamiento de cuatro militantes de Montoneros, y tal vez a fines de este año esté terminada la megacausa de Arsenales (que funcionó no sólo como un centro de detención sino también de exterminio). El expediente agrupa 80 casos, y entre ellos está la desaparición de mis familiares.
–¿Cree que lo van a poder juzgar en sus condiciones de salud?
–Ese va a ser el escollo más concreto que vamos a tener que seguir superando, con hechos reales o no, porque tiene 82 años. Ahora, si sigue con la lucidez que demostró al declarar, no hay razón para que los juicios no continúen.
–¿Qué pasa con los represores que estaban por debajo de él?
–Hay pocos detenidos. Sabemos de algunos que, con pedido de captura, van a cobrar la pensión.
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