Mar 12.08.2008

EL PAíS  › OPINIóN

Porrazo o clima destituyente

› Por Marcelo Justo

Una de las imágenes que dominó al Gobierno y a buena parte de su generación durante la reciente crisis con “el campo” fue la del paro camionero durante el Chile de Salvador Allende. Al igual que el paro agropecuario argentino, el lockout chileno bloqueó las rutas, paralizó el país y, en su caso particular, contribuyó decisivamente a desestabilizar al gobierno socialista y preparar el terreno para la asonada de Augusto Pinochet. ¿Qué otra cosa podía pensar de los cortes de ruta y las amenazas de desabastecimiento en Argentina un gobierno que se define como nacional y popular y reivindica la experiencia de Allende como parte de su bagaje militante? ¿De qué otra manera podía verlo si partía de esta memoria histórica y enfrente tenía una rebelión que apelaba a similares métodos y contaba entre sus artífices a la Sociedad Rural, uno de los principales puntales socioeconómicos de la dictadura de Jorge Rafael Videla? En este sentido, me parece inadecuada la comparación implícita que postuló Ernesto Tenembaum en su nota “Golpe o porrazo” (en PáginaI12, el viernes 8 de agosto) sobre lo sucedido en estos meses y lo que ocurrió con el gobierno de Raúl Alfonsín en 1985. Se puede hablar de un error de caracterización del gobierno de Cristina Kirchner, pero no de mentira deliberada. Es obvio que fue desmesurado equiparar punto por punto dos situaciones históricas diferentes con protagonistas distintos, por más sugestivos que fueran los paralelos entre ambos momentos. Eso no quita las evidentes similitudes. Golpe en sentido clásico no hubo. No creo que nadie imaginara que iban a salir tanques a la calle a voltear al Gobierno, aunque pudo haber alguno que otro exaltado que debe haberlo deseado. Pero sí existió ese clima destituyente por el cual si el Gobierno no hacía lo que querían la Mesa de Enlace y los autoconvocados, el plan era no dejarlo gobernar, creando el máximo caos posible. Las invocaciones a “cerrar el Congreso” de Mario Llambías o la advertencia de la Mesa de Enlace que o se votaba por el no o el conflicto no se arreglaba, es decir, seguían cerrando las rutas, son claras pruebas de que el Gobierno no fue el único que tuvo el fantasma de Allende en la cabeza.

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