EL PAíS
› DENUNCIA POR LA MUERTE DEL
CADETE SEGUNDO CAZANAVE EN LA ESCUELA LEMOS
El Ejército otra vez está bajo sospecha
La madre del cadete que apareció muerto el día que le dieron de baja en la Escuela General Lemos denunció al jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, por su responsabilidad por los malos tratos seguidos de muerte de su hijo. Se podría abrir así un Caso Carrasco II.
› Por Nora Veiras
–Le hacían hacer tantas cosas que las piernas le quedaban temblando, estaba cansadísimo. A veces le dolía feo el cuerpo. Lo “manijeaban” por cualquier cosa. Lo habían agarrado de punto (...) La última vez ni siquiera sabía cómo hacer la cama y yo se la hice. Le dije “vos tenés que hablar que no podés hacer la cama, no escuchás bien, no podés tomar las órdenes porque no escuchás bien y eso es lo que no entienden los aspirantes de tercer año”. El tenía muchos análisis para hacerse, me mostró los papeles: le dije que no le iban a dar la baja porque le iban a ver esos papeles.
–¿Es cierto lo que le dijo a la mamá que a veces le ponían el pie encima?
–Sí, cuando estaba haciendo las flexiones de brazos para que llegue abajo le pusieron el pie en la espalda.
Joaquín Cortez describió de esa forma ante el cura salesiano Miguel Haag cómo es la vida militar en la Escuela de Suboficiales del Ejército General Lemos. El chico al que “agarraron de punto”, Segundo Cazanave, apareció muerto en el departamento que le prestaban el mismo día en que le dieron la baja. Era el amigo de Cortés en el instituto militar de Campo de Mayo. Ayer, la madre, Silvia Pereyra de Cazanave, pidió ante la Justicia que el jefe del Ejército, general Ricardo Brinzoni, y el director de la Escuela Lemos, coronel Ricardo Ernesto Sarobe, entre otros, sean condenados a prisión perpetua por la muerte de su hijo. El delito que le imputan es sometimiento a vejaciones, malos tratos y tormentos seguidos de muerte.
Segundo Cazanave era un estudiante de 21 años, de La Pampa, que en febrero de este año empezó a cursar en la Escuela Lemos. Superó todos los exámenes psico-físicos y era uno de los mejores alumnos hasta que un golpe en la cabeza lo empezó a turbar. “Víctima de una de las deplorables ‘prácticas’, un suboficial gritó que había estallado una granada para que todos los aspirantes, que estaban practicando en el taller mecánico, salieran corriendo y se tiraran al piso, circunstancia en que mi hijo se dio un fuerte topetazo contra otro despavorido aspirante. Se quejó, varias veces, de que el cimbronazo lo había dejado un poco sordo”, cuenta la madre en la querella que presentó ante el juez de instrucción Eduardo Moumdjian, patrocinada por los abogados Mirtha Mántaras y Eduardo Barcesat, en la que pide que la investigación caratulada como “muerte dudosa” pase a la justicia federal teniendo en cuenta que el delito invocado es tortura seguida de muerte.
Después de ese “topetazo”, los estudiantes del tercer año empezaron a aplicar sobre Segundo todos los castigos arbitrarios característicos de la más aberrante tradición castrense. Lo hacían levantar a la madrugada, hacer flexiones, salto de rana, lavar la ropa y hasta le hicieron cargar con la cama de hierro el mismo día en que se iba de baja. Cuando ingresó, Segundo pesaba 67 kilos, era delgado para su altura, 1,82, pero llegó a reducirse a 45 kilos. Para compensar ese deterioro le recetaron sales y anabólicos y al momento de morir pesaba 62 kilos. Según el relato de Joaquín Cortez –el estudiante jujeño que se hizo amigo de Segundo en el batallón–, el chico no daba más y decidió irse de la fuerza a pesar de la frustración de no poder terminar “la carrera militar”. Para Segundo y Joaquín lucir el uniforme era conseguir un medio para el reconocimiento social. Segundo apareció muerto y Joaquín pidió la baja y volvió a Jujuy tres días después de haber detallado cómo los torturaban ante el director de la Escuela Lemos, coronel Sarobe.
El 20 de mayo Segundo Cazanave pidió la baja. Al día siguiente se presentó en el Hospital Militar Campo de Mayo para cumplir con la revisión obligatoria previa a recuperar la condición de civil. La denuncia judicial explica que “en esa revisión presentó un cuadro gravísimo, físico y psíquico, que debió haber determinado su inmediata internación para recuperarlo de la extenuación física y psíquica en la que se encontraba,víctima de los hechos delictivos que deben ser investigados. La mejor prueba de ello lo configuran los medicamentos y análisis que se le recetaron por el médico neurocirujano Daniel Palliano. Sin embargo, quebrantando las disposiciones sobre ingreso y egreso de aspirantes a la carrera de suboficiales, en lugar de internarlo se le ‘autorizó’ la baja, dejándolo librado a su suerte, que es decir a la muerte, por abandono y omisión de asistencia a quien había sido víctima de insoportables tormentos físicos. Ni siquiera se convocó, como es reglamentario hacerlo, a su tutor, Guillermo Pérsico, suboficial retirado de la Marina”.
El cuerpo
El 28 de mayo, el cadáver del cadete apareció tirado sobre el piso, con la cabeza debajo de una mesa de luz, un charco de sangre debajo de su pecho, sin calzoncillos y una estufa volcada. La policía determinó como causa de muerte intoxicación por monóxido de carbono y estableció que el deceso se habría producido entre cinco y siete días antes de haber sido hallado por el tutor Pérsico.
La madre viajó desde Victorica, el pueblo a 150 kilómetros de Santa Rosa, La Pampa, para buscar una explicación. Acompañada por el cura salesiano Miguel Haag, de la escuela Don Bosco donde había estudiado Segundo, consiguió que el coronel Sarobe la recibiera y llamara a Joaquín Cortez para que contara los tormentos a los que los sometían. A partir de ese relato en la Escuela Lemos tuvieron que abrir un sumario interno a cargo del Juzgado de Instrucción Militar Nº 3, secretaría de Instrucción Militar.
La familia pidió un nuevo peritaje del cuerpo. El reconocido perito Mariano Castex fue lapidario al evaluar el resultado de la autopsia que le habían realizado. “Cuesta aceptar que no se hubiera podido determinar el grupo sanguíneo del cadáver y no se hubiera tomado medidas para conocerlo, tampoco se recolectó material para ADN, tampoco muestras en los lechos ungueales”, detalla entre otros olvidos. Finalmente la nueva autopsia demostró que la causa de la muerte no fue la intoxicación por monóxido de carbono sino por “congestión, edema y hemorragia pulmonar”. Un desenlace que podría haber sido provocado por el excesivo esfuerzo físico al que había sido sometido por los aspirantes de los años superiores, con la anuencia de sus jefes, en el instituto militar.
“Tal vez esta vida quitada pueda impedir otras muertes, modificar las prácticas de los bárbaros, humanizar la metodología de las bestias. Ese es mi deseo”, dijo la madre de Segundo y reclamó castigo “para los autores de escritorio y materiales que llevaron a mi hijo a la muerte” y para quienes “urdieron y toleran el barbarismo de las prácticas de tormento del cuerpo y el alma, como los que disponen la ejecución de las vejaciones a conciencia del quiebre de salud y moral que habrán de producir”.
El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, aseguró que se enteró de la muerte del cadete por la prensa, dijo que está a “disposición” del magistrado para “brindarle todos los elementos que estén en nuestro poder”. Sin embargo, de inmediato delineó cuál será el argumento oficial para deslindar responsabilidades: “interviene la Justicia del doctor Moumdjian y no interviene la justicia militar porque este chico no estaba ya en el ámbito del Ejército”, dijo. En rigor no es así porque desde la reforma al Código de Justicia Militar practicada en 1984, los tribunales castrenses no tienen atribuciones sobre los delitos comunes sino que sólo actúan para “mantener el buen servicio y disciplina de las Fuerzas Armadas”.
“Nuestro pueblo ya ha pasado por la experiencia –dolorosa experiencia– del ‘Caso Carrasco’ (N. de R.: El conscripto asesinado en Zapala cuyo homicidio fue encubierto por distintos estamentos del Ejército) que terminó con la servidumbre del servicio militar obligatorio. Pero las perversidades no han concluido. Ni dejan de ser perversidades porque losaspirantes se sometan a un ingreso voluntario”, advierte la denuncia de la madre de Segundo Cazanave.
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