Sáb 05.10.2002

EL PAíS  › PRESTO JURAMENTO EL MINISTRO DE LA PRODUCCION

En la Rosada, entre amigos

Fernández asumió como ministro y Pampuro en la Secretaría General. El Gobierno quiere capitalizar un veranito que cree inminente.

“Hemos pasado lo peor de la crisis, hoy hay una lucecita de esperanza; avivemos esa luz y hagamos una fogarata (sic) grande para que los argentinos podamos recuperar nuestra autoestima.” El discurso con que Eduardo Duhalde cerró la jura de ayer fue así, entre coloquial y esperanzado. Su idea central –la llegada de una segunda etapa del Gobierno– fue la que determinó que sacara del freezer al Ministerio de la Producción. Y una combinación entre su soledad política y su voluntad de capitalizar una reactivación que ve como incipiente lo inclinó a designar en la nueva cartera a un hombre de su riñón, Aníbal Fernández. Y a sustituir en la Secretaría General a Fernández por otro de sus allegados más confiables, José Pampuro.
El Salón Blanco de la Casa Rosada estaba bastante lleno, pero abundaban las ausencias. En verdad casi no hubo público ni asistentes ajenos al duhaldismo. Quizá participó un solo radical, el ministro de Defensa Horacio Jaunarena. Lo acompañaban casi todos los restantes ministros con excepción de la titular de Desarrollo Social, Nélida “Chichí” Doga, cuyo bajo perfil es difícil de exagerar. Asistieron el titular de la Cámara de Diputados, Juan Carlos Camaño, y el de la de Senadores, Juan Carlos Maqueda. Casi no se vio otro legislador. Un solo gobernador pisó el Salón Blanco, el bonaerense Felipe Solá.
Los secretarios generales de las dos CGT –Rodolfo Daer (solito su alma) y Hugo Moyano (flanqueado por Juan Manuel Palacios)– estuvieron presentes. Del lado empresario hubo más ausencias que presencias. Aldo Roggio (Cámara Argentina de la Construcción), Alberto Alvarez Gaiani (Copal y UIA), Jorge Di Fiori de la Cámara de Comercio y el petrolero Carlos Bulgheroni. En particular faltaron representantes de las entidades del agro, cuya relación con el Gobierno atraviesa su peor momento.
Fue un acto entre amigos, lo que se notó en el efusivo abrazo que le prodigó Pampuro al Presidente tras jurar y el beso que estampó Fernández en la mejilla de Chiche Duhalde. La concurrencia fue generosa en el aplauso y muy parca en otras efusiones. No hubo cantitos, ni consignas y –más o menos asombrosamente porque el 99 por ciento de los concurrentes era peronista y bonaerense– la marchita partidaria brilló por su ausencia. El aplausómetro fue generoso y particularmente parejo entre el Presidente, la Primera Dama y los dos funcionarios que juraron.
Tras los juramentos, Duhalde habló por diez minutos, en tomo intimista y con un machete de ayudamemoria. Recorrió los 9 meses de su Gobierno. Afirmó que cuando asumió “parecía que el país se dirigía hacia la anarquía y la guerra civil”, y destacó que hoy “hemos pasado lo peor”. Duhalde declaró que “hemos terminado una etapa y comenzamos en estos siete meses que quedan una nueva etapa que debe estar signada por el esfuerzo de todos los argentinos para poner a Argentina a trabajar”. Con respecto al período que le queda por gobernar, advirtió: “Que nadie piense que vamos a tomar medidas que le aten las manos al próximo presidente, vamos a actuar con mucha responsabilidad”.
Duhalde le dedicó buena parte de su discurso a la “limitación externa” que padece su gestión. El mandatario reconoció que la Argentina sufre “por no decirlo en palabras más duras, casi el desprecio” de la comunidad internacional, pero insistió en que las críticas que llegan desde el exterior deben servirle de “acicate” a los argentinos para recuperar el sentido de Nación. “Hoy algunos miembros de los organismos internacionales no entienden que Argentina comienza a salir adelante lentamente, sin ayuda externa”, comentó –siguiendo con el optimismo– aunque inmediatamente debió moderar su entusiasmo. “Quiero ratificar que necesitamos la ayuda externa”, aclaró segundos después.
Luego de la ceremonia de asunción, el flamante titular de Producción, Aníbal Fernández, declaró que implementará una “estrategia de cortísimo, mediano y largo plazo” a la hora de instrumentar políticas, y afirmó que trabajará “en consonancia” con otro ministerios. “Pretendemos con el Ministerio de Economía y la Cancillería armar una suerte de minigabinete para tratar de gestar la mayor cantidad de políticas, no sólo internas sino desde la colocación de productos argentinos en el exterior, fundamentalmente con Estados Unidos, México y China que son los tres proyectos más cercanos”, adelantó. Y agregó: “Por supuesto que si no conseguimos financiamiento, esto y todo va a ser más difícil, pero debemos trabajar y elaborar políticas para los dos escenarios posibles”.
El cargo de Ministerio de la Producción estaba vacante desde hace casi cinco meses, cuando renunció al puesto José Ignacio De Mendiguren. El ex titular de la Unión Industrial Argentina –de excelentes relaciones con el grupo Techint y ferviente propulsor de la devaluación del peso– se alejó cuestionado por haber trabajado a favor de la licuación de los pasivos de los grandes grupos económicos. De Mendiguren no estuvo en la Rosada. Previsiblemente, los jueces de la Corte, tampoco.

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