EL PAíS
› GRACIELA FERNANDEZ MEIJIDE TAMBIEN ESCRIBE SU VERSION
El libro de decepciones y críticas
› Por José Natanson
El fracaso político es duro, y los libros suelen ser una buena forma de hacer catarsis. Carlos “Chacho” Alvarez lo sabe, y en dos semanas lanzará su demorada autocrítica. Pero no es el único frepasista que desde el exilio interno se dedica a la escritura. Graciela Fernández Meijide trabaja en una especie de autobiografía política, que comienza en 1989 y termina en el 2000, con el final del gobierno de la Alianza. Con una mezcla de anécdotas y análisis, quien fue la segunda figura del Frepaso toca los comienzos de su trayectoria, asegura que la decisión de aceptar el Ministerio de Desarrollo Social fue “el peor error” de su carrera y cuestiona –sin piedad– a Chacho Alvarez.
“Yo no soy una novelista ni una ensayista, pero creo que soy capaz de darme a entender”, explica la ex funcionaria a Página/12. “En realidad, me puse a escribir sin una idea muy clara, básicamente porque quería que quedara una explicación para mi hijo, y me fui dando cuenta de que estaba haciendo un libro.” Sin fecha de salida, las páginas escritas y corregidas se van acumulando y ya hay conversaciones avanzadas con una editorial. El libro comienza en tiempos del primer gobierno de Carlos Menem, cuando Graciela era una dirigente de la APDH que recién daba sus primeros pasos en política. Continúa con su veloz ascenso, que la llevó a convertirse en diputada nacional, convencional estatuyente y senadora.
El pase de la Capital Federal a la provincia de Buenos Aires, que le permitió triunfar sobre el duhaldismo y la consolidó como una figura de proyección nacional, merece una autocrítica. “Lo pensé mucho, sola y con Chacho. Al final me decidí, pero en ese momento me prometí que era el último atajo institucional que iba a tomar”, reconoce. Para Fernández Meijide, la discusión sobre si había que conformar la Alianza todavía no está saldada. “Quizás había que hacerla, era un reclamo social muy fuerte. En cualquier caso, tendríamos que haberla hecho de otro modo. No nos dimos cuenta de que estábamos poniendo en riesgo nuestro partido”, señala.
En el análisis, “la peor decisión” fue aceptar el cargo de ministra de Desarrollo Social en el primer gabinete aliancista. “Igual que (Alberto) Flamarique, fui a parar a un área que al Presidente le importaba muy poco, pero que tenía una alta demanda social. Era un ministerio elefantiásico, sin recursos, y con un viceministro radical que manejaba muchos fondos”, justifica. Aunque mantiene el contacto con unos pocos dirigentes del Frente Grande, Fernández Meijide se encuentra en una situación de semirretiro, producto de una serie de golpes políticos: la derrota contra Fernando de la Rúa en la interna abierta de la Alianza, el fracaso en la elección bonaerense, su pésima gestión al frente de Desarrollo Social y la última e inexplicable designación como vicejefa de Gabinete.
La ex diputada nunca logró recuperarse de aquellos errores y hoy, lejos del estrellato, se dedica de lleno al libro: consulta archivos, chequea datos y nombres en Internet y repasa los pocos textos de análisis sobre el colapso aliancista: el que más le gustó es el que compiló Marcos Novaro con artículos de politólogos argentinos. Lo más jugoso del libro es, sin duda, el durísimo tono que emplea cada vez que se refiere a Alvarez. Para la ex ministra, el ex vicepresidente cometió errores graves en el estilo de construcción, a menudo por voluntad de autócrata. “La inorganicidad del Frepaso, algo que muchos cuestionaban, era funcional a su liderazgo. El nunca apostó al desarrollo territorial, ni a las internas abiertas dentro del partido, ni a la construcción de organismos más formales, porque no quería condicionamientos. Prefirió, y muchos de nosotros lo acompañamos desde diferentes lugares, correr tras el éxito y operar desde los medios.”
En cuanto a la renuncia a la vicepresidencia, Fernández Meijide no duda en calificarla como un “tremendo error”. Cuando se le pregunta por los motivos, asegura que Alvarez quiso construir un esquema de poder diferente, pero que sus cálculos fallaron. “No se bancaba que la gente, en lugar de saludarlo, le reclamara cosas en la calle. Pero es así: en estos momentos, en Latinoamérica, es muy difícil gobernar. ¿Quiénes pueden ser calificados de estadistas hoy por hoy en esta región? Quizás (Ricardo) Lagos o (Fernando Henrique) Cardoso. Tienen niveles bajos de popularidad. Y eso es algo que Chacho nunca quiso aceptar. No se bancaba que, después de tantos años de aplausos, ya no éramos más los buenos de la película. Pero eso ya no tiene que ver con la política sino con el psicoanálisis”, concluye.