“Yo lo votaría”, dijo el ministro argentino a Página/12. “Va a ganar. Duhalde espera el resultado con mucha expectativa; está entusiasmado”, contó otro hombre de confianza del Presidente. En Olivos todo está preparado para que, no bien se conozca hoy la victoria de Luiz Lula da Silva en Brasil –haga falta o no el ballottage–, Duhalde lo llame para felicitarlo. Lula, por su parte, comunicó al gobierno argentino que, no bien las urnas lo proclamen presidente, se subirá al avión rumbo a Buenos Aires, simbolizando con el gesto su fuerte apuesta por el Mercosur. Más allá de estrategias geopolíticas, en el pecho del bonaerense anida un sentimiento de revancha contra el neoliberalismo –que siente su enemigo desde las épocas de Carlos Menem– y ve en Lula una carta de venganza a la vez que la posibilidad de plasmar la reversión de las ideas imperantes en la región en la última década.
En el gobierno argentino cunde un entusiasmo contenido con este ex obrero metalúrgico que hoy puede ser electo, en primera vuelta, presidente del país más poderoso de Latinoamérica –la décima economía mundial–. Contenido para guardar las formas, por esas cuestiones de la diplomacia.
Ministros y secretarios de Estado expusieron ayer a este diario su esperanza en un triunfo del Partido de los Trabajadores (PT). Pero son el Presidente y su ministro de Economía, Roberto Lavagna, los más exultantes. Duhalde encuentra en el posible –inminente, según indican las encuestas– triunfo de Lula una especie de revancha y vindicación. El bonaerense entra al tema refrescando sus viejos sueños productivistas y su adormecido keynesianismo, y cree (lo ha expuesto ante sus colaboradores) que con la victoria “trabalhista” comienza a cristalizar un cambio de tendencia regional.
Uno de los funcionarios del gobierno nacional que más conoce el pensamiento presidencial contaba lo siguiente a Página/12: “Duhalde cree que a partir de ahora –estamos convencidos de que Lula gana en la primera vuelta– se abre una orientación interesante en Latinoamérica y un futuro expectable para la Argentina. Va a haber un giro que romperá con el pensamiento hegemónico ultraliberal que cundió en la región en los últimos diez, quince años”, dijo.
El Presidente solicitó a su canciller, Carlos Ruckauf, que arme el dispositivo necesario para llamar a Lula no bien se conozca el resultado de hoy. Estará en Olivos, esperando las noticias que llegarán desde Brasilia para marcar los números que le pasaron al gobierno los hombres del equipo de campaña del brasileño.
Duhalde no atesora su afición “lulista” en soledad. El ministro Lavagna es un viejo mercosurista, un apostador inequívoco a la solidificación del eje regional Buenos Aires-Brasilia. Así lo expresó en el pasado a través de la que fuera su consultora, Ecolatina, que trabaja analizando las variables de la economía del área desde los primeros acuerdos bilaterales firmados por los entonces presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney.
De todos los candidatos que hoy competirán por la presidencia del gigante del Cono Sur, Lula es quien sin fisuras desplegó una defensa cerrada del proyecto regional argentino-brasileño. Ni el centroizquierdista Ciro Gómez, ni el oficialista José Serra tomaron esa bandera. Por el contrario, el candidato patrocinado por Fernando Henrique Cardoso llegó a sostener –a contrapelo del pensamiento del actual presidente brasileño– que el mercado común del sur en un lastre para la economía de su país.
Cada episodio de campaña, cada palabra descerrajada por los candidatos, acercó más a Lavagna al proyecto del PT que encarna Lula.
En cuanto a Cardoso, un ministro argentino confió ayer a este diario que el presidente brasileño le dijo a Duhalde y a su delegación, cuando visitaron ese país el pasado 25 de setiembre, que Lula “es una muy buena persona y es muy honrado”. El ministro confidente reflexionó que dichafrase constituía una especie de bendición de FHC al jefe del PT. “No tenía necesidad de decirnos eso, y no nos lo hubiese dicho si su candidato tuviese chances de ganar”, dijo el funcionario citado.
En la Rosada, varios altos funcionarios caracterizaron a Lula como “un cuadro”, “una alternativa válida”, “una experiencia positiva para Brasil y para la Argentina”. De los hombres del Gobierno consultados por Página/12, los más conservadores rescataron –contra lo que siempre representó Da Silva– el corrimiento hacia el centro que hizo en los últimos meses. “Echó a los trotskos, puso de candidato a vice a un empresario (José Alencar), firmó el compromiso con el Fondo Monetario para que Cardoso pueda cerrar el acuerdo y obtener crédito; Lula tiene vocación de seriedad”, destacó un ministro.
No obstante el entusiasmo que cunde en la Rosada, hay otro sector del Gobierno –minoritario– que sigue manteniendo resquemores con el candidato trabalhista. Quienes integran este grupete abren interrogantes en torno del propio Lula, no ya a su agrupación. Dicen:
u “Lula no es el líder sino el emblema del PT. Cuando gane, ¿quién va a mandar en Brasil?”
u “No tiene estatura intelectual para ser presidente de Brasil.”
u “No va a poder sostener el embate de los mercados ni de los Estados Unidos.”
Uno de los hombres más cercanos al Presidente, antagónico al cenáculo nombrado recién, refutó: “Yo no tributo a ese pensamiento gorila. El tipo es un cuadrazo. Yo lo votaría”.
Lula ganará hoy las elecciones. Quizás sea el nuevo presidente de Brasil, quizás no y deba esperar hasta la segunda vuelta electoral. Pase lo que pase, hoy Duhalde lo llamará para felicitarlo con entusiasmo. Y Lula esperará a que los votos digan que puede ocupar legítimamente el palacio del Planalto, en Brasilia, para tomar el vuelo que lo traiga a Buenos Aires donde transmitirá algo de esa alegría que, desde estas pampas, parece que siempre es brasileña.