EL PAíS
› REFLEXIONES SOBRE EL TRIUNFO DE LULA
Lo que viene ahora
Ganó en Brasil pero cambia toda América latina. El voto a Lula marca un giro en las relaciones políticas en el continente e impone un fuerte cambio en la agenda diplomática argentina. Reflexiones sobre los significados y las consecuencias de un día determinante.
Eduardo Aliverti
Aun cuando entre los argentinos hubiese ocurrido algo noticiosamente importante, el núcleo editorial habría sido él. En realidad, esa recurrencia permanente a las cuatro letras de su apodo, tan propia de la personalización a que conducen los liderazgos fuertes, encierra de alguna manera el gran enigma que rodea a su –parece– segurísima victoria. Porque una cosa será que decir Lula implique que la conducción del poder en una de las primeras diez economías del mundo quede reservada a él, a su entorno, a sus economistas de lenguaje atildado y a las alianzas casi esperpénticas a que debió recurrir para por fin tener chances de gobernar el Brasil. Y otra cosa muy distinta será que cada vez que se le ocurra seguir girando a la derecha quede activada la potencia de casi la mitad de su Partido de los Trabajadores, que lo corre por izquierda. No cualquier partido, porque éste es uno de millones de militantes. Si es cierto que las presiones del establishment brasileño e internacional son tan formidables como para haber impedido hasta aquí la consumación del deseo de las masas trabajadoras, también lo es que en América latina se sigue achicando el espacio del relato neoliberal y que ningún poder en este mundo podrá evitar, más tarde o más temprano, que continúe creciendo el número de quienes se rinden ante la evidencia: se está como se está, hundidos en la pobreza y la indigencia, gracias a la obra montada durante decenas de años por militares, curas, partidos tradicionales y aventurerismos populistas. Se está como se está, en todas partes peor que nunca, no por lo que sectariamente impide la izquierda sino por lo que cotidianamente gobierna la derecha. Es curioso, pero esa obviedad jamás es resaltada por los dirigentes, comunicadores, pensadores y fauna variada que se opone o dice oponerse a las derechas gobernantes.
Lula será lo que sea que impulsen o dejen de impulsar esas millonadas de oprimidos que, con un grado de conciencia de clase superior al que en Argentina permitió el peronismo, edificaron el PT. No sólo eso, desde ya. También será lo que produzca él mismo, el azar, las circunstancias internacionales, la correlación de fuerzas en el Congreso. Pero está claro que, al revés de los Fujimori, los De la Rúa, los Sanguinetti, los Cardoso, los Lagos, los Toledo, no es tan cristalina la realidad de que será un traidorzuelo más. Pongámoslo en otros términos, más locales: cualquiera que gane las próximas elecciones argentinas será inevitablemente un desgraciado que junto con sus burócratas se hará encima de quienes lo votaron y de las necesidades de las mayorías. El Menem blanco de Santa Fe, el morocho de San Luis o cualquier sucedáneo del PJ o de las fuerzas en condiciones de ganar no pueden significar absolutamente nada que no sea el continuismo. En Brasil, por lo menos, hay alguna duda.
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