EL PAíS
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Incógnitas y previsiones
Carlos Escude*
La presidencia de Lula encierra tantas incógnitas como la de Menem en 1989. Lula podría ser fiel a sus consignas históricas pero también podría ser más liberal que Cardoso. De hecho, el perfil que el candidato ha intentado proyectar en tiempos recientes es el de un “Lula light” al que no deben temer el FMI, el gobierno de los EE.UU. ni los inversores. En Estados Unidos la opinión dominante es que prevalecerá ese Lula. Eso conviene tanto a ese país y al Fondo como al mismo Lula, que encontrará un margen de gobernabilidad mucho mayor si juega con las reglas del capitalismo liberal. Pero lo problemático es que los inversores no piensan como el Fondo y el gobierno yanqui. Su prioridad no es la gobernabilidad del capitalismo global sino la protección de sus activos. No quieren riesgos, están nerviosos por lo que ocurrió en Argentina y también por la inestabilidad de mercados de bajo riesgo como el norteamericano. Como consecuencia, las inversiones escasean en todos los mercados emergentes. Al inversor no lo conmueve la alta probabilidad de un “Lula light” sino la posibilidad marginal de un Lula pesado. Por eso la disparada del dólar y del índice de riesgo país en Brasil. No le conviene a nadie, pero cuando cunde el “sálvese quien pueda” el bien común no cuenta.
En cierta medida las políticas de Lula no dependerán de él. Si Brasil sufre una fuerte fuga de divisas y capitales, la profecía de un Lula duro puede autocumplirse no por designio sino porque se achican los márgenes de gobernabilidad. En caso de colapso, Brasil puede convertirse en un gigante populista que se complementará con una Argentina cuyo destino a corto plazo es casi seguramente de ese signo. Tal futuro nos auguraría un bloque atlántico antiliberal y antinorteamericano de La Habana a Tierra del Fuego.
De cualquier modo, Brasil tiene más opciones que Argentina. Descartado Menem por sus problemas judiciales y minimizada la posibilidad electoral de López Murphy, la Argentina parece destinada a un gobierno populista. Incluso Reutemann trepidaría antes de adoptar las políticas impopulares que el saneamiento de las cuentas argentinas requiere. Rodríguez Saá nos arrojará al abismo hiperinflacionario alegremente, a sabiendas de que si optara por el ajuste necesario se convertiría en el cuco del pueblo. Por lo tanto, en este panorama regional la incógnita es Brasil, no Argentina.
No obstante esa incógnita, hay una cosa clara. El destino comercial argentino está atado al brasileño. Nada hay tan importante como estabilizar los términos del intercambio entre nuestros dos países, independientemente del rumbo político que tome nuestro vecino. Más aún: las negociaciones del ALCA deben realizarse bajo el liderazgo de Brasil. Si en la Legislatura nuestra clase política está dispuesta a vender leyes al mejor postor, ¿qué apertura de mercado no estará dispuesta a vender, independientemente de su conveniencia para el interés general? ¿Cómo confiar aperturas de mercado a una clase política que después de vaciar el sistema financiero puso de presidente del Banco Central a un señor acusado de vaciar el Banco de Formosa? ¿Cómo confiar la administración de la soberanía del pueblo a los artífices de su miseria? Estará mejor cuidada bajo tutela brasileña. Con razón Washington ya no nos quiere. Con su debacle actual la Argentina ya es menos que periférica. En lo comercial, su “realismo periférico”, que antes apuntaba a Washington, debe reorientarse a Brasilia.
*Ex jefe de gabinete de asesores de Di Tella.
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