EL PAíS › EL GOBIERNO ANALIZA EL IMPACTO DE LA DEVALUACION BRASILEÑA
A pesar de las quejas y reclamos industriales, la postura mayoritaria en el gobierno nacional sería no acelerar la aplicación de medidas de protección. Juzgan que el dólar en Brasil se estabilizaría por debajo de su nivel actual.
› Por Cledis Candelaresi
Quizás en un gesto esmerado para mostrar capacidad de respuesta frente a la crisis internacional, el jefe de Gabinete, Sergio Massa, reunió ayer en su despacho al secretario de Industria, Alberto Fraguío, y al secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía. El cónclave en la Rosada disparó especulaciones de que se podría trabajar sobre alguna medida para frenar cualquier avalancha importadora desde Brasil, algo difícil de instrumentar y que, a juicio de los especialistas, resulta innecesario por varias razones. Es factible que el real vuelva a apreciarse y, en cualquier caso, la diferencia cambiaria seguirá favoreciendo a la Argentina. Más fundada, en todo caso, es la preocupación de que se caigan inevitablemente algunas exportaciones locales.
El temor de que el principal socio del Mercosur inunde el mercado local con sus excedentes exportables parece más la acción de marketing de algunas industrias locales deseosas de que se las ampare de la competencia extranjera con un tipo de cambio mejorado que una amenaza cierta. En rigor, hace tiempo que el intercambio con Brasil es deficitario, realidad que se consolidó mientras el real estaba anclado a 1,6 o menos. Y esto es por dos razones que los funcionarios reunidos ayer no ignoran: la industria del país vecino resulta más competitiva en términos relativos y la local no supo ganar más mercado aprovechando la brecha cambiaria a su favor.
De haber algún descalabro en el intercambio bilateral, al punto de que algún sector industrial se viera gravemente afectado, existe el Mecanismo de Adaptación Competitiva, cuya existencia fue invocada ayer por el embajador argentino en Brasil, Juan Pablo Lohlé. Esta fórmula, que permite aplicar una barrera arancelaria en ciertas situaciones de desbalance, fue impulsada en 2006 por Roberto Lavagna como un recurso para forzar una negociación en casos de genuina alerta. Sin embargo, sería complicado estrenarla ahora.
La MAC, con la que sueñan los productores de textiles o zapatos locales, requiere de reglamentaciones comunes que aún no existen. Pero también de ciertas condiciones para activarse, como una suba súbita de exportaciones de uno a otro, un daño constatable en un sector y un programa en curso para reconvertirlo con miras a hacerlo más competitivo. Cuestiones difíciles, en particular cuando la diferencia de cambio aún sigue dejando al peso en una situación de ventaja competitiva.
El propio déficit comercial bilateral es un punto opaco. Si la Argentina compra más porque su consumo crece junto a la inversión y producción, el desbalance en sí mismo no sirve ni para estimular ninguna negociación de gobierno a gobierno. Algo que debe ver la comisión de monitoreo del comercio bilateral, que ya sirvió para consensuar límites en el flujo comercial desde allá cuando éstos subieron peligrosamente.
“Algunos empresarios están utilizando el argumento de la devaluación de Brasil para presionar por una devaluación acá”, interpreta el economista Dante Sica, para quien, superada la actual etapa de “precios de pánico”, la moneda brasileña se estabilizará en 2 reales por dólar o menos, bastante más atrás del pico de 2,50 que rozó el miércoles. La batería de medidas que está tomando Brasilia avala el pronóstico.
Su colega Raúl Ochoa añade otro dato relativamente tranquilizador sobre el futuro del tipo de cambio en el país brasileño. Si bien en lo que va del año las transnacionales radicadas en la nación vecina se llevaron a sus matrices 24.600 millones de dólares, esa fuga está lejos de comprometer la capacidad de defender el real. “Brasil es acreedor neto: debe 160 mil millones de dólares, pero le deben más de 200 mil.”
El núcleo de la cuestión no es tanto lo que puede vender sino lo que dejaría de comprar a raíz del golpe que le está propinando la crisis financiera, a un país que tiene un nivel de bancarización que triplica al argentino y cuya economía se está resintiendo. En este contexto, muchos importadores ya suspendieron pedidos. Aquí está el verdadero daño sobre la industria local, a la que no le quedaría otro remedio que ganar competitividad.
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