EL PAíS › PRIMER SEMINARIO INTERNACIONAL SOBRE POLíTICAS DE LA MEMORIA EN LA EX ESMA
A partir de ayer y hasta mañana, intelectuales, juristas y hasta detenidos políticos debatirán sobre la memoria.
› Por Alejandra Dandan
Jordi Borja piensa el espacio público como un espacio político, continuamente en disputa. Urbanista español, ex vicealcalde de Barcelona, Jordi participó ayer en el I Seminario Internacional de Políticas de la Memoria organizado en la ESMA. “Tanto en las políticas públicas como en urbanismo –dijo–, nunca están ganadas del todo las batallas: como decía Gramsci siempre se puede hacer una historia del presente, pero con la historia del pasado podemos tener más elementos para entender el presente.”
Hasta el miércoles, el Centro Cultural de la Memoria de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada será la sede de un simposio con características de experimental. A lo largo de los tres días, reunirá a intelectuales, escritores, periodistas, académicos, cineastas, juristas y también a ex detenidos políticos en uno de los edificios de las siete hectáreas donde funcionó el centro de clandestino para debatir y pensar la memoria desde cada una de las perspectivas posibles. Entre hoy y mañana estarán Pilar Calveiro; la guatemalteca Enmy Morán Aguilar de Ramírez, historiadora de la Procuraduría de Derechos Humanos de Guatemala, encargada de recuperar el archivo más importante de su país; el historiador Ricard Vinyes de Cataluña y Enrique Serra Padrós, del departamento de historia de la Universidad de Rio Grande do Sul.
A la mañana, el programa lo abrieron Eduardo Luis Duhalde, responsable de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación, y Eduardo Jozami, director del Espacio de la Memoria de la ESMA. También entre los primeros, habló Horacio González sobre los intelectuales y las lecturas del pasado reciente. A partir de ese momento, empezaron a funcionar tres seminarios en forma simultánea. Se escucharon ponencias sobre los relatos de Malvinas, el cine, los discursos políticos y las narrativas de ficción entre la historia y la memoria.
Jordi habló a la tarde. Sentado en el salón vidriado, a metros de la entrada, Jozami lo presentó. Durante cincuenta minutos intentó contar cómo el franquismo se manifestó en el espacio urbano de las ciudades. Como viaja a Argentina dos veces al año desde hace un cuarto de siglo, Jordi empezó comparando las dos salidas a la democracia. Mientras Argentina empezó con el Nunca Más, dijo, en España hubo una amnistía. Pero a diferencia de Argentina, agregó, “las víctimas de España y sus victimarios están muertos, lo cual hace que no haya el elemento pasional tan fuerte”. En 1939, el franquismo “estableció normas, de facto, para darle a la policía el monopolio absoluto sobre el espacio público”. Si hasta ese momento cada quien podía organizar libremente una cena para 22 personas, a partir de ese momento tenía que avisarle a la policía. El espacio público así pasó, para Jordi, de ser “espacio público” a “espacio de poder”. Los pobres son corridos a las favelas, los espacios públicos de ser animados.
Esa suerte de tesis general le permitió a Jordi a partir de ese momento pensar el espacio como resultado de un poder en disputa. Un lugar cuyo control pasa de manos porque puede pelearse. Que así como estuvo bajo el control monopólico del franquismo, poco a poco logró ser intervenido “con conciencia política o sin ella” por las gentes, las sociedades.
Hacia los años ’60, contó, los sectores populares y las clases medias levantaron en sus barrios teatros, abrieron centros culturales, recuperaron un club, “forzando con ello una especie de tejidos social y de ocupación del espacio público y creando un ambiente que fue la victoria más importante: que es perder el miedo”.
Esa ocupación pacífica, dijo, se fue politizando. En Barcelona, por ejemplo, cuando las autoridades buscaban sacar la rambla para hacer una calle de vía rápida y de autopista, hubo movilizaciones sociales importantes que lo impidieron y entre los manifestantes la gente conectada a la política era poca. Así, lo político aparece como el resultado de otra cosa: de la conexión con un espacio público que moviliza, que anima, central en el debate de la Memoria. La clase política de hoy, para Jordi, dio un retroceso: está sustituida por una especie de casta política burocrática que lo que busca es cuidar sus privilegios.
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