EL PAíS › DENUNCIARON POR COLABORACIONISTA DE LA DICTADURA A UN SINDICALISTA
Lidia Biscarte y Alberto Calvo, dos ex detenidos-desaparecidos, se presentaron en la causa por la represión en Campo de Mayo para denunciar a Nelson Palacios, secretario general del sindicato químico de Zárate, quien los habría entregado.
› Por Gustavo Veiga
A Nelson Palacios, el secretario general del sindicato químico de Zárate y Campana y líder de la CGT de esa zona, lo incriminan los vivos y los muertos. Quienes lo enfrentaron desde la indefensión absoluta procuraron las pruebas, y un gremialista aliado, acaso sabiéndose impune, aportó otras sin saberlo. Acusado de colaboracionista de los militares durante la última dictadura, su historia está jalonada por las delaciones que le atribuyen dos ex detenidos desaparecidos y por un puñado de cartas fotocopiadas que explican su afinidad política con el Comando Delta Area 400. Lidia Biscarte, una ex empleada de maestranza del Puente Zárate-Brazo Largo, y Alberto Calvo, un ex trabajador petroquímico, señalan sin titubeos su tenebroso pasado. Son apenas dos testigos, entre otros, dispuestos a contar quién fue o qué hizo el dirigente gremial a partir del 24 de marzo de 1976, o incluso antes. Por lo pronto, acaban de denunciarlo en la voluminosa causa judicial de Campo de Mayo.
“Aunque yo no pertenecía a su gremio, estuve detenida con el señor Calvo y con otros compañeros más a quienes no conocía. En las sesiones de tortura individuales y colectivas, a Alberto lo interrogaban para que hablara. Le decían: ‘Cantá, porque Palacios ya te entregó’”, recuerda Biscarte, una mujer de sesenta y pico que hasta el 2007 era la directora de Derechos Humanos del municipio de Zárate. A su lado, el hombre calvo que se apellida Calvo le presta mucha atención. La entrevista con PáginaI12 transcurre la misma tarde en que viajaron desde su ciudad hasta los tribunales de San Martín para presentarse como querellantes. Hace un tiempo, Palacios hizo lo mismo contra ellos, pero en un juicio por calumnias e injurias que podría ventilarse en Campana si no prosperara un pedido de suspensión de los demandados.
“Para un obrero, un sindicalista equivale en el puesto de trabajo a un padre de familia. Se presume que lo ha elegido para que lo ayude, lo oriente... Por eso, la delación de un gremialista es apenas un poco más chica que la que pueda cometer un padre con su hijo. Uno se siente destruido en una situación como ésa”, comenta el ex trabajador de Petrosur, hoy Petrobras.
Biscarte y Calvo fueron detenidos por las Fuerzas Armadas el mismo día, el 27 de marzo del ’76. Cada uno cuenta cómo le cambió la vida 72 horas después del golpe de Estado. “A mí me sacaron de mi casa con el camisón puesto, la cabeza tapada y quedaron solos mis dos chiquitos. El menor no tenía ni un año. Yo estaba con licencia laboral, porque mi hijo había nacido enfermo y mi marido en ese momento estaba trabajando. Siempre fui radical y no tenía noción de lo que esos tipos querían. Buscaban a una ‘China’ de la zona, como me llaman a mí, que era la encargada de la Regional”, explica ella.
“Yo iba caminando por la calle, me pidieron los documentos y se los mostré. Me dijeron: ‘Señor, usted está en nuestra lista’. ‘No hay ningún problema’, les respondí. Me llevaron a la comisaría y no salí nunca más. Estuve tres días en la seccional de Zárate y también en el barco Murature, amarrado frente al Arsenal de Artillería de Marina, que fue un centro de torturas donde Lidia estuvo detenida”, agrega él.
Los dos se apuran a comentar que “durante la dictadura, el único gremio de la zona que no fue intervenido fue el de Valiente (Pedro) y Palacios”. El primero era el secretario general de los químicos y petroquímicos de la región. En la más vieja de las cartas fotocopiadas que circulan de mano en mano entre varios ex detenidos desaparecidos (fechada el 19 de abril de 1976), Valiente, ya fallecido, firmaba el tercer párrafo que involucra al actual dirigente de la CGT.
“Nuestros compañeros Valle, Valiente, Palacios y Abdala, desde tiempo antes del 24 de marzo, estaban en contacto directo con el Ejército Argentino y fueron interlocutores de las Fuerzas Armadas, estando de acuerdo con lo acontecido el 24 de marzo, para que en la Patria imperen el orden y la ley”. El texto iba dirigido al coronel Cigliotti, jefe del Area Delta 400, y sugiere en la última línea a “los compañeros Valle, Palacios y Valiente, para que sirvan de enlace con Ud.”
Cuando en el año 2000 la publicación mensual La Posta, editada en Zárate entrevistó a Palacios, el sindicalista calificó a los escritos así: “Esos son todos panfletos, comunicados como se acostumbraba hacer en el momento. Nosotros no tenemos ningún compromiso con nadie y nunca lo tuvimos”. Del reportaje de una página también se desprende el pensamiento político del líder gremial. “A nosotros no nos molestaron para nada”, dijo de los militares y luego se explayó sobre el terrorismo de Estado: “Acá es probable que haya desaparecido gente inocente. Acá te relacionaban con una situación, con algo que, a lo mejor, no te la comías ni bebías. O estar en una reunión y no saber con quién estabas. Esto ha sucedido, inocentes que han tenido que pagar las consecuencias. Yo no puedo decir nada porque a mí nunca me molestaron para nada. Yo iba a trabajar en esa época y a los delegados nunca nos molestaron”.
En efecto, Palacios se ha mantenido al frente del sindicato desde la década del ‘70 (siempre fue el hombre fuerte, incluso sobre Valiente quien se jubiló en 1999) y además, conduce una federación nacional de gremios de la Industria Química y Petroquímica creada el 3 de octubre del 2007 que se alineó con Hugo Moyano cuando la CGT se partió en dos.
A Calvo, los sufrimientos padecidos y la incertidumbre sobre su propia vida siempre le hicieron recordar con certeza un episodio ocurrido en 1973. Durante una asamblea en la planta industrial de Petrosur, la comisión interna se enfrentó con la conducción del gremio encabezada por Valiente. “Ya me la vas a pagar, zurdito de mierda”, dice Calvo que lo amenazó aquél. Este hombre obtuvo la libertad el 24 de diciembre de 1977. Fue el primero en conseguirla de todos los que estaban detenidos en jurisdicción del Area 400. En cambio, a Biscarte la devolvieron a los suyos en enero de 1979, pero durante los años posteriores se la siguió de cerca por su embrionaria militancia en los organismos de derechos humanos. Viajaba con frecuencia a Buenos Aires y un policía no le perdía el rastro desde el mismo momento en que traspasaba el umbral de su casa.
“Nuestra intención no es decir ‘Palacios es un tipo jodido porque nos metió presos’. Nada que ver. Nos interesa que lo juzguen por partícipe necesario de la desaparición de personas. Nada más”, dice Calvo. Biscarte asiente con la cabeza y cuatro palabras: “Ni más, ni menos”.
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