EL PAíS › OPINIóN
› Por Hernán Patiño Mayer *
Macarena Gelman es una víctima. Víctima de la más perversa de las atrocidades cometidas por el terrorismo de Estado. Sus padres fueron secuestrados en 1976, cuando ya ella vivía en el vientre de su madre. Su padre, luego de sufrir la vesania de la tortura, fue asesinado y su cadáver arrojado en un tonel con cemento en el Delta del Tigre, para ser posteriormente enterrado como NN, donde fue finalmente identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 1989. Su madre, de apenas 19 años, fue trasladada a Montevideo, donde luego de dar a luz en cautiverio, pasó a integrar la nómina ignominiosa de los desaparecidos. La lucha de su familia y especialmente la de su abuelo, Juan Gelman, hicieron posible que Macarena, con 23 años, recuperara su identidad. De la magnitud removedora de este proceso solo puede dar cuenta aquella a quien le toco vivirlo.
Pero Macarena continúa siendo victimizada. Pese a que por decisión del actual gobierno uruguayo, el caso de su madre fue excluido de los alcances de la Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado, un fiscal volvió a archivar la causa, ratificando la decisión tomada durante la presidencia de Jorge Batlle. En el interín y durante las excavaciones realizadas en predios militares por orden del presidente Tabaré Vázquez, se produjo el episodio durante el cual se le aseguró –con la presencia de Macarena en la zona de búsqueda– que los restos de su madre se encontraban en el lugar. Todo resultó en una cruel patraña, producto en apariencia de informaciones falsas suministradas al entonces Comandante en Jefe del Ejército y transmitidas por él, al propio presidente de la República.
Recién el 12 de agosto de 2008 la justicia uruguaya hizo lugar a la reapertura de la causa por el secuestro y la desaparición de María Claudia García de Gelman que había sido solicitada por la propia Macarena, seis meses antes. Actualmente esta causa sigue su curso y su resultado dependerá de que se brinden a la justicia informaciones veraces acerca de lo ocurrido con María Claudia.
Varios de los militares actualmente detenidos a la espera de su juzgamiento son sospechosos de haber participado en el secuestro y desaparición de la madre de Macarena. Otros, los que indujeron a error a las máximas autoridades uruguayas, también saben lo ocurrido. Unos han mentido, los otros se escudan en un pacto mafioso de silencio que disfrazan con apelaciones a un honor que desconocen, a una guerra inexistente y a la defensa cerrada de los métodos cobardes usados por el terrorismo de Estado.
Suenan aún las palabras pronunciadas por el presidente Vázquez al asumir la presidencia de su país: “Queremos saber qué pasó con estos ciudadanos desaparecidos. Si están o no enterrados allí (predios militares). Si están, serán recuperados, serán identificados; sus restos serán entregados a sus familiares. Y si no están, tendremos que saber por qué no están y dónde están. Qué pasó con ellos”. Fue en la misma ocasión que el entonces presidente Kirchner dijo: “Debemos saber la verdad y terminar con la impunidad. Se restablece el imperio de la justicia. Y castigar con la ley en la mano a aquellos que violaron todos los derechos”.
Macarena espera y lucha, haciendo gala de una templanza y dignidad de la que carecen sus victimarios y los burócratas que los encubren. Sabe que cuenta con todo el respaldo del gobierno argentino, el mismo respaldo y garantías que nuestro gobierno otorga a los uruguayos que sufrieron los horrores dictatoriales en la Argentina. Pero el muro de silencio debe caer para que la verdad haga posible la acción de la Justicia y las heridas de Macarena y su familia dejen de ser una tortura continuada que repugna la conciencia de toda sociedad civilizada.
* Embajador argentino en Uruguay.
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