El nuevo mensaje del obispo Richard Williamson al papa Benedicto XVI no fue mucho más allá del anterior: si hubiera imaginado el daño y el dolor que causó al Vaticano, no habría negado el Holocausto. Esa preocupación se extendió ahora a “los sobrevivientes y los parientes de las víctimas que han padecido injusticias bajo el Tercer Reich”. Injusticias es una palabra de extrema discreción para calificar el programado asesinato en masa de millones de personas de todas las edades y nacionalidades. Lejos de retractarse, Williamson se puso en contacto con el historiador negacionista David Irving, quien cumplió una condena a prisión en Austria por “glorificar el nazismo”, para que lo asesorara acerca del tema que los apasiona. Williamson temía ser detenido luego de su expulsión dispuesta por el gobierno de CFK y extraditado a Alemania, donde la fiscalía de Ratisbona lo acusa por violar la ley. Irving lo invitó a alojarse en su casa de Windsor y pidió a Lady Michele Renouf, una ex reina de belleza que definió al judaísmo como “una organización política materialista que se ocupa de bienes raíces”, que fuera a esperarlo al aeropuerto de Heathrow. Como Irving y Williamson, Renouf aclaró que ella tampoco era antisemita. El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, dijo que las lamentaciones de Williamson no eran suficientes y reiteró la exigencia de una palinodia lisa y llana, en lo que el diario “New York Times” llamó un esfuerzo por “atenuar el impacto del perdón a un negacionista del Holocausto por parte de un Papa alemán”. Una de las carrozas de carnaval que desfilaron por las calles de la ciudad alemana de Colonia interpretó el perdón papal al obispo negacionista.
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