Vie 13.03.2009

EL PAíS  › LA MESA DE ENLACE ORGANIZO UNA FIESTA POR EL AÑO DE CONFLICTO CON EL GOBIERNO. HUBO SILLAS VACIAS Y FALTAZOS OPOSITORES

“Amigos de la política, los desafío a unirse”

Los ruralistas presentaron a los partidos opositores sus reclamos sectoriales apuntando a las elecciones de octubre. “El campo tiene un poder económico y presencia territorial”, destacó Mario Llambías en sintonía con Eduardo Buzzi, Hugo Biolcati y Carlos Garetto.

› Por Alejandra Dandan

Desde Córdoba

A las dos de la tarde corrió una especie de pánico. La sala de Forja, de proporciones enormes, un viejo galpón de los ferrocarriles, trasformado en un espléndido centro de convenciones para 27 mil personas estaba casi vacía, con menos de mil personas dispersas en los primeros lugares. Los anfitriones del encuentro esperaron, entonces, un poco más. A las tres de la tarde cuando los cuatro integrantes de la Mesa de Enlace se ubicaron en el escenario, el acto central por el primer aniversario de la integración del virtual bloque del campo, arrancó con una modesta platea que superaba un poco la cuenta anterior. Aunque los organizadores extendieron la invitación a todos los partidos políticos, la presencia de algunos de los líderes de la oposición lo convirtió en un acto de campaña. No estuvieron Felipe Solá ni Hilda “Chiche” Duhalde, pero sí se sentó en la primera fila Francisco de Narváez, socio de los ruralistas, y los radicales Gerardo Morales y Margarita Stolbizer. El gobernador cordobés Juan Schiaretti mandó una adhesión que resultó furiosamente abucheada por la sala.

Los cuatro representantes de los empresarios del campo repitieron durante el acto cuantas veces pudieron que “no queremos convertirnos en un partido del campo”, aunque todo se parecía a un lanzamiento electoral. Cargaron contra las retenciones, mencionaron las elecciones de octubre y apuntalaron al bloque del agro: “La Argentina cambió y el campo sabe –dijo Mario Llambías– que tiene un poder económico importante y presencia territorial”. En ese escenario recordaron la pelea en el Congreso por la sanción de una ley contra de las retenciones móviles y presentaron un decálogo con un programa agropecuario. La Mesa también evitó mostrar sus fisuras, y Eduardo Buzzi lo sintetizó: “¡Se quejaban de las 4 x 4! –dijo–. Y ahora que nosotros dejamos de comprar las 4 x 4, dejaron de funcionar las automotrices: ¡evidentemente no estaba tan mal!”

Alguien le grito desde la primera fila: “¡Y de las mini Cooper! ¡No te olvides!”

Los cuatro integrantes de la Mesa de Enlace programaron el encuentro de ayer como un acto simbólico, para entregar a los partidos de la oposición una carta de diez puntos con los contenidos de un posible plan agropecuario. La intención era que los partidos tomaran esos lineamientos como propios. Como buena parte de los partidos políticos, sin embargo, tiene en sus bases programáticas aspectos vinculados con las demandas del campo, en la práctica el acto pareció convertirse en una puesta en escena de una asociación con la que unos y otros se disponen a pelear las elecciones de octubre.

En el escenario, un locutor condujo la ceremonia como si lo hiciera desde la cabina de una radio. Mientras iba dando la palabra a los integrantes de la Mesa de Enlace, marcaba vez por vez las dimensiones que a lo largo del día iban tomando las protestas y cortes de ruta en el resto del país. Por momentos, todo parecía un estallido: “¡Recibimos mensajes de Gálvez –decía–, desde donde los productores nos dicen que están parando las rutas!... ¡Y de Villa Ocampo! ¡Y Reconquista!”, anotaba con el pecho inflado como vocero de la Toma de la Bastilla. Así, la sala recibió durante las cuatro horas del encuentro los vientos insurgentes de Charata, Resistencia o Roque Sáenz Peña, en el Chaco. Se oían noticias trepidantes de Esperanza, Rafaela y Villaguay.

El mismo locutor, con un cambio de tono, dio por iniciado el acto. Entonación del Himno, un clásico. Y presentación de senadores y diputados como invitados de honor a la gala. De la fila uno a la tres de 17 sillas cada una se sentó Stolbizer al lado de De Narváez. Gerardo Morales, Luis Juez entusiasmadísimo con la tribuna. Esteban Bullrich, Ernesto Sanz, Rubén Giustiniani, Delia Inchespi, Laura Segman del socialismo y su tocaya Montero del cobismo, entre otros. Como sucedió en los últimos encuentros masivos, Alfredo De Angeli estuvo discreto: en silencio, y más flaco después de una temporada en un spa adventista de Entre Ríos, ocupó un lugar entre los invitados de la primera fila.

Largada

“El 12 de marzo de 2008, desde el campo, hicimos saber que nuestras exigencias y reivindicaciones, sin dejar de ser sectoriales, eran esencialmente republicanas”, leyó el locutor. Así empezaba la carta con la que el campo presentó su decálogo y base programática. “Ese día nos convertimos en representativos de la sociedad, lo que –lejos de hacer de nosotros una oposición partidaria– nos transformó en voceros de una demanda cívica que responde al ideal aún pendiente de la República y la democracia.”

La carta incluyó una frase que de aquí en mas será uno de los tópicos más sonados del campo: “No somos ni queremos ser un partido político. No los reemplazamos ni queremos reemplazarlos”. La sala aplaudió entusiasmada y entonó uno de sus ritmos predilectos: “¡Se va acabar/se va a acabar/ la dictadura de los K!”

Quien recibió el micrófono de inmediato fue el filósofo Santiago Kovadloff, presentado como periodista con honores y premios y como integrante del diario La Nación. Kovadloff se ubicó en la misma línea que el itinerante rabino Sergio Bergman, que en los últimos meses acompañó en tono místico a los integrantes de la SRA en los seminarios de formación cívica para sus asociados. Aplaudido de pie luego de diez minutos de charla, habló de “la profunda originalidad cívica” de la Mesa de Enlace, de la tarea de “capitalizar lo aprendido para ir para adelante” y de la relación orgánica con los partidos. “La Mesa no quiere tener esa representación, la asumió con hidalguía, pero ahora le piden a los partidos políticos que la asuman y respeten a la ciudadanía”.

La sala estaba dividida en dos por una valla. De un lado, los vip: dirigentes políticos y gremiales de fuste, cuyas muñecas mostraban pulseras plateadas. Del otro, los “productores”, ese conjunto especial que desde hace un año peregrina por las rutas buscando micrófonos para descargar pesares. Entre ellos Clara Díaz, descendiente de los Roca, de los Juárez y de los Allende, con la sangre de tres generaciones en suelo argentino, “sin una sola gota de sangre italiana, ni francesa”, se paseaba enojadísima con los Kirchner pero también con los libros de historia que han hecho de su pariente don Julio Roca “un genocida”: “¡Si todo el sur no estaba lleno de indios –-dice– sino de chilenos!” Más atrás, buscaba una silla Alejandro, un productor con 635 hectáreas al norte de la provincia de Córdoba, que no sólo alardeaba de sus años de antigua filiación política en el Movimiento Todos por la Patria y el Modepo, sino también de sus andanzas durante la época de la plata dulce “¿Sabés que hacía?, empeñaba el campo en una financiera y con los dos millones de pesos que me daban me iba a Europa y vivía como un rey”.

Segunda

En tanto, en el escenario, llegaba el turno de los cuatro de la Mesa de Enlace. Organizados temáticamente, recorrieron hitos, asuntos pendientes y proyecciones políticas y gremiales para el resto del año. Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural, abrió el fuego con un balance: a esta altura del año pasado, dijo, en el gobierno estaba Alberto Fernández, Urquiza en Agricultura, Lousteau en Economía y Picolotti “¡Se acuerdan de Picolotti, la de los incendios!”, clamó. “Todos desaparecieron, no queda ni uno solo, sólo quedan los mismos problemas de entonces”, aseguró. Habló de Cobos, “de un vicepresidente que todavía volaba en aviones presidenciales y se sacaba fotos con la Presidenta”, de un país “donde los mellizos más conocidos eran los Barros Schelotto” y donde el único Buzzi reconocido se escribía con doble ese. Y nuevamente, como si nunca se hubiese reunido con Julio De Vido a diseñar una lista de propuestas, habló de exportaciones “cuotificadas” y de la Oncaa. Hubo silbidos en la sala por Guillermo Moreno aunque nadie lo nombró. Nuevamente, abucheos.

Enseguida pasó a las elecciones. En octubre de 2007, recordó, la tapa de la revista de la SRA decía “cosecharás tu voto”: “No debemos cosechar nuevamente lo que cosechamos hasta ahora”. Dijo: “Amigos de la política los desafío a unirse, no en un frente sino en una postura, frente a las cosas no es necesario renunciar a la individualidad”. Y como lo viene haciendo entre sus socios, pidió a los partidos habilitar espacios para controlar y fiscalizar los votos en las próximas elecciones: “Que no son una pista de prueba, porque para el 2011 falta un siglo”.

Enseguida, le tocó el turno a Carlos Garetto de Coninagro y tras él Buzzi, con zeta, tomó la palabra.

“Antes que nada quiero pasar un aviso parroquial”, arrancó. “Me dicen que en Seres y en Selva está la Gendarmería fotografiando las camionetas de los productores.” La sala, obviamente, clamó. “¡Basta de aprietes!”

Con fisuras en la Federación Agraria por su relación con la Mesa de Enlace y acicateado por De Angeli, Buzzi subrayó cuantas veces pudo aquello de que estamos juntos pero somos diferentes. “Y claro que éramos diferentes”, dijo al recordar el 12 de marzo de 2008 cuando una grúa le levantó el auto mal estacionado y tuvo que correr a 140 kilómetros por hora en la autopista para llegar a la conferencia de prensa. “Veinte minutos bastaron para ponernos de acuerdo”, explicó. “Nos unió el espanto y aprendimos a caminar desde el pluralismo respetando las diferencias”.

Enseguida pasó revista a las demandas pendientes. Con un problema: uno de los diez puntos del decálogo que la Mesa presentó a la oposición (ver aparte) exige suspender las retenciones o segmentarlas. La suspensión implica quitarlas, algo con lo que hasta aquí los federados parecían no estar de acuerdo. Durante su intervención, Buzzi pareció justificar su apoyo a ese punto y su corrimiento al sector empresario. La leche, dijo, por la que los tamberos reciben entre 60 y 70 centavos por litro, siguió subiendo de precio en las góndolas: “Por lo tanto es una mentira que las retenciones sirvan para desacoplar los precios, eso quiere decir que nos convierten en proveedores de un fracaso”.

No “somos ni destituyentes ni golpistas”, agregó. “Nadie apuesta a un helicóptero, queremos ser parte de un país grande”.

A esa altura, según el locutor los cortes parecían estar en todos lados. Llegaban a Laprida, 9 de Julio, Villegas, 25 de Mayo, Chivilcoy, Pigüé, San Antonio de Areco, San Andrés de Giles y en la sala aparecían adhesiones hasta de Raúl Castells.

El cierre finalmente estuvo en manos de Mario Llambías, anfitrión del acto organizado por la Confederación de Sociedades Rurales y de Carbap. Para hablar, Llambías dejó por un momento su silla, evitó situarse en una tarima como sus antecesores, dio una vuelta frente a la mesa donde los oradores lo seguían con la mirada firme escoltados por cuatro banderolas azul y blancas y en la punta del escenario, pegado a las filas del público, se tocó la camisa a cuadros antes de hablar. Arrancó con uno de los párrafos más claros: “El campo hasta ahora no participó en política ni discutió con los partidos las plataformas para el agro, pero la Argentina cambió, el campo sabe que tiene poder económico importante y presencia territorial y quiere conseguir y poner puntos básicos para que el conjunto del país se integre”. Entonces dejó clara la intención de no cortar el diálogo con el gobierno: “Vamos a seguir luchando en la ruta, en el Congreso y la reunión con el Ejecutivo”.

Clara Díaz, de capelina de colores pastel, con su coqueta carterita hippie haciendo juego, abandonó detrás de ellos la sala. Buzzi y de Angeli se juntaron a hacer unas fotos. Una de las dos barras de bebidas ubicadas a los costados de la sala vacía vendió cientos de Coca Colas y de botellas de agua mineral. Los muchachos de la barra transpirados miran orgullosos su sala de Forja que había comenzado a vaciarse. La Mona Jiménez, dicen, es la única que la llenó.

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