Dom 15.03.2009

EL PAíS  › LA CAMARISTA DE ROSARIO LAURA COSIDOY Y LOS JUICIOS POR LA VERDAD

Excusas, recusas y la relación con Galtieri

› Por José Maggi

Desde Rosario

@Laura Inés Cosidoy es camarista federal, con más de 30 años en el fuero y un perfil de enfrentar el narcotráfico. Hace meses, se hizo conocida por excusarse en el tribunal que tiene que juzgar al terrorismo de Estado en la provincia, alegando que fue defensora oficial durante la dictadura. La Corte acaba de rechazar su excusación y ella espera ser recusada por la querella y también por los defensores. Rosario/12 entrevistó a la jueza, que hizo afirmaciones inquietantes como que el ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri le salvó la vida, que ella le tiene afecto y que considera que hay “defensores de los derechos humanos que pusieron bombas durante el Proceso”. Para la camarista, “si hay civiles que pueden haber sido cómplices de la dictadura, o no haber querido ver, también creo que puede haber gente en este momento que esté luchando por los derechos humanos o que esté ocupando cargos públicos y que se pueda dar el lujo de decir que puso bombas”. Cosidoy explicó que se excusa porque “emocionalmente es muy difícil generar en las partes esa seguridad de imparcialidad que las partes tienen que tener” y que si la recusan “voy a apartarme”. La jueza fue reconocida por Rafael Bielsa por haberle salvado la vida. Cosidoy explica que el que “la escuchaba” y hacía posible que ella salvara a alguien era “Galtieri. Les guste o no les guste. Creo además que le debo la vida a Galtieri, porque para el resto de los que eran las fuerzas de operaciones que integraban militares y policías, mi cabeza no valía dos pesos. Se han inventado muchísimas historias en relación a Galtieri y a mí, pero también se inventaron con jefes de policía y con ministros. Realmente no me importa, porque sé el respeto que yo tuve y la conducta mía, así que en ese sentido estoy absolutamente tranquila y no tengo ningún derecho a negar que era escuchada al punto de que me salvó la vida”. “Me quisieron matar. Fue antes el Mundial ’78. En ese momento no supe, recién ahora estoy poniéndole cara a los relatos. Entonces eran apodos: el Chino, el Potro, el Burro. Galtieri me llamó por teléfono una tarde para que fuera al Comando que quedaba en Córdoba y Moreno, y me estaba esperando en el escritorio. Por lo general nos sentábamos en los sillones, y creo que en ese momento él suponía que yo estaba más alertada del tema, que conocía algo, e intentó darme tranquilidad, pero finalmente me tuvo que contar lo que pasaba porque lo ignoraba totalmente.” Para la jueza, la dictadura “fue de terror, realmente de masacre, y ojo que hablo de época de terror, porque tengo en cuenta bombas de los dos lados. Pero en este caso estamos hablando de represión del Estado. La mía es una generación que pasó por muchas cosas, desde Isabelita con López Rega y la Triple A, empezaron a salir facciones de todo tipo. Incluso en la época que estuve en la Corte, no sabíamos de dónde podían venir los balazos y se desató una guerra donde realmente a partir de ahí era la fuerza del Estado, impartiendo terror”. Pero aun así, Cosidoy piensa que lo que vivió, “muy al comienzo, fue una guerra que se presentó con los hechos de Tucumán, más los hechos de violencia en el resto del país, muy en esbozo porque al muy poco tiempo se notó quiénes estaban de un lado y quiénes del otro. De verdad me parece terrible lo que pasó. Yo tenía defendidas jovencitas, y qué convicciones podían tener, en el fondo cuando se metieron, al principio, era que estaban jugando a los cowboys y fueron usados mal. En fin, con convicciones o sin ellas fueron aplastados horriblemente. Son historias que cuesta creer que uno vivió en la misma épocas y cuántas otras no vio, o no conoció. A mí me es difícil explicar que vivía acá, que era defensora oficial del tribunal federal, que podía entrar al Comando y hablar con el general y yo no sabía que había lugares clandestinos de detención y cuando hablaba, incluso lo de Bielsa, diciendo que lo habían chupado. Y uno se imaginaba una Falcon Gris (sic) pero no se imaginaba cómo, dónde y para qué. Es difícil de contar y de ser creído”. Sobre la tortura, la jueza dice que “tuve los relatos, pero sin lugares físicos, sin caras ni nombres. Pero qué beneficio hubiesen tenido si yo no hubiese aceptado lo que pasaba y me iba. Yo no puedo evitar lo que les había pasado para atrás, pero podía hacer que se sintieran personas, y dejar por escrito lo que les había pasado. Están escritas las historias de las personas tal como me las narraron”.

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