EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por Luis Bruschtein
Kirchner amaga con una lista testimonial con el gobernador y los intendentes y el vicepresidente Julio Cobos, que está a punto de reintegrarse al principal partido de la oposición, dice que todo es una aberración. Y no queda claro si lo aberrante es la lista de Kirchner o que la oposición gobierne y se oponga al mismo tiempo. Lo que queda claro es que la política argentina da sorpresas.
La primera vez causó risas porque parecía un chiste. Se lo había dicho Kirchner a CQC con gesto cómico. Y al poco rato todo el mundo empezó a tragar sapos, hacer cuentas, sacar deducciones y promover declaraciones. Si había intendentes haciendo picardías, seguramente les ardieron las orejas. Las usinas mediáticas se pusieron al rojo con la nueva estrella, la lista testimonial. Repuesta de la sorpresa, la oposición esgrimió el contraargumento formal: no se puede votar a quien no va a asumir. Y la respuesta oficial: todos sabrán eso, pero al mismo tiempo será una muestra del compromiso con el modelo, que es la discusión de fondo.
Lo formal y lo de fondo son una amalgama indistinta en la política donde a veces lo formal resulta de fondo y en otras el fondo es secundario con respecto a la disputa de poder. Por lo general, el fondo tendría que ser más importante que la forma, pero la mayoría de las veces no es así. Los políticos rehúyen las definiciones de fondo porque si hacen demasiadas precisiones recortan el amplio abanico de votos que necesitan para ganar las elecciones. Entonces los debates electorales se limitan a la forma, y a consignas muy generales recubiertas con un celofán republicano que les evita hablar de la sociedad y la economía.
Si Kirchner dará ese debate no está garantizado por la lista testimonial. Lo que sí está planteando es que se dirige a disputar las elecciones de esa manera, como una batalla decisiva.
En el horizonte declarativo, la oposición quiso bajar el perfil de estas legislativas, pero en realidad fue la que primero dispuso sus fuerzas como si fuera a dar una pelea por el campeonato. La estrategia oficial podría haber sido bajar el perfil o alinear sus fuerzas como lo habían hecho sus adversarios. Y eligió el segundo camino.
Se concrete o no la lista testimonial, el Gobierno está diciendo que encara estas elecciones asignándole explícitamente una importancia fundamental. Los gobiernos de Alfonsín, Menem y De la Rúa quedaron desarbolados después de elecciones similares.
“No nos van a torcer el brazo como le hicieron a Alfonsín”, fue una frase que le asignaron a Kirchner durante la disputa por la 125. Ese referenciamiento con el ex presidente radical es un aura que circula sobre los dos Kirchner como si se reconocieran en las intenciones de cambio del Alfonsín del ’84 y al mismo tiempo temieran el contagio con la imagen del ex presidente en los últimos años de su gestión, ya debilitado, cediendo terreno y empujado al abismo. El Alfonsín que en pocos años pasó del clamor de las masas a una soledad de exilio.
“Yo no soy candidato, así que mi gobierno no está en juego”, fue la frase utilizada por De la Rúa ante las elecciones legislativas que prologaron su caída. Kirchner podría haber dicho lo mismo, pero hubiera sido hacer como el avestruz, negar una realidad que estaba instalada desde el conflicto por la 125.
Optó por jugar a fondo con las herramientas que tiene. Hizo eje en sus discursos en la confrontación entre dos modelos y dejó trascender la idea de la lista testimonial. La cuestión de los modelos tiende a captar la atención de una clase media que ha sido muy favorecida por el crecimiento del mercado interno en estos años, pero que a contrapelo de sus intereses aparece seducida por propuestas que necesariamente limitarán su prosperidad actual en función de otros actores sociales.
Francisco de Narváez está en campaña desde hace más de dos años. En eso lleva una ventaja sobre sus competidores del kirchnerismo, el radicalismo y la Coalición Cívica que todavía no tienen listas. Sin candidato a presidente y sin asentamiento territorial había logrado ya una performance destacada en el 2007. Los analistas deducen que su performance es un efecto contracíclico hacia la derecha tras lo que es visto por ese sector como un gobierno de ocho años con políticas progresistas y heterodoxas, influido también por el desgaste de la conflictividad y la problemática de la inseguridad.
Desde el kirchnerismo, no se preocupan tanto por el efecto “campo” en el interior bonaerense, que nunca le fue totalmente favorable, y piensan que no será allí donde la disputa de votos sea más intensa. Les preocupa, en cambio, un efecto “derrame” del clima político de la Capital Federal –que siempre le fue más hostil– sobre el primer cordón del conurbano. En el segundo y tercer cordón afirman que Kirchner ganaría con mucha ventaja, más de 15 o veinte puntos de diferencia. El centro de la disputa busca contrarrestar la “mala onda” porteña en los distritos vecinos a la Capital que es donde la imagen de De Narváez ha tomado más envión.
Kirchner trató de contener hasta último momento a Schiaretti y Reutemann, pero el peso de las encuestas locales está llevando un alejamiento bastante parecido a la ruptura. Las perspectivas kirchneristas en la Capital, Santa Fe y Córdoba tienen mal pronóstico y necesita sacar la mayor ventaja posible en la provincia de Buenos Aires para redondear un número decoroso a nivel nacional y evitar una sangría parlamentaria que paralice al Gobierno. La presidencial del 2011 quedó por ahora fuera de especulaciones. Con el fantasma de la salida anticipada de Alfonsín, el objetivo está puesto en conseguir cierta tranquilidad en los dos años de gestión que le faltan a Cristina Kirchner.
En los ’80, desde su mismo entorno le aconsejaban a Alfonsín que expresara también un discurso más orientado a los trabajadores y las capas más humildes de la población, donde muchos lo habían votado en el ’83. Sin embargo, tenía gran empatía con las capas medias y no encontraba la forma de comunicarse a otros niveles. En el caso de Kirchner, funciona al revés. Los intendentes que asistieron a los famosos actos de los martes en el conurbano reconocen la llegada de su imagen a nivel popular, pero no faltó alguno que se quejara. “Todo bien, pero por favor, que diga algo para la clase media”, rezaba uno de los jefes municipales más involucrado en el proyecto kirchnerista.
La polémica lista testimonial con Scioli, completaría el ingrediente que necesita. Kirchner traccionando a los sectores más humildes y capas medias bajas del segundo y tercer cordón, y la figura del gobernador tratando de disputarle votos a De Narváez. Resulta paradójico que en este momento la estampa reactualizada de Alfonsín le tienda una mano a Kirchner. Porque no le saca votos y seduce, en cambio, a un voto radical que se estaba inclinando por De Narváez. Lo que crezca el radicalismo será en detrimento del candidato empresario.
Mientras los tiempos electorales se van haciendo más cortos, la Capital Federal quedaba vacía y en la provincia de Buenos Aires se anunciaba la Semana Santa con más afluencia de turistas de todos los años. Porteños y bonaerenses se tomaron sus segundas vacaciones del año para aplacar el estrés que producen las cifras sobre la crisis que publican los medios. Y en San Isidro el intendente Posse desistía del muro de estupidez con el que pretendía disminuir la delincuencia. Poco a poco, todo se va convirtiendo en campaña.
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