Dom 19.04.2009

EL PAíS  › LOS PRESIDENTES DE AMERICA DEL SUR QUEDARON CONFORMES CON LA REUNION QUE TUVIERON CON BARACK OBAMA

Este es el comienzo de una hermosa amistad

El mandatario norteamericano escuchó y respondió los planteos de sus pares sudamericanos. Prometió que no habrá injerencias en los asuntos internos de los países de la región. Reiteró que cambiará la política hacia Cuba, pero evitó una definición puntual sobre el bloqueo.

› Por Fernando Cibeira

Desde Puerto España

“¿Quién apagó la luz, muchachos?”, bromeó Barack Obama cuando los fotógrafos entraron en malón a tomar imágenes del encuentro que mantendría con los presidentes de la Unasur y accidentalmente alguien bajó la perilla. Obama añadió entonces que esperaba que el encuentro resultara menos accidentado que ese inicio, y podría asegurarse que así fue. El presidente de Estados Unidos escuchó a sus pares de América del Sur y tuvo una respuesta para cada uno. Prometió que durante su gestión no habrá injerencias en los asuntos internos de los países de la región y dejó conformes a todos, que luego hablaron de la evidencia de un cambio. “Es una reunión hasta hace poco impensable, democrática. Es un adelanto importante en las relaciones de la región”, resumió la presidenta Cristina Kirchner. Obama hasta se llevó un libro de regalo: Hugo Chávez lo estaba esperando con un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.

El encuentro arrancó temprano, a las 8.30, previo al inicio de las sesiones de la Cumbre. En una mesa en U se fueron ubicando los presidentes. Obama saludó a cada uno. Chávez, de campera azul y camisa roja, lo sorprendió de nuevo, esta vez con el obsequio. “Con afecto”, leyó el norteamericano en la primera página el libro autografiado. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, que habla inglés, le explicó que era un libro de un prestigioso escritor uruguayo que revisaba la historia del continente. “Ah, yo pensé que era de él”, respondió Obama, en referencia a Chávez. El norteamericano tendrá que buscarse un traductor porque el ejemplar que le regalaron está escrito en español.

Obama y la titular pro témpore de la Unasur, Michelle Bachelet, se sentaron a la cabecera y pronunciaron un breve mensaje de introducción. “Vengo a esta reunión sabiendo que tengo mucho que aprender y con muchas ganas de escuchar: como me decía mi abuela, escuchando se aprende”, se anticipó el norteamericano, y enumeró de los temas que le gustaría dialogar: energía, economía y seguridad.

Pero una cosa es querer y otra es poder, sobre todo cuando uno se propone como uno más de la barra, como hizo Obama. El primero en hablar fue Evo Morales y, según comentarían luego integrantes de la comitiva que participaron del encuentro, resultó el expositor más duro. El presidente boliviano relató el último intento de golpe institucional que sufrió, en septiembre pasado, del cual formó parte activa el embajador norteamericano en La Paz, Philip Golberg. Evo resolvió entonces expulsarlo. Según comentó, la embajada de Estados Unidos no dejó de actuar de la misma manera, lo que lo llevó a echar al segundo de la representación diplomática. Morales comentó que veía hablar mucho de cambio pero que él no veía cambios en la política de Estados Unidos hacia Bolivia. Y, concretamente, le pidió a Obama que respondiera si condenaba el intento de magnicidio que Evo asegura haber desbaratado días atrás, cuando la policía boliviana abatió a tres extranjeros en la provincia de Santa Cruz.

Obama escuchó a los doce presidentes con atención, tomó notas y luego hizo un comentario sobre lo que habían dicho. Los diplomáticos argentinos no recordaban un antecedente de un presidente norteamericano tomándose ese trabajo.

A propósito del intento de magnicidio, el norteamericano dio la sensación de no saber muy bien de qué le hablaban. Pero a Morales le respondió algo que repetiría en varias oportunidades en esa reunión y luego en la cumbre en general. Que hacía apenas tres meses que había asumido y que todavía su gestión no había llegado a controlar todos los resortes de la administración. Tampoco que las cosas se podrían modificar de un día para el otro, pero aseguró que en su gestión eso que contaba Evo Morales no volvería a suceder.

Evo pidió que se levante el bloqueo a Cuba y que la isla participe de la próxima Cumbre de las Américas, algo que en mayor o menor medida repetirían los doce mandatarios de América del Sur. Hasta el colombiano Alvaro Uribe –a quien se podría considerar más a la derecha de todos los presidentes sudamericanos– reclamó el fin del embargo.

Obama ratificó lo dicho el viernes en su discurso inaugural, que cambiaría la política que tuvo su país hacia Cuba. Con todo, de nuevo esquivó una definición puntual sobre el bloqueo. Pero en las comitivas sudamericanas habían evaluado positivamente las declaraciones de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que consideró un error las medidas que su país había puesto en práctica respecto a la isla. “Eso sólo justificó la cumbre”, definió Cristina Kirchner a propósito de la promesa de Obama sobre Cuba.

Lula le recomendó al norteamericano que enviara a Hillary –estaba sentada detrás del presidente– o a algún otro funcionario para que visitara pronto Venezuela y Bolivia, como forma de distender rápidamente las relaciones con los dos países sudamericanos con los que la Casa Blanca había tenido más problemas últimamente. El brasileño también planteó una moción que la presidenta argentina retomó luego con entusiasmo: la inconveniencia de que funcionarios norteamericanos opinaran con liviandad sobre asuntos de los restantes países del continente. “Eso no contribuye a mejorar el clima en la relación en las Américas”, subrayó Lula. Luego de los episodios con los fiscales del caso Antonini Wilson y, más recientemente, con el jefe de la CIA, Leon Panetta, Cristina Kirchner también puso énfasis en este punto.

“Qué bueno que Obama tome nota y responda algunos de los interrogantes que tenemos nosotros”, comenzó diciendo Chávez, encantado en esta cumbre con el presidente norteamericano. “Los Estados Unidos deben romper con esa concepción de vernos como el patio trasero”, le marcó el venezolano, que decidió restablecer las relaciones diplomáticas con ese país y reponer a su embajador en Washington, para lo cual designó al actual representante de Venezuela ante la OEA, Roy Chaderton. Morales también manifestó su disposición a retomar el vínculo con Estados Unidos.

A Cristina Kirchner le tocó ser la última, por lo que comenzó diciendo que quería resumir lo que habían dicho los otros presidentes. Que el cambio en las relaciones –“el nuevo orden regional” que propuso en su discurso del viernes– “requiere de una actitud diferente de los Estados Unidos, de no injerencia en los asuntos internos de cada país”. La Presidenta le subrayó que las prevenciones de los mandatarios de esta parte del mundo respecto a Estados Unidos tienen sus motivos en la historia de “lo que ha pasado y de lo que aún pasa”.

Concluyó con la idea de que Estados Unidos debe construir un “liderazgo responsable”. Le mencionó que su país había buscado ser la primera potencia mundial, lugar al que llegaron por factores económicos, militares y políticos. “Eso también exige que ese liderazgo sea responsable. El liderazgo del presidente Bush fue de absoluta irresponsabilidad”, subrayó. Por último, contaría luego la Presidenta, “también le deseé suerte”.

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