EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
La campaña más larga de la historia ingresa en su última fase. La cuenta regresiva tiene un final visible. Al conocerse los candidatos, se afinan las preguntas de los encuestadores. En el plano táctico, la contienda se torna más compleja que meses atrás. Por aquel entonces, “la oposición” disimulaba sus cuitas internas y se consagraba, unánime, a limar al oficialismo. Ahora, ya lanzada la competencia y con sondeos en mano, la lucha se disemina en varios terrenos a la vez. Está en juego la suerte del oficialismo pero también las posiciones para las presidenciales de 2011, la disputa horizontal entre el panperonismo y el panradicalismo, con todas sus estribaciones interiores.
Las querellas asomaron en la formación de las listas y en los lanzamientos, se ahondan a medida que se busca el voto.
Felipe Solá fue uno de los más castigados, fue relegado a un incómodo segundo lugar, es solapado en la campaña. Varios de sus candidatos (empezando por Jorge Sarghini y siguiendo por su pareja, María Helena Cháves) fueron desplazados con modales abruptos o sutiles. “Felipe” es poco acogido en los creativos spots de Francisco de Narváez.
En otras tiendas, también se cuecen habas. Un favorito de Julio Cobos fue defenestrado por Elisa Carrió en Buenos Aires, el mismo vice fue omitido en los actos de lanzamiento. El mendocino se consagra a pelear su distrito y se sienta en la vereda a ver cómo le va al Acuerdo Cívico Social en los distritos en los que quedó afuera. Hermes Binner evita el estrépito pero no hay trazas de Lilita en territorio santafesino.
Estas discordias se hacen conspicuas, los protagonistas tratan de maquillarlas. “Felipe”, “Francisco” y “Mauricio” se instalan en la vidriera de un bodegón a comer jamón serrano juntos. La primera pregunta de los movileros es si están peleados, nada garantiza que la respuesta obvia horade un instalado sentido común.
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Más en general, la oposición de centroderecha interpela a un target determinado, tratando de ganarse su favor a costilla de otros integrantes del “Frente para el rechazo”. El target puede ser generoso en número, jamás es infinito. Hay un juego de suma cero entre quienes ayer se prodigaban caricias mientras le hacían el aguante al “campo”. Gabriela Michetti y Carrió comienzan a cuestionarse, las encuestas (de las que todos reniegan de boca para afuera) auguran un 60 por ciento del padrón porteño para repartir y a la vicejefe en punta. Las posibilidades de la Coalición Cívica de penetrar en el “otro” cuarenta por ciento son exiguas, la lucha se centraliza en la rival principal.
Son juegos de suma cero, o casi. Luis Juez abomina de los radicales cordobeses que consagran más libido a tirar de sus talones que a denostar a Juan Schiaretti que los corre de atrás. Las estocadas mutuas entre quienes pudieron ser aliados son de resultado incierto, pero alguien quedará herido, a la postre.
Margarita Stolbizer y Binner tienen un argumento común para cuestionar en block a sus dos contendientes: los peronistas se unirán tras el comicio. Es un razonamiento interesante, que refuerza la identidad propia. Quizá no sea lo más aconsejable para convocar a justicialistas en tránsito a quienes quizá la homologación les suene un poco gorila. Pero hablar es exponerse, también definirse, también renunciar.
Que lo diga el lacónico Carlos Reutemann, el niño mimado del establishment económico y mediático, que pierde la calma cuando lo critican. Asocia cuestionamientos periodísticos con el nazismo. Los grandes medios, que suelen reaccionar como leche hervida ante tales diatribas, se lo dejan pasar. Aun así, algunos reporteros amigables le señalan su desmesura. El ex gobernador se percata de haberse excedido, confiesa que “se le soltó la cadena”. Cuando se lo escucha victimizándose primero y disculpándose después se añoran las oraciones unimembres de su discurso habitual.
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De Narváez sacó ventaja por su temprana instalación. Un personaje casi ignoto, aumentó sideralmente su conocimiento público y arrancó como la mayor sorpresa electoral para junio. Las encuestas de los últimos días coinciden en señalar un parate o aun una merma en su intención de voto. Esos guarismos deben tomarse con pinzas, por varias razones. Las urnas están muy lejos de la percepción ciudadana, la irrupción de un candidato tan potente como Néstor Kirchner suele coincidir con un repunte en su intención de voto. Pero también existen elementos lógicos para suponer que este tramo de la campaña será distinto y más peliagudo para el empresario-diputado.
Es que la visibilidad, imprescindible de cara a un electorado masivo, tiene contrapartidas. El millonario ostenta su condición, queda supeditado a que se hurgue cuánta plata tiene, desde cuándo, a qué huele ese dinero. Se franquea: está gastando un dineral en la campaña. Habrá votantes que piensen que, siendo rico, no precisará robar. Pero también cundirá un sentido común más universal que argentino: ningún capitalista pone dinero sin esperar una compensación futura. ¿Cómo se resarcen decenas de millones de pesos? ¿Serán un gasto a fondo perdido o una inversión?
A nadie le conviene aparecer en una causa penal, De Narváez no es la excepción. Sus allegados reconocen que ese es el punto que lo conturba en estos días. Mauricio y Gabriela, delicadamente, hacen mutis: de eso no se habla, el electorado porteño les es grato pero es quisquilloso ante el olor a efedrina. Apenas Solá se digna defenderlo. El empresario, en tanto, responde de modo zigzagueante. Primero cuenta que se le traspapeló el aparato Nextel del que salieron las tres llamadas. Durán Barbas mediante lo reencuentra y entrega a la Justicia. Recorre redacciones avisando que recusará al juez Federico Faggionato Márquez. Es un disparate, los testigos no pueden recusar a un magistrado, esa es una facultad de las partes. Quizás el Colorado ignore todo sobre el procedimiento penal, quizás haya sido inducido a error porque uno de sus abogados (Mariano Cúneo Libarona) lo es también del sospechoso Mario Roberto Segovia, alias Héctor Germán Benítez. Como fuera, algún formador de opinión recoge sus añagazas y las hace suyas. El periodismo político, opina este cronista, debe sincerar sus valores e ideología sin renegar del apego a los hechos. En estas comarcas muchos “periodistas independientes” hacen prolijamente al revés.
En todo caso, la fortuna, su uso indiscriminado, la relación con un procesado de marca mayor, el maltrato a “Felipe”, la distancia que toman los socios porteños son moneda corriente en la discusión pública. Mayor exposición es mayor vulnerabilidad, más allá de lo aleatorio del dictamen actual de las encuestas.
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Página/12 quiere conocer cómo van los números en una provincia bien peronista, cuyo gobernador aspira a ganar con holgura. Llama a un consultor reconocido, que lo asesora. “Mi gobernador no quiere divulgar las encuestas”, es la respuesta. La explicación: le va bien pero adelantar guarismos optimistas puede hacer que los compañeros se relajen o generar expectativas desmedidas. Un punto porcentual debajo de los pronósticos puede resultar mal negocio. Esa lógica cunde entre “los gobernas”, conformes mientras Kirchner centralice sus afanes en Buenos Aires. Lo suyo es amurallar el territorio propio, ganar de local y con ese caudal esperar al 29 de junio. Con mucha menos implantación territorial que el peronismo, la oposición practica un juego no muy diferente, si se mira bien.
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