EL PAíS › OPINION
En cada pago, un mapa político distinto. Todos los presidenciables se juegan. Los cambios en las encuestas, un nuevo sentido común. Lole ya no pasea en Santa Fe. Abismales diferencias entre sondeos, alguien se equivoca. Rivales que buscan la misma táctica: una convergencia rara. Reflexiones sobre las peripecias y las constantes, la crónica y la historia.
› Por Mario Wainfeld
“Los consultores políticos vivimos la vorágine de las campañas y del poder. Trabajamos para cambiar la realidad y, para hacerlo, necesitamos hacer estudios a ritmo vertiginoso. No usamos encuestas realizadas varias semanas atrás porque sus datos ya no reflejan la realidad concreta que debemos trabajar. Según avanzan las campañas, necesitamos encuestas quincenales, semanales, diarias. No podemos emplear mucho tiempo en analizarlas porque mientras lo hacemos, nuestro cliente puede haber sido derrotado. Tomamos decisiones rápidas, en base a información fresca. (...) Somos como los periodistas: nuestros trabajos deben estar listos ahora porque mañana es muy tarde (...). Los consultores tenemos clientes que quieren triunfar y vivimos de los honorarios que ganamos por nuestro trabajo. Por esto se nos trata de ‘mercenarios’. No somos ni militantes ni analistas. Estamos en el libre mercado, cobramos mejor si tenemos más experiencia y triunfos.”
Jaime Durán Barba en “Opinión pública. Una mirada desde América Latina”, de María Braun y Cecilia Straw.
Tenían razón los que decían que no habrá un plebiscito el domingo próximo: habrá varios. La gobernabilidad hasta 2011 y las perspectivas de los posibles postulantes a la presidencia se dirimen dentro de siete días. La expresión “plebiscito” vale para señalar que es una jornada decisoria, pero su sentido binario es impropio para designar a un tablero plural, esquivo a la simplificación. Cada distrito es un mundo y en unos cuantos se arriesga la suerte futura de protagonistas de primer nivel. No hay dos mapas políticos idénticos en las provincias más grandes, digamos en Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán. La disparidad es la regla.
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En la variedad está el gusto: Todos los presidenciables apuestan mucho, tanto los que salen a la pista (Néstor Kirchner, Daniel Scioli, Carlos Reutemann, Elisa Carrió) como los que están representados por otros (Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos).
La ansiedad y los nervios de los protagonistas son más reveladores (y francos) que los discursos que relativizan la elección de medio término, las alusiones políticamente correctas a las elecciones de medio turno o a los avatares del sube y baja democrático. Ganar o perder por un voto (como señaló en un inusual rapto de sagacidad Lole Reutemann) cambia abruptamente el horizonte futuro.
El Frente para la Victoria es, en buena medida, una coalición de partidos provinciales unidos por la adhesión al oficialismo nacional. La oposición con mayor virtualidad es aún más dispersa. Elisa Carrió conduce el Acuerdo Cívico y Social (ACyS) en Buenos Aires y Capital. Pero la Coalición Cívica es muy minoritaria en Santa Fe, nula en Córdoba, rechazada en la Mendoza del vicepresidente. Hermes Binner es fuerte en Santa Fe, sólo en ella el socialismo compite por el podio. Luis Juez es una figura dominante en Córdoba, extramuros sólo un dirigente pintoresco.
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El encanto de la incertidumbre: Los escenarios imaginables se multiplican. ¿Qué pasa en el peronismo si ganan Kirchner y Reutemann? ¿Cómo se vertebrará la oposición si Cobos y Binner prevalecen en sus provincias? ¿Y si se cae una de las dos duplas? Adrián Paenza debería esmerarse para dibujar un instructivo que vaya paneando todas las alternativas.
El desenlace parece abierto, en muchos distritos relevantes. El final enigmático agrega nerviosismo y sal, como sucediera en la presidencial de 2003. Fue una isla en medio de una serie de comicios con desenlace cantado: los que ungieron a los presidentes Fernando de la Rúa y Cristina Kirchner, tanto como los parlamentarios de 2001 y 2005. Los vencedores se sabían, las incógnitas se confinaban en las diferencias o en disputas locales.
Para agregar ansiedad, las encuestas viraron en varios lugares. Hace un mes o poco más, se descontaba que Kirchner, Cobos y Reutemann dominaban sus distritos. Ahora, hay sondeos que lo ponen en duda.
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No hay día de paseo: Los números de los últimos días pueden haber reavivado remordimientos comunes en las filas de Reutemann y en las del oficialismo nacional. Kirchner le había ofrecido en bandeja la cabeza de la lista, un guiño para un matrimonio de conveniencia a plazo fijo, con vencimiento a fin de junio. Sumar juntos, dividirse luego, todo es posible entre compañeros. El ex gobernador hizo su cuenta, supuso que podía ganar sin mezclarse o, aun, que le era imprescindible diferenciarse para sumar apoyos. Su decisión pareció atinada durante cierto tiempo. Consultores avezados auguraban un desempeño formidable, eventualmente más de la mitad del padrón. Así fue, mientras corría solo contra Rubén Giustiniani, candidato a senador por el socialismo. Cuando Binner (el dueño de la representatividad del socialismo) se transformó en ariete de su partido, la ecuación varió.
Agustín Rossi arrancó de atrás y es un hecho que será tercero, no más. Pero su intención de voto sube y le resta a Reutemann. Hay suspenso, que no certezas.
Todas las provincias conjugan distintas realidades demográficas, geográficas, políticas y sociológicas. Es habitual que las capitales tengan comportamiento electoral distinto al “interior”. En Santa Fe hay un rizo peculiar. Rosario, la gran ciudad, marca la diferencia: es un bastión socialista desde hace años. Los justicialistas, para dominar el padrón general, deben minimizar la distancia en Rosario y hacerse muy fuertes en la capital provincial y el interior. Reutemann, cuentan los especialistas, la pasaría muy mal en Rosario. El resto quizá no le compense.
Otro enigma a develar es la magnitud del corte de boletas. Una encuesta flamante de la socióloga santafesina Nora Ventroni arroja 40,7 por ciento de intención de voto para Giustiniani contra 37,3 de Reutemann. Pero éste tiene casi diez puntos porcentuales más que sus compañeros que aspiran a la diputación. Para el tercero en discordia, Rossi, la ecuación se invierte: tiene 14,7 puntos, casi seis más que quien pugna con sus colores por la senaduría. Son muchos cortes de boleta. La empiria sugiere que, ante el encuestador, se amenaza usar mucho la tijera y que en el cuarto oscuro hay menos cortes. En tal caso, ¿la boleta se traccionará desde abajo o desde arriba? Un interrogante fascinante que también está de moda en Buenos Aires, candidaturas testimoniales mediante.
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Algunos se equivocan: Hay consultores que pronostican siete puntos de ventaja para Kirchner, versus colegas que atisban hasta cinco a favor de Francisco de Narváez. Doce puntos de hiato, gran divergencia: alguien se está equivocando.
El sesgo de las dos campañas confluye hacia la polarización. El empresario-diputado se propone como vehículo del voto útil. El kirchnerismo lo hace eje de todas sus diatribas, de casi todos sus mensajes. Los adversarios buscan lo mismo, exótica convergencia: alguien se está equivocando. En la mirada impresionista de este escriba el oficialismo le concede excesiva centralidad a su antagonista, agranda su visibilidad. Estas intuiciones jamás podrán corroborarse del todo, más vale.
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Poné empate: En derredor del vicepresidente se otea un horizonte estimulante, en la interna radical: éxito del cobismo en Mendoza, traspiés donde manda Carrió. Miel sobre hojuelas. Se blanden encuestas, se recuerdan vivencias cercanas: en la masiva y popular Fiesta de la Vendimia Cobos fue ovacionado, mientras el gobernador justicialista Celso Jaque cosechaba abucheos. Mendoza es una provincia de llamativa alternancia, entre peronistas y radicales: es sensato que teniendo un paisano en ascenso, el péndulo vuelva para el lado de los boinas blancas.
En Olivos se leen con fruición encuestas que hablan de un virtual empate. Así se celebra.
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Combatiendo en Capital: La primacía de Gabriela Michetti en suelo porteño no está puesta en duda, sí el segundo lugar del ACyS. Algunos consultores ven frenada la lista que encabeza Alfonso Prat Gay, otros (como Hugo Haime) informan que fue desplazada al tercer puesto por Fernando Solanas.
Los radicales despotrican contra lo que consideran manipulación de encuestas en Capital y provincia. Por debajo, se murmuran cuestionamientos a la selección de candidatos en ambos territorios, manejada por el dedo implacable de Lilita. Esos susurros (todo lo indica) se harán gritos si se confirman las profecías y devendrán silencio si los resultados son más propicios que los augurios.
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Temperatura y presión: Al cronista le resulta sugestiva la cita que encabeza esta nota. En parte, menor, porque enfatiza el profesionalismo y el resultadismo propios de la competencia electoral.
Pero, más especialmente, porque transmite el vértigo, la angustia y el inmediatismo de las campañas. Un microclima excitado pletórico de adrenalina y otras secreciones. Ese fragor incuba un microclima, quizá cada vez más ajeno a la cotidianidad de las personas de a pie. Los candidatos, sus asesores, los analistas, los periodistas se ensimisman en ese cosmos y, seguramente, pierden el valor de las proporciones.
La impresión del cronista es que la pulsión por explicar la carrera día por día induce a sobreestimar las peripecias. Algo así como si se dictaminara sobre la salud de un paciente midiéndole la presión y la temperatura cada tres horas y sacando conclusiones predictivas en cada toma. Cuando, amainado el oleaje, se relean estas elecciones, ¿será tanta la influencia del “efecto Alfonsín”, del mapa del delito, de “Gran Cuñado”, del traspié de Aníbal Ibarra en Telenoche, del debate porteño que se vio esta semana? Sin negar que todo puede impactar, la experiencia fuerza a pensar que hay tendencias firmes que se conservan, determinantes políticos, conductas repetidas o constantes de ciertos sectores sociales... En fin, que la crónica explica una parte de la historia, máxime si los que la escriben se subyugan demasiado por la espuma.
En todo caso, es racional recordar datos duros de los años recientes, que estarán sujetos a corroboración o cambio por los votantes. La primacía de los oficialismos provinciales, desde 2003. Como correlato automático, la preeminencia territorial del peronismo, en sus variados lemas. La capacidad de estos lemas de imantar el voto, cuanto menos, del 50 por ciento del padrón nacional. El alto piso del macrismo en Capital. La constancia del electorado radical cuando tiene ofertas aceptables y ciertas chances de competir. ¿Ocurrirán, serán esenciales? Lo que ya sucedió puede volver a suceder. Las series continuas algo significan, el jadeante relato día a día a veces las menoscaba. A veces, vaya usted a saber si será el domingo.
Falta una semana, apenas. Posiblemente, como en la tragedia griega, el destino está determinado. Pero ni los protagonistas ni el coro saben a ciencia cierta cuál es.
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