Dom 17.11.2002

EL PAíS

El equilibrio entre ser y preservar la imagen

› Por Martín Piqué

Quienes lo conocen saben que Eduardo Duhalde es un hombre que se siente a gusto cuando ejerce el rol de conductor. Y que lo disfruta aún más cuando lo ejerce en solitario, a contrapelo de sus seguidores, y hasta oponiéndose a sus deseos. Es un recurso que le permite reconocerse como un estratega, y luego, si la cosa salió bien, exhibirse como el único dueño –y tutor– del éxito. Ese estilo se combina con un delirio avezado por las encuestas y una insistente experimentación con los eventuales candidatos afines a su proyecto. Así sucedió con su esposa, Chiche, cuyo nombre comenzó a circular en las últimas dos semanas como la gran apuesta para fortalecer la coalición antimenemista. Una apuesta que, con el fracaso del diálogo con el FMI, el Gobierno empieza a relativizar.
Para Duhalde funcionó como una prueba, pero José Manuel de la Sota, quien desea que Chiche lo acompañe en la fórmula, asumió el ensayo muy en serio: “Si ella aceptase ser candidata a vice nos llevaríamos muy bien”, dijo hace una semana por TV y ante la primera dama. Sin embargo, el Gobierno parece haber cambiado sus prioridades, a partir de la discusión con el FMI y la decisión de no pagar el vencimiento de una deuda al Banco Mundial. “Ahora la prioridad es poner todo en orden”, se convencían dos funcionarios del Ejecutivo, el viernes a la mañana. “Si nos quedamos un día más puede ser la muerte”, decían, preocupados por los efectos de un fracaso definitivo en la búsqueda de un acuerdo con el FMI.
En concreto, algunos miembros del gabinete piensan que Chiche, finalmente, no competirá por ningún cargo “a nivel nacional”. Según esa visión, la candidatura a vice implica “mucha exposición”, y encierra un riesgo que se potencia ante las incierta negociación con el organismo que preside Horst Koehler. Mientras tanto, la primera dama se mantiene en reposo por un cuadro de mononucleosis, que le frustró un viaje a la República Dominicana para asistir a la cumbre de jefes de Estado, y la alejó por un rato de las pantallas y la aparición pública. Sin embargo, su figura sigue siendo la más convocante entre los duhaldistas. “Tiene que ser candidata porque representa realmente a la provincia”, argumentó ante Página/12 un intendente del sur del conurbano.
Aunque ninguno le discute su labor social con los planes jefes y jefas de hogar, lo cierto es que Chiche no logra el mismo entusiasmo entre los dirigentes del PJ bonaerense. Los que se manejan con más autonomía temen que su figura permita a Duhalde eternizarse en el distrito. Entre los candidatos a presidente, en tanto, la cuestión está bien definida: De la Sota quisiera verla a su lado, y para eso hizo todo lo que pudo y aún más. Néstor Kirchner ya dijo que prefiere a un bonaerense como Juan José Alvarez –con quien cenó la semana pasada y analizó una eventual fórmula– Alberto Balestrini o Julio Alak. Adolfo Rodríguez Saá, en cambio, la elige para sus golpes más duros, porque quiere apurar las elecciones, y para eso critica a las dos figuras más mediáticas del Gobierno, la propia Chiche y el ministro Roberto Lavagna.
Obviamente, los incondicionales están en la provincia de Córdoba. En el círculo íntimo del Gallego De la Sota, no dejan pasar oportunidad para decir que la relación con Chiche supera lo electoral. “Yo no creo que es una cuestión de fórmula, es una decisión de compartir un proyecto común. Compartimos los mismos objetivos, sacar el país adelante y tener alianzas estratégicas con Brasil”, aseguró a Página/12 un diputado que conoce a De la Sota desde hace años. Como otros allegados al Gallego, el legislador se entusiasmó con las supuestas señales mediáticas de la primera dama. Según él, “en los próximos diez días” De la Sota anunciará su fórmula y Chiche estará en el binomio.
Más allá de la confianza que exhiben sus allegados, lo cierto es que el cordobés hace rato que viene reclamando el apoyo del duhaldismo. “Yo pago los costos de ser el candidato del Gobierno, pero nadie me aporta los beneficios”, fue por un tiempo su frase de cabecera. Así estuvo bastante tiempo hasta que llegó a la casa particular de Duhalde, en Lomas, junto a su esposa Olga Ruitort. Fue allí cuando por primera vez le propuso a Chiche que fuera su escolta en la fórmula presidencial. Después insistió en televisión, en un programa que compartió con la esposa de Duhalde.
El otro competidor por el respaldo del PJ bonaerense se manejó con otra estrategia. Consciente de que su base electoral es muy diferente a la del cordobés –cierto estilo “progresista”, buena imagen entre los sectores medios–, Kirchner siempre temió perder ese piso si se asociaba con el duhaldismo más ortodoxo. Por eso eligió a los bonaerenses menos “puros”, aquellos que intentaron despegarse del “aparato” tradicional, para acompañarlo en su empresa. Sus asesores –que conversan regularmente con José Pampuro y Juan Carlos Mazzón– se muestran confiados y minimizan el entusiasmo de los delasotistas. Y aseguran que Duhalde se cansó de los reclamos de apoyo que De la Sota difundió en los últimos días.
La figura de Chiche también divide las aguas en la provincia de Buenos Aires. Algunos duhaldistas “de paladar negro” se valen de su posición en las encuestas para instalarla como la “candidata de todos”, con la intención de desgastar al gobernador Felipe Solá. En esos núcleos, además, hay cierto enojo por el acto que encabezó ayer Solá en La Plata –de hecho un lanzamiento como candidato– y que fue organizado por Alak, con el apoyo de Gerardo Amieyro y Federico Scarabino. Como contrapartida, cerca de Solá desconfían cada vez que los bonaerenses salen a hablar de Chiche: “La quieren correr a la provincia, para joder a Felipe”, suelen decir.
Esta tensión entre algunos duhaldistas de la tercera sección –Baldomero “Cacho” Alvarez y Osvaldo Mércuri, siempre primeros– y la tropa de la gobernación se expresa también en la mini-interna entre De la Sota y Kirchner. Con un efecto transversal, Alvarez y Mércuri apoyan abiertamente a De la Sota, mientras que los aliados de Solá (Balestrini y Alak) lo respaldan a Kirchner. Entre los dos sectores –impulsando cada tanto, a través de terceros, a unos y otros– está el juego de Duhalde. Aunque muestre su carta principal, que es Chiche, sabe que no puede arriesgarla si puede perder. Por eso, su único objetivo –y más aún tras el fallido diálogo con el FMI– es llegar al 25 de mayo con el máximo poder posible.

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