EL PAíS
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Preguntas sencillas
Por James Neilson
Qué haría la gente si pudiera retirar su dinero del banco amigo? Con pocas excepciones, volvería a depositarlo en un banco, acaso en el mismo, con tal de que la sucursal estuviera en cualquier lugar del mundo salvo la Argentina. ¿Son más honestos los banqueros del otro lado de la frontera? ¿Son más humanos? ¿Les importa más la gente que los números? No, nada de eso, son idénticos a sus congéneres locales. Clones perfectos. Nadie los quiere. ¿Por qué, pues, tanto fervor antiargentino por parte de los argentinos? Qué pregunta tan tendenciosa. Es de suponer que casi todos preferirían mantener patrióticamente su plata en su propio país, pero temen que, agotadas las posibilidades brindadas por la inflación rampante primero y por el endeudamiento a más no poder después, los políticos, acompañados por los muchachos de la rama sindical y los “productivos” bonaerenses que según parece fabrican zapatillas, decidan abalanzarse sobre lo que todavía queda de los ahorros de la clase media, que, como su nombre indica, es el jamón en el sandwich criollo. Ya los tienen atrapados y no los soltarán nunca.
¿Y qué harán cuando los ahorros se hayan agotado también? No hay motivos para preocuparse: crearán un nuevo modelo de país en que haya plata y trabajo para todos. ¿Cómo será su nuevo modelo? ¿Será socialista? ¿Neocubano? ¿Bananero? ¿Ya existe en alguna parte? No, no, no y no. Todo hace prever que será igual al modelo de exclusión que Duhalde se ha puesto a despedazar pero habrá más pobres y menos ricos, aunque éstos serán riquísimos y vivirán con los políticos en barrios blindados como en Brasil. Pero, ¿no es que los políticos hablan de justicia social, de ayudar a los catorce millones de indigentes porque de lo contrario se volverán muy pero muy violentos, de entender la bronca de la clase media? Sí, hablan, y mucho, pero sucede que no saben administrar. Están en otra cosa: son pensadores, humanistas. A su juicio la eficiencia es reaccionaria, oligárquica, globalista, sajona o algo por el estilo y por lo tanto la desprecian. Se ufanan de no tener sentido práctico porque son contrarios al posibilismo. Además, quieren curar a los argentinos de su pasión por el dólar, o sea, por una moneda que sólo por ser extranjera parece fuerte, lo cual es una barbaridad. Dicen ser imaginativos. ¿Nos dará una mano Bush? Sólo si cree que somos gobernados por terroristas musulmanes. ¿Y sí designamos presidente a Mohamed Alí Seineldín? Es supercatólico, pero puede que por amor a la Patria aceptara vestirse como sus antepasados drusos. Bush no sabrá la diferencia.