EL PAíS › EL G-20 NO IMPULSA CAMBIOS DE FONDO
› Por Tomás Lukin
Los cambios en la economía global que reclaman públicamente los miembros del G-20 deberán esperar un poco más. En un escenario financiero menos turbulento y con algunos indicadores macroeconómicos en los países centrales que muestran una desaceleración en la caída, los mandatarios no se vieron ante la necesidad de impulsar las reformas y estímulos a los que se habían comprometido cinco meses atrás. En ese marco, las economías periféricas, que consolidan su participación en el foro, volvieron a desempeñar un rol secundario. La revitalización del Fondo Monetario Internacional y la incorporación de la Organización Internacional del Trabajo y la problemática laboral (ver aparte) a la mesa de discusión son las principales modificaciones que resultaron de los últimos convites. La reforma de la arquitectura financiera, el mayor control sobre los paraísos fiscales, hedge funds y calificadoras de riesgo, así como los cambios en la estructura de gobierno y las condicionalidades de los organismos multilaterales de crédito, continúan en suspenso.
Las reformas regulatorias quedan en segundo plano y el cambio climático gana protagonismo en el discurso de varios mandatarios poderosos. La actual desaceleración de la caída en los países centrales –menor destrucción de puestos de trabajo y estancamiento económico en lugar de recesión– despeja la urgencia y presión para avanzar con los cambios a los que se habían comprometido en las anteriores reuniones de Washington y Londres.
Las leves mejoras relativas con las que llegan algunas economías centrales a la cumbre de Pittsburgh reavivan los reclamos de algunos organismos multilaterales de crédito y el sector financiero para que los países elaboren planes para retirar los paquetes de estímulo fiscal y le dejen el camino libre al mercado. Sin embargo, parece existir consenso entre los mandatarios en que todavía no es momento para retirarse. Las principales trabas para encarar las reformas pendientes provienen de los países más poderosos, donde se originó la actual crisis financiera global.
Pese a la falta de acciones concretas, en el gobierno argentino destacan la consolidación del G-20 como organismo de consulta global, por encima de grupos todavía más exclusivos y menos plurales como el G-8. También señalan la importancia de la inclusión de la OIT en las discusiones. De todas formas, funcionarios que participan de las negociaciones reconocen las dificultades para que el grupo anuncie algún cambio significativo y advierten que para lograr que el FMI emitiera 250 mil millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG) “la economía global tuvo que estar al borde del colapso”. Además, remarcan que la inyección de liquidez se distribuyó de acuerdo con cuotas desactualizadas que no reflejan el papel de las economías periféricas en la economía mundial.
Según trascendió, uno de los puntos del documento final del encuentro en Pittsburgh podría referirse a la estructura de gobierno del Fondo. Allí, los países expresarían su apoyo a la cesión del 5 por ciento de los votos en el FMI desde los países ricos hacia los más pobres en la próxima revisión programada de las cuotas en 2011. Esos cambios no representarían una modificación estructural en los votos de los países periféricos que seguirían estando subrepresentados. Los bonus de los ejecutivos del sistema financiero también se discutirán en las distintas reuniones.
Probablemente el documento también haga referencia a los avances logrados en los últimos meses en relación con las jurisdicciones no cooperativas –los paraísos fiscales– porque la lista negra de la OCDE se redujo considerablemente. Sin embargo, esos acuerdos que los sacaron de los listados no alcanzan para Uruguay o las Bahamas, que cooperan en materia impositiva compartiendo información sobre los evasores.
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