Sáb 03.10.2009

EL PAíS  › PANORAMA POLíTICO

Repiqueteando

› Por J. M. Pasquini Durán

Un ciudadano cualquiera que proteste caminando por la cuadra, sobre la vereda, tendrá menos chance de convertirse en espectacular que otro que obstaculizó o detuvo el tránsito parándose en la mitad de la calle, si es avenida o ruta, mejor aún. Los piquetes son descendientes directos de la mirada mediática, que siempre busca el espectáculo, hasta en la información. Así como los políticos buscan el impacto público en los medios, sobre todo en los electrónicos, los grupos de protesta aprendieron también a llamar la atención con despliegues escandalosos. No son hábitos exclusivos de los militantes izquierdistas, porque la práctica piquetera se usa entre dirigentes agrarios o dueños de “boliches” nocturnos lo mismo que entre vecinos de cualquier barrio que quieran llamar la atención sobre algún asunto particular.

Hay quienes observan estos brotes callejeros, cada vez que la inquietud o crispación social elevan el tono, y los confunden con los ánimos conspirativos de algún comando político que mueve peones sobre el tablero cada vez que le viene en gana. Para el sutil analista de La Nación, Natalio Botana, “... en las calles y rutas no emerge la silueta de un poder concentrado con visos de omnipotencia, sino el perfil asténico de un Estado raquítico, obcecado en no cooperar con la ciudad de Buenos Aires, debido a que en ese distrito gobierna un partido opositor” (“Rompecabezas”, 1/10/09).

Sería ingenuo negar que hay núcleos minoritarios de la izquierda que están siempre listos para movilizarse en solidaridad con una variedad muy amplia de propósitos, desde proteger el trabajo o reclamar por salarios dignos hasta defender la preservación de las ballenas y otras especies en peligro. Son impulsos de nobleza, aunque más de una vez, sin quererlo, resultan funcionales a propósitos antagónicos a sus ideas. Alcanzará con recordar, pese a que no son las únicas, a esas minorías que se dicen de izquierda y caminaban el año pasado a la vera de los dirigentes de la Sociedad Rural para que los exportadores agropecuarios no paguen tributos. El actual conflicto en la empresa Kraft, a partir de la decisión empresaria de cerrar la guardería de la fábrica en plena pandemia de gripe “A”, confrontada por un activo gremial de militantes con dignidad proletaria, apasionados sentimientos de participar en el conflicto de clases, en la lucha contra los capitales imperialistas y otras banderas similares, sumadas a la torpeza de funcionarios más atentos a las internas partidarias que a las vicisitudes de la sociedad, han logrado amasar una disputa fabril hasta convertirla en noticia de primera plana sobre las relaciones con Estados Unidos, presuntas amenazas a la paz social, “caos ciudadano” por los cortes de calles y avenidas y por las marchas callejeras, hasta llegar al consabido debate sobre los derechos de los que quieren transitar y de los que no los dejan.

Todo comienza a ser observado a través del mismo cristal empañado y si el cardenal Bergoglio usa alguna tribuna académica para hablar sobre la pobreza –un tema que la Iglesia Católica tiene pendiente desde que José y María huían en condiciones misérrimas– ya mismo “está claro” que los curas y los troskos están cerrando las pinzas del disconformismo sobre el Gobierno, cada vez más débil, sin más fuerza que el número, y por poco tiempo, para imponerse en el Congreso. En las versiones conspirativas el caso Kraft está planificado para pudrir las charlas de aproximación con Estados Unidos y por extensión los arrimes seductores de Amado Boudou al Fondo Monetario Internacional (FMI), porque el aislamiento internacional, ya que los opositores no lo consiguen, obligará al oficialismo a reconocer que su modelo hace agua y que este año pudieron sobrevivir gastando la plata de la Anses, que para eso se estatizaron las AFJP. Manotazos de ahogado, aseguran voces calificadas de la oposición.

El mismo relato incluye a la inminente ley de medios como parte de la conjura oficial, cuya finalidad consiste en organizar un aparato de influencia tan poderoso que ningún opositor en las comicios del 2011 ni en el futuro otro gobierno, si alguien les pudiera ganar a los Kirchner, podrán hacer nada. Por lo pronto, la oposición nada pudo hacer para elaborar un proyecto alternativo, pese a que ahora todos reconocen que otra ley es necesaria, pero sólo quieren corregir, los mejor intencionados, o demorar para siempre, los malévolos, el texto del oficialismo. Carecen de uno propio. Como dice el mismo Botana, “es una oposición atrapada por somnolencias que encubren evidentes discrepancias”. De tal manera que la monarquía –opción táctica para algunos independentistas de hace doscientos años– con algún retraso vendría a instalarse, pero eso sí, esta corona sería setentista, aunque haría callar a los opositores en la prensa lo mismo que el conservador Berlusconi en Italia, esa democracia madura. El italiano, como los “monarcas” argentinos, quiere cancelar la libertad de expresión con una mordaza en la mano, de acuerdo con las denuncias de periodistas italianos y europeos que hoy se movilizan para liberar a la palabra en Italia. Aquí, si todo sigue igual que hoy, a lo mejor hay piquetes de empresarios de prensa en defensa de multimedios con sólidas tasas de rentabilidad y amplias avenidas de acceso a la pauta oficial de publicidad. Sólo falta que se diga que el divorcio del gobernador chaqueño, Jorge Capitanich, uno de los más amigos del Poder Ejecutivo, se debe a sus hábitos orgiásticos, como los del conservador italiano, para completar la leyenda negra de la Argentina que va camino del desastre por culpa de la incompetencia de gobernantes y opositores.

Si todo fuera blanco y negro, si cada crimen, escándalo o piquete pueden ser considerados heraldos del derrumbe final, si Belcebú vive en Olivos y el ángel que mató a la serpiente era estanciero, si no se puede confiar ni en Maradona, si ya todo es posible y nada es bueno, mejor hacerse pasar por uruguayo, ahora que la Unesco reconoció al tango de las dos orillas como patrimonio de la humanidad, y que el candidato del Frente Amplio a la presidencia del “paisito”, el chacarero Mujica, publicó tan malas opiniones del ser argentino.

De quedarse en el pago propio, vienen las tarifas de luz y gas sin subsidios, nuevos piquetes que pongan obstáculos al tránsito y hasta proyectos de leyes –reforma política, renta financiera o cosas así– que pongan en evidencia el espíritu de aventura que el matrimonio Kirchner conserva desde sus militancias juveniles, ni yanquis ni marxistas, frentistas para la victoria. Más aún: Elisa Carrió fundó ayer otro partido para salvar a la Nación republicana, así sea con la personal inmolación de alguno de sus asistentes, al que quiere afiliar a cuanto radical conoce. Reutemann seguirá con sus chanchos, escasas definiciones orales y magros resultados electorales de sus comprovincianos santafecinos, esperando que la fortuna le depare una presidencia como a Fernando de la Rúa (si Cobos puede ser el candidato del no peronismo, ¿por qué no él del PJ?). Uno mira a su alrededor y piensa que todo lo que se le ocurre a los políticos es que el ballottage del 2011 sea Reutemann-Cobos y otra vez se le sube la crispación a la garganta.

Hasta el Indec reconoce que se han perdido decenas de miles de empleos formales y los que viven en la Argentina real saben que el trabajo escasea, es en negro y sin ninguna ventaja de las que alardean varios oficialistas. Menos de 400 mil trabajadores, sobre once millones, cobran el salario mínimo, hay millones de pobres y de indigentes, pero claro, ni la miseria se puede comparar. En algún lugar deben pensar que peor están en Estados Unidos donde perdieron en tres meses nueve millones de empleos y las casas valen la mitad o menos de lo que les costaron a sus dueños. Claro que ellos tienen a Obama y viven en la potencia predominante en el mundo, mientras que los porteños argentinos tienen piquetes y a Macri. La desigualdad en el reparto es lo que perjudica.

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