EL PAíS
› BERNARDO KLIKSBERG, ECONOMISTA
“No hay salida posible sin darles poder a los pobres”
Es uno de los investigadores más exhaustivos sobre la pobreza y el hambre en América latina. Tras las diez muertes por desnutrición en Tucumán, Bernardo Kliksberg propone aquí alternativas para terminar con la desigualdad.
› Por Andrés Osojnik
Bernardo Kliksberg tiene cinco títulos universitarios, es asesor de varios organismos internacionales, tiene decenas de libros publicados. Toda su producción tiene una única meta: buscar alternativas para terminar con la desigualdad en América latina, la peor del planeta, según advierte. Acaba de poner en marcha en la UBA, con el apoyo de las Naciones Unidas, una cátedra de honor sobre “Gerencia social” –concepto del cual es creador–, para impulsar un movimiento nacional de formadores en el área. Sus últimos libros (Etica y desarrollo, la relación marginada y Hacia una economía con rostro humano) reflejan su principal inquietud: darle un contenido ético al pensamiento económico.
–¿Es posible en un modelo capitalista una economía con rostro humano?
–Es éticamente imprescindible. Tenemos en este momento frente a nosotros los rostros de los chicos desnutridos en Tucumán en uno de los países con mayor capacidad productiva del planeta y tenemos los rostros de todos los chicos de América latina. Es pobre en este continente el 50 por ciento de la población. Y las principales víctimas de esta pobreza son los chicos. El 60 por ciento de los chicos latinoamericanos es pobre y el 70 en la Argentina. El discurso latinoamericano siempre habla de los chicos primero, pero eso no se traduce en hechos. También se dice lo mismo para la familia, pero el 30 por ciento de las familias en Latinoamérica se está desintegrando por el impacto de la pobreza. Y está aumentando también la renuencia a formar nuevas familias por esta situación. Esto obliga a una economía con rostro humano.
–El problema es si es viable.
–Sí, hay ejemplos de ello. No significa que se puedan copiar automáticamente, pero son una referencia. Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia son absolutamente eficientes desde el punto de vista económico y al mismo tiempo tienen el mejor nivel de desarrollo humano del planeta. Canadá es otro caso. En América latina también es posible: una economía con muy pocos recursos como Costa Rica logró consensuar un proyecto nacional donde la educación y la salud fueron lo primordial. La esperanza de vida ahora es mayor allí que en Estados Unidos. ¿Cómo lo logró? Con un Estado fuerte, una gran inversión en desarrollo humano y políticas públicas agresivas.
–¿Cómo hacerlo actualmente, partiendo de la enorme desigualdad que existe en América latina, y especialmente en Argentina?
–El de la desigualdad es un problema central: es lo que yo llamo el enigma de América latina. Una de las zonas más ricas potencialmente en recursos naturales y con recursos humanos con historia de buena calificación, pero donde a la gente le va cada vez peor. La brecha social es la más alta del planeta. El gran instrumento de la renovación de la economía es la mayor democratización de oportunidades, el acceso universal a la educación, a la salud, al crédito: una combinación de políticas públicas agresivas con un Estado que se hace responsable de las prioridades de la gente. Con políticas públicas coparticipadas por la sociedad, descentralizadas, transparentes, sin corrupción.
–Justamente, acá los recursos pueden existir, pero se pierden en un agujero negro y los chicos se terminan muriendo por desnutrición.
–La única forma es fortalecer el capital social, es decir, la movilización de los actores centrales de la sociedad civil, la organización de los propios pobres, el empoderamiento de los pobres, la participación del voluntariado, de las empresas socialmente responsables. Una alianza entre políticas públicas estatales y una sociedad civil en movimiento genera una política social de conjunto donde hay muchas mejores condiciones para que haya transparencia, porque el control social es permanente. Esto no es el reino de la utopía: las mejores experiencias en América latina de lucha contra la pobreza son experiencias de este tipo. En un municipio peruano, Villa del Salvador, fue la gente la que tomó en sus manos la lucha contra la pobreza y ha logrado bajar la pobreza extrema, los índices de mortalidad infantil. Y sin crédito internacional. El otro ejemplo, en este caso estatal, es Porto Alegre, en Brasil, donde el presupuesto participativo logró cambiar las prioridades del gasto público. Y ahora es uno de los municipios mejor gestionados del mundo. Y otro caso es el que está dando el presidente electo de Brasil: aun antes de asumir ha fijado el plan de “hambre cero”. Hay 44 millones de personas con hambre en Brasil. El planteo del “hambre cero” es una muy fuerte coalición con la sociedad civil ayudando a que las políticas públicas se implementen.
–Pero Lula accede al poder con un alto grado de legitimación social. Aquí habrá elecciones dentro de poco, pero no se puede esperar que el elegido tenga ese nivel de consenso y legitimación.
–Todo el trabajo que se está haciendo en la sociedad civil finalmente va a producir emergentes.
–Por ahora una buena parte de los planes sociales termina en manos de punteros que los reparten a discreción.
–Hay tres elementos sobre los que vale la pena llamar la atención: una es la llave maestra para solucionar esto, que es la democratización. Pasar de una democracia boba a una activa, en la que se participa todos los días en lo cotidiano a través de las asociaciones de base, asociaciones de usuarios, controles de calidad de los servicios públicos. La democratización creciente presiona para que las metas sean las que corresponden y para que las políticas públicas sean de mejor calidad. El Premio Nobel Amartya Sen investigó todos los episodios de hambre masiva que hubo en el mundo en los últimos cien años y encontró que nunca hubo hambre masiva en un país con una democracia muy activa, porque esa democracia implica una presión muy fuerte sobre los decisores.
–¿Es posible este desarrollo sin antes restablecer el contrato social, ahora roto en la Argentina?
–En la Argentina hay una serie de elementos negativos como la recesión, la pobreza, pero también hay que mencionar los elementos positivos: cómo un país en medio de una de las crisis más profundas no ha producido una ley de la selva en la vida cotidiana sino una reacción masiva de solidaridad. La encuesta de Gallup dice que el porcentaje de personas que hacen trabajo solidario en Argentina viene creciendo en los últimos cuatro años. Encuestas recientes dicen que la mayoría de la sociedad acepta a los cartoneros. Esto significa que, frente a la situación, la sociedad no ha reaccionado con el “no te metás” de la dictadura. En Argentina está resquebrajado totalmente el contrato social, pero está intacto el contrato ético entre las personas de la sociedad. El pensamiento económico convencional ha barrido a la ética del razonamiento económico. Hoy hay un muy fuerte movimiento mundial por la ética en la economía. Un caso muy relevante es la lucha que llevaron Brasil y algunos países sudafricanos infringiendo la legislación de patentes en el caso de los medicamentos contra el sida. El triple compuesto cuesta diez mil dólares en el mercado y Brasil lo está vendiendo en 300 dólares. Esa lucha fue victoriosa gracias a este movimiento ético mundial. Una sociedad con altos niveles de solidaridad como es actualmente la Argentina tiene algunos elementos positivos a pesar de las sombras en este proceso.
–Las medidas desde el Estado generalmente aparecen para apagar incendios. El “Operativo Rescate” del gobierno nacional en Tucumán se pone en marcha porque el tema apareció en los medios.
–Uno de los mitos que hay en nuestra sociedad, en el pensamiento ortodoxo, es descalificar la política social, decir que la única política social es la económica, que por sí sola podría llevar al crecimiento. Es la teoría del derrame, cuyo fracaso ya quedó demostrado. La política social es absolutamente necesaria y tiene diversas expresiones, a corto y mediano plazo. A corto plazo, es necesario actuar ya, no se puede esperar a las grandes elucubraciones teóricas cuando los chicos pasan hambre. Estoestá expresado ya en la Biblia, que es un tratado de política social, el más antiguo que existe. Hay que actuar ya al mismo tiempo que es necesario avanzar en esa economía con rostro humano que genere el contexto donde esto sea erradicado de manera definitiva. Aquí aparecen lo que llamo las falacias o coartadas para discutir estos problemas. La primera es decir que la pobreza en un problema individual. Se crea en la opinión pública la idea de que la pobreza es por decisiones erróneas de las personas.
–Hubo quien responsabilizó a las familias por la muerte de los chicos en Tucumán.
–Claro, si la pobreza es individual no hay responsabilidad colectiva, ni de los poderes públicos. Esto es una falacia cruel; los chicos son víctimas y sus familias también. Una segunda coartada es la paciencia: el desarrollo tiene que pasar por determinadas etapas, dicen, algunas de ellas cruentas. Pero no se le puede decir que espere a quien está perdiendo la vida en esa espera. La pobreza mata, no hay paciencia posible. Otra coartada es la insensibilidad, la idea de que no somos responsables el uno por el otro. Esta coartada lleva a la pérdida de la capacidad de indignación, lleva a que la gente se acostumbre a ver a los chicos viviendo en la calle, o ver a quienes hasta hace poco eran de clase media revisar los tachos de basura. Por eso es imprescindible señalar que hay alternativas, que no es una trampa. Es posible enfrentar la pobreza como lo fue posible para las 3.000.000 de personas que la enfrentaron con el Grameen Bank en Bangladesh, como lo está proponiendo Lula.