Dom 04.10.2009

EL PAíS  › DIERON DE BAJA A CUATRO GUARDIAMARINAS POR MANTEAR A UN CAMARADA BOLIVIANO

Cobarde muchachada

El hecho ocurrió a bordo de la fragata Libertad durante el viaje de egresados de la Escuela Naval. Los involucrados fueron enviados de regreso a la Argentina en medio de la gira. Hubo un pedido de disculpas al gobierno de Evo Morales.

› Por Nora Veiras

“Regreso triunfal para la fragata Libertad”, tituló un matutino el pasado 30 de agosto. El añejo velero había arribado a la Dársena Norte después de completar el 40º viaje de la Escuela Naval. Poco más de cuatro meses en los que “la instrucción enseña a estar mucho tiempo fuera de la casa y a convivir y trabajar en equipo, ya que no hay intimidad en un buque de unos 400 metros cuadrados habitables en el que viven unas 300 personas”, había dicho el capitán de navío Roberto Ulloa, vocero de la Armada, al celebrar el reencuentro. Con los protagonistas ya en tierra firme, Página/12 pudo comprobar que el adjetivo “triunfal” es, por lo menos, un exceso. Aunque sí es cierto que es una tarea casi imposible guardar secretos entre tanta gente. A mitad del viaje, en Amsterdam, no sólo habían mandado de vuelta al cura pescado in fraganti con cajitas de perfume que no había pagado sino que recorrieron el mismo camino de regreso cuatro guardiamarinas que mantearon a un invitado de la Armada de Bolivia. A los cuatro se les dio de baja y la ministra de Defensa, Nilda Garré, se disculpó ante la delegación diplomática de Evo Morales por esa actitud discriminatoria injustificable.

El capitán de navío Horacio Nadale, comandante de la fragata, tuvo que lidiar con una tripulación compleja. Al hacer puerto en Tenerife luego de cruzar el Atlántico, el retorno de cuatro guardiamarinas que habían salido a disfrutar de la noche de las islas Canarias derivó en un conflicto con ingredientes impensados. Martín Recamor Morales Tellez, becario de la Armada de Bolivia, estaba durmiendo. Había cursado los cinco años en la Escuela Naval, navegaba entre compañeros. Eso parecía hasta que entraron a su camarote Damián Alberto Rodríguez, Diego Federico García Ovejero, Matías Ariel Botolini y Pablo Alejandro Romero empezaron a golpearlo. Trompadas, insultos y gritos tardaron nada en convertirse en la comidilla de un grupo de testigos.

Los oficiales de la plana mayor citaron a los jóvenes señalados por sus mismos compañeros como los responsables de la paliza. Los guardiamarinas negaron su participación ante el Consejo de Comando que ordenó Nadale. El comandante dispuso entonces 25 días de arresto, el retorno a Buenos Aires y elevó una nota al jefe de Operaciones Navales, vicealmirante Carlos Alberto Paz, para que decidiera qué hacer con los guardiamarinas. Nadale, por su parte, recomendó que se los separara de la Armada.

Un viaje, varios escándalos

En Amsterdam estalló otro escandalete. Como informó este diario el pasado 13 de septiembre a JCJ, invitado por la Armada para asistir espiritualmente a la tripulación, lo encontraron con varias cajas de perfume en su mochila. Filmado por las cámaras de seguridad del negocio, el sacerdote se había quedado sin argumentos terrenales que lo exculparan de su pecado. El comandante Nadale también ordenó subirlo a un avión en la capital holandesa, el puerto donde se realizaban los relevos programados.

El cura que revistaba en el Hogar Escuela Stella Maris, dependiente de la Armada, desapareció de los lugares que solía frecuentar. Era un amigo de los marinos, acostumbrado a travesías atractivas: también había desplegado sus dotes pastorales durante el último viaje del rompehielos Almirante Irízar, en el que casi naufraga en los mares del sur.

Los cuatro guardiamarinas, en cambio, tuvieron que seguir dando explicaciones por su inconducta. No sólo por haberle pegado y discriminado a un compañero, sino por haberles mentido a sus superiores.

El contraalmirante Pablo Marcelo Vignolles, director de la Escuela Naval, dispuso que Rodríguez, García Ovejero, Botolini y Romero tendrían que presentarse ante el consejo de dirección de la Escuela. Funcionarios de las subsecretarías de Derechos Humanos y de Formación de la cartera de Defensa participaron entre el 15 y el 22 de junio de esa especie de tribunal. La reforma educativa impulsada desde Defensa abrió el cerrado ámbito castrense a la mirada civil. Tres días más tarde, el director tomó la decisión de darles de baja.

La Armada consideró que no son aptos para desempeñarse como marinos. Abuso de autoridad, actitudes discriminatorias, mentir, fueron algunos de los cargos que fundaron la decisión. “Dilapidaron cinco años de formación. Tienen 22, 23 años, no son criaturas. Como tripulantes de la fragata Libertad son embajadores de la Argentina. No midieron las consecuencias de lo que estaban haciendo y menos del intento de ocultamiento posterior”, comentó a este diario uno de los conocedores del fallido derrotero de los guardiamarinas.

A cada uno de los cuatro jóvenes se les leyeron los cargos, las razones de la sanción y se les dio la oportunidad de dar su versión de los hechos. La decisión implica que sólo se los reconoce como “instruidos” para la reserva principal, pero que carecen de los “valores” para hacer carrera dentro de las Fuerzas Armadas.

En la cartera de Defensa repiten que cuando se usan los mecanismos que existen, las cosas funcionan bien, es una enseñanza para los demás y para la sociedad en general.

En este caso, la Armada actuó respetando los reglamentos. Lo curioso es que en la Gaceta Marinera, la página web de la Armada que reflejó el día a día de la travesía de la fragata Libertad, no aparecieron estos hechos. Primó el ocultamiento, y se sabe que en ese terreno florecen las sospechas. Tampoco son tan expeditivos cuando se trata de revisar la conducta de altos oficiales en actividad o de evitar la continuidad en cargos de privilegio de camaradas que siguen reivindicando a adláteres de la dictadura.

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