EL PAíS › IDENTIFICARON LOS RESTOS DE MóNICA GRACIELA SANTUCHO, DESAPARECIDA A LOS 14 AñOS
Las Abuelas confirmaron que el cuerpo de la adolescente fue encontrado en el cementerio de Avellaneda. Había sido secuestrada en diciembre de 1976 y su familia aún la buscaba, ante la posibilidad de que hubiera sido apropiada.
› Por Adriana Meyer
“No tiren que hay chicos”, imploró desesperada Catalina Ginder cuando los represores entraron en su casa disparando y rompiendo todo. Era el 3 de diciembre de 1976: ella y su marido Heldy Rubén Santucho, militantes de Montoneros, fueron asesinados en aquel operativo en La Plata. Pero antes, los gritos de Catalina habían logrado frenar la balacera y así su hija Mónica, de 14 años, salió de la vivienda con su hermano Juan Manuel, de 2, y el bebé de una pareja que los estaba visitando. Los niños quedaron a resguardo con la vecina de al lado, pero a Mónica se la llevaron, la torturaron durante tres meses en varios campos de exterminio y hasta mayo de este año estaba desaparecida, aunque su familia y las Abuelas de Plaza de Mayo la buscaban ante la posibilidad de que hubiera sido apropiada. No fue así, Mónica Graciela Santucho fue otra adolescente asesinada por los sicarios del Estado durante la dictadura. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) la identificó en fosas NN del cementerio de Avellaneda. Para las Abuelas es la nieta recuperada número 99, aunque “lamentablemente se trate del hallazgo de sus restos”.
Catalina nació el 29 de agosto de 1941 en Buenos Aires, Rubén nació en Bolívar el 14 de noviembre de 1936. Formaron pareja y tuvieron tres hijos, Mónica, Alejandra y Juan Manuel. Rubén era obrero y Catalina, ama de casa. Mónica nació el 30 de marzo de 1962 en Buenos Aires y estudió en el colegio Mosconi de Ingeniero White. Los Santucho-Ginder, que no tienen parentesco con Mario Roberto Santucho, militaron en Bahía Blanca hasta que se trasladaron a La Plata. Sus compañeros los llamaban “Tucho” y “Alicia” o “la vieja Alicia”.
Vivían en la calle 138 bis y 526 de Melchor Romero, partido de La Plata, junto a otros compañeros. Comenzaba diciembre del año del golpe militar cuando Rubén y Catalina fueron asesinados en un procedimiento conjunto de la Policía Federal, la Bonaerense y el Ejército. Sus cuerpos ingresaron al cementerio de La Plata y fueron sepultados como NN. Mónica sobrevivió al operativo y fue secuestrada. Pero logró salvar a su hermano Juan Manuel, que estuvo junto a Alejandra, que tenía 10 años, al cuidado de los vecinos. En una oportunidad el Ejército volvió a ver a los niños, la vecina preguntó a los uniformados por Mónica y le respondieron que estaba bien. Pocos días después, los compañeros de sus padres se disfrazaron de crotos, metieron a los chicos en unos tachos de basura y los llevaron a una villa de Capital. Al tiempo, Alejandra y Juan Manuel tuvieron su primer contacto con sus abuelos, Catalina y Miguel Ginder, en Ezeiza, hasta que partieron a Bahía Blanca, donde aún residen.
Los sobrevivientes Gabriela Gooley, Carlos Alberto De Francesco y Graciela Liliana Marcioni afirmaron haber visto a Mónica detenida en el centro clandestino Pozo de Arana hacia fines de diciembre de 1976. Pero en enero de 1977 habría sido trasladada al centro que funcionó en la Comisaría 5ª de La Plata. Una sobreviviente de ese centro clandestino recuerda que Mónica le relató el asesinato de sus padres y que estaba muy preocupada por sus hermanos.
Hace un año, los Santucho acudieron al centro de muestras genéticas que el EAAF tiene en cada una de las provincias. Siempre tuvieron la esperanza de encontrar a su hermana viva, pero se abrieron a la posibilidad de buscar, al menos, sus restos, porque consideraron que podría haber sido asesinada. En el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas llevada adelante por EAAF, 600 muestras de huesos fueron enviadas a Estados Unidos para comparar con 3600 datos genéticos de posibles familiares. “Una vez que recibimos los resultados de los análisis y vemos que hay una identificación con una familia se los contacta, se les explica el estudio del esqueleto, y luego se envía el peritaje genético y antropológico a la Cámara Federal, porque de allí surge la resolución de identificación”, explicó a Página/12 la antropóloga Patricia Bernardi. Desde 1988 el Equipo trabajó en el cementerio de Avellaneda, en el sector 134, y exhumaron 336 cuerpos de 19 fosas comunes y 18 individuales. “En una se encontró el esqueleto de una persona muy joven, no teníamos hipótesis de que Mónica estuviera ahí, pero salió de los cruces entre las muestras”, agregó Bernardi. En esta nueva etapa, el EAAF lleva identificados 70 restos. El Equipo les da a los familiares la posibilidad de que los vean, los Santucho la tomaron, y aunque pasaron treinta años fue el momento en que la muerte se hizo presente. Luego se llevaron la urna a Bahía Blanca y el 14 de octubre inhumaron a su hermana asesinada.
“Mónica es una muestra más del accionar de los genocidas –dijeron en Abuelas–, además de secuestrar y robar bebés, asesinaron niños y adolescentes que por su edad no podían ser apropiados.”
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