EL PAíS › ENTREVISTA CON EL JURISTA HOLANDéS THEO VAN BOVEN, DISTINGUIDO POR LA UBA Y LA CANCILLERíA
Van Boven dirigió la División de Derechos Humanos de la ONU desde 1976 hasta 1982, cuando perdió el cargo por promover denuncias contra el terrorismo de Estado. “Argentina por sí misma no me podía haber echado, el tema fue Estados Unidos”, dice.
› Por Alejandra Dandan
Theo Van Boven fue director de la División de Derechos Humanos de la ONU desde 1976 hasta 1982, cuando perdió el cargo por sus críticas contra la dictadura argentina. La semana pasada, la Cancillería lo condecoró con la Orden General San Martín y la UBA lo distinguió con el Doctorado Honoris Causa. El acto se hizo en el aula magna de la Facultad de Derecho y Van Boven recordó su participación en el Juicio a las Juntas Militares de 1985, cuando declaró cómo había intentado canalizar las denuncias que le llegaban de organizaciones de derechos humanos, de familiares y de víctimas del terrorismo de Estado antes de perder su puesto en el organismo internacional.
“Alejado de la cómoda neutralidad de sus pares, Van Boven alzó su voz, casi en soledad, promoviendo las denuncias contra la dictadura militar argentina, solidarizándose con las víctimas y procurando despertar la conciencia internacional sobre la trágica realidad argentina de la época”, dijo el canciller Jorge Taiana en el homenaje. Hace treinta y tres años, poco después de asumir el cargo en la ONU, Van Boven recibió visitas de Emilio Mignone, Rodolfo Mattarollo y muchos otros, quienes le contaron sobre las desapariciones que se estaban produciendo en el país, como parte de una política sistemática. Luego se entrevistó con Madres de Plaza de Mayo: “Les creí desde el principio –relataría después–, porque estaba al tanto de este tipo de prácticas en Chile, tras el golpe de 1973. Pero tardamos un tiempo en descubrir que los números en la Argentina eran mayores y las prácticas eran aún peores”.
A comienzos de los ’80, Van Boven sentía que la División de Derechos Humanos estaba silenciando graves situaciones, no sólo en Argentina. Decidió mencionarlas en su discurso habitual al inicio de los trabajos de la división en marzo del ’82, pero una copia del discurso se habría filtrado antes y le pidieron que omitiera las referencias a los países en particular. Van Boven se negó y pronto recibió una comunicación desde Nueva York informando que su contrato no se renovaba más.
–¿Cómo fue aquel momento? –le preguntó ahora Página/12.
–Mire, el asunto es que uno trabaja en una organización donde las decisiones las toma el gobierno por interés gubernamental y cuando uno ha trabajado para gente en organizaciones de derechos humanos siempre existe una tensión entre las decisiones del gobierno y el espacio que uno tiene ahí. Y el trato en el que usted puede defender los derechos de la gente, siempre uno trabaja en una atmósfera de tensión. Las denuncias entraban y en esos lugares no estamos sólo para conocer embajadores, sino para conocer a la gente, al pueblo. Es un lugar de reunión, no exclusivamente para los gobiernos, es un lugar de reunión para la gente que está en juego, ésta es la percepción de mi función.
–¿Cómo se recibían entonces las denuncias de las víctimas de la dictadura?
–Teníamos un staff de gente con procedimientos de cómo abordar estos temas. Yo no vi todas estas denuncias, yo sabía que estaban. Argentina no era el único país en problemas. Había 180 países, la gente piensa que yo exclusivamente estaba tratando el tema de Argentina. También había genocidio en Camboya, pero ellos no tenían a mano el modo de hacernos llegar una carta o los medios para ir a Ginebra, no sabían nada de nosotros. Los indígenas eran masacrados, en Guatemala había problemas, en El Salvador o en Bolivia, pero no tenían los medios para acceder, aunque también eran una preocupación para nosotros. Había situaciones en donde los gobiernos aceptaban las críticas, pero el gobierno argentino lo estaba negando totalmente, por lo tanto se volvía más y más difícil. No soy el único que conoció el tema. También tengo colaboradores que me asistieron porque, por ejemplo, mi español no es suficiente. Yo traté de infundir un liderazgo, pero son cosas complejas, no es tan sencillo como decir que yo estaba ahí, que era el único.
–Pero perdió el trabajo por denunciar lo que sucedía en el país.
–Bueno, ahí funcionó toda una coalición, en especial los Estados Unidos. Porque para la administración Reagan, las dictaduras militares eran sus amigas, los llamados anticomunistas. La dictadura de Argentina era uno de los gobiernos más extravertidos en el sentido de que querían deshacerse de mí, pero también había otros. Argentina por sí misma no me podía haber echado, el tema fue Estados Unidos.
En 2001, Van Boven volvió a las Naciones Unidas como comisionado especial contra la tortura. Tras el ataque a las Torres Gemelas, con las nuevas doctrinas de seguridad impulsadas por Estados Unidos y varios países europeos, crecieron las denuncias por torturas. En ese contexto, Van Boven viajó a España en 2003 y, un año después, publicó un informe, donde señaló que “la tortura o los malos tratos no eran sistemáticos en España”, pero sí “era más que esporádica e incidental, y no se puede considerar una invención”. El gobierno español descalificó el informe, dijo que era falso y sin fundamentos.
–Da la sensación de que estos temas siempre incomodan a los gobiernos.
–España es un país democrático, miembro de la Unión Europea, pero sobre el tema de la tortura eran muy sensibles. Y donde hay un paralelo entre la junta militar argentina y el gobierno español es cuando dijeron que estas prácticas de torturas respecto de los vascos, por ejemplo, eran un invento. Indicaron que era un ardid de la ETA, hubo una negación constante. Lo que yo digo es que hay un paralelo, si hay una negación lisa y llana de lo que pasa en un lugar. Un diario pro gobierno dijo que el propósito de mi visita era confirmar que estas historias eran un invento. Pero yo no podía llegar a esa conclusión si actuaba a conciencia. Los escuché, critiqué su mensaje, critiqué cómo arrestaban o dejaban incomunicados a los detenidos. Cómo golpeaban a la gente. Les ponían una bolsa de plástico en la cabeza para sofocarlos, y había mucha evidencia. Pero como hizo la diplomacia argentina, ellos también trataron de decir que yo era incompetente, de-sacreditaron mi reputación. Fue muy trágico lo que pasó. En ese momento los países de la Unión Europea estaban más interesados en estar en buenos términos con España que en defender la verdad. Fue una experiencia desalentadora.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux