Jue 31.01.2002

EL PAíS

Los hermanos Rohm, siempre en el corazón del establishment económico

Carlos y José tienen socios de privilegio, agendas impresionantes, contactos de primerísimo nivel. El menemismo les abrió todas las puertas. Su carrera es un verdadero record de investigaciones judiciales.

› Por Sergio Kiernan

Los hermanos Rohm tienen el don de la ubicuidad: sus amigos y socios son un Quién es Quién de la política y las finanzas, sus negocios son una colección de escándalos e irregularidades difícil de empardar. Carlos y José son amiguísimos de gente como José Alfredo Martínez de Hoz y David Mulford, y aparecen en primera fila en buena parte de los escándalos de la última década, desde la llegada del “inversor” Gaith Pharaon hasta el salto al corralito en diciembre, que permitió sacar del país los ahorros de ricos y famosos y que tiene detenido a Carlos y prófugo a José.
La carrera de estos hermanos de aire grave y respetable empieza en 1971, cuando entran a trabajar a una financiera que para 1976 se transformó en su controlada y en el Banco General de Negocios. En los años siguientes, los Rohm se asociaron con el Credit Suisse First Boston, el Chase Manhattan Bank y el Dresdner Bank. Con un pie en Suiza, otro en EE.UU. y un tercero en Europa, desembarcaron en Uruguay –participando en el Banco Comercial y creando la Compañía General de Negocios– y se registraron en los paraísos fiscales del Caribe.
Es que el BGN es una de esas bancas que nunca tienen locales a la calle ni cajeros automáticos, que se dedica a intermediar operaciones financieras y a poner a salvo dineros argentinos con gran discreción, lejos de miradas indiscretas –especialmente miradas estatales– y sin hacer preguntas. También tiene una diversificada cartera de empresas en propiedad, notablemente Química Estrella, asociados a fondos norteamericanos de inversión.
Hasta el menemismo, el BGN era un banco. La década del noventa lo hizo un protagonista. Los Rohm ya tenían la suficiente confianza del poder como para intermediar en la puesta en el mercado de las acciones de YPF cuando se la privatizó, un estupendo negocio que los puso a jugar en primera división con un lucro de decenas de millones de dólares en comisiones. Le siguieron varias privatizaciones más –Segba, Petroquímica General Mosconi, Petroquímica Bahía Blanca, Somisa, Altos Hornos Zapla, Banco Hipotecario–, intermediaciones en la construcción del Hyatt Hotel, con fondos del vendedor egipcio de armas Gaith Pharaon, raras transferencias que originaron una larga investigación del papel de los Rohm en la ruta de las coimas en el caso IBM-Banco Nación, y un negocio de despedida con el megacanje de la deuda. Como para diversificarse, el BGN se quedó con el Banco de Santa Fe, casi compra el de Mendoza y ganó el año pasado la privatización del de Córdoba, negocio que no se realizó por la nube de juicios y planteos que los cubrió, y por la entropía económica de la provincia.
La amistad personal de los Rohm con Carlos Menem también le dio al BGN acceso a negocios que su escaso peso –menos de la mitad de un uno por ciento de los depósitos bancarios del país, medidos a precios de 1999– le hubiera impedido ni acercarse. Por ejemplo, el BGN era uno de los poquísimos bancos privados autorizados a pagar obras públicas en nombre del Estado. Otro era el Galicia, exponencialmente mayor que la pequeña entidad de Esmeralda 120. El negocio de la venta de bonos de deuda argentina en los mercados internacionales llegó de la mano de David Mulford, ex subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, que casualmente es el representante del Credit Suisse First Boston en el BGN. El tránsito de estos bonos fue tan focalizada en el BGN que para 1993 ya tenía el puesto número uno entre las agencias colocadoras de esos papeles. Ese mismo año, Mulford fue condecorado por Menem con la Orden de Mayo
Los hermanos Rohm supieron, como no lo supo su socio esporádico Raúl Moneta, colocarse en el centro del establishment. A fines de 1999, el todavía presidente Menem se reunió a cenar con su ya electo reemplazante Fernando de la Rúa, con el también electo presidente uruguayo Jorge Battle y con el ex presidente norteamericano George Bush: el temario de la comida incluyó el combate al lavado de dinero y el anfitrión fue José Rohm, hoy prófugo de la Justicia argentina, ubicado en Nueva York y buscadojustamente por enjuagues financieros. Este nivel de contactos es explicado por la amistad de los hermanos con personas como Henry Kissinger, David Mulford y unos cuantos Rockefellers.
También por eso, cuando los Rohm se quedaron con el banco de Santa Fe, en mayo de 1998, no tuvieron mayores problemas en reforzar el directorio con figuras del fuste de José Alfredo Martínez de Hoz, ex ministro de la dictadura de Videla, y de Adalbert Krieger Vasena, ex ministro de la de Onganía. Y también por eso de las amistades, en 2001 lograron una sabrosa tajada del negocio del megacanje de la deuda externa: Domingo Cavallo llamó como asesor a su viejo amigo Mulford. Asesorando al amigo ministro, Mulford le recomendó un buen banco para manejar el negocio.
El BGN saltó a la fama con el caso de las coimas pagadas por IBM para ganar el inflado contrato del Proyecto Centenario que informatizaría el Banco Nación. El BGN y su controlada uruguaya Compañía General de Negocios manejaban fondos de la empresa CCR, identificada como el canal por el que pasaron 21 millones de dólares en coimas. Según se comprobó judicialmente, desde una cuenta del BGN salieron 10 millones rumbo a bancos en Estados Unidos, Suiza y Luxemburgo. Ya en 1997, Carlos Rohm fue procesado y sólo en diciembre de 1999 logró ser sobreseído por el juez Adolfo Bagnasco y la sala 1 de la Cámara Federal, que entendieron que no podían probar que el banquero sabía que esos fondos eran coimas. Curiosamente, los cheques que movía la cuenta investigada aparecían a nombre de mozas de pizzería y de muertos.
En agosto del año pasado, la diputada Elisa Carrió volvió a poner el nombre de los Rohm en el candelero cuando publicó su informe sobre el lavado de dinero. De él se desprende que la rama uruguaya de la empresa de los hermanos, la Compañía General de Negocios, operaba regularmente con el Federal Bank de Raúl Moneta, al parecer canalizando fondos que llegaban de la casa central en Buenos Aires y buscaban rincones discretos para mudarse.
Como el banco de Moneta y Moneta mismo, el BGN está batiendo récords de investigaciones judiciales. Casi cualquier negocio en el que participa, hasta la quiebra la empresa de helados Noel, termina envuelto en un aire fraudulento y rodeado de fiscales e investigadores.

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