Sáb 06.02.2010

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

Obstinaciones

› Por J. M. Pasquini Durán

Hoy el país está fragmentado: el esfuerzo conservador de los años ’90 para crear una sociedad dual, pocos ricos y muchos pobres, terminó en esto, un inmenso delta de islas o ghettos habitados por una multitud de personas que tienen la sensación, o la vivencia práctica, de estar libradas a su suerte. Los insulares sobreviven en hábitat tan distintos entre sí que cada día es más difícil la interlocución entre ellos, el diálogo, la lengua común. En ciertas ocasiones, la exclusión, no sólo por la condición económica, es un profundo tajo de desintegración social y fuente de violencia con rencor, inexplicables para el sentido común. Desde el punto de vista de las ideas, esa condición social disgregada expresa la enorme frustración de los discursos predominantes en el siglo pasado, del socialismo al neoliberalismo. Cuando en 2001 se escucharon airados coros que pedían “que se vayan todos” fue el momento en que la descomposición alcanzó a los partidos tradicionales, trastrocándolos hasta el punto que, en la actualidad, los que siguen derivando en la superficie son formas amorfas, adiposas, desconcertadas, sin identidades ideológicas definidas, con programas ambiguos que se acomodan para un lado o para el otro y un grado de atomización partidaria que si no fuera dramático sería grotesco. Setecientos partidos políticos compiten en el territorio nacional. Un disparate.

Ese contexto ayuda a poner cierta lógica en la conducta de jefes radicales que, muy frescos, le reprochan a don Cleto porque no votó con la UCR (caso BCRA), olvidando que el vicepresidente Cobos por el Frente para la Victoria nunca se reafilió al partido que lo echó cuando hizo fórmula con la presidenta Cristina, a la que defraudó con su desempate no positivo en el Senado, pero sin renunciar al cargo. Una joyita el hombre. Los antecedentes sociopolíticos sirven también para considerar otro sinsentido: Elisa Carrió, abogada, diputada nacional, se fue alejando del centroizquierda a medida que las votaciones le fueron esquivas, hasta que se tropezó con la pared de la derecha orgánica, llamada con abuso de sigla “el PRO”, fundiéndose con ella en una postura de oposición cerril al gobierno nacional. De Macri se puede entender porque desea la Rosada para él, pero ella tiene su destino en manos del azar, ya que en vez de construir liderazgo se convirtió en un personaje excéntrico que augura calma y felicidad para la población en tanto advierte, acompañando las profecías con todos sus guiños y tics faciales, terribles desastres mientras los tiranos continúen gobernando, “los más corruptos del peronismo”, asegura ella, una especie de record para el conteo de Guinness.

Carrió debería aplicar su capacidad de prevenir para adivinar su derrotero a partir de las incoherencias del presente: hasta hace diez días, según ella, las autoridades del Banco Central eran la defensa para que los ahorros nacionales, o sea las reservas, no fueran incautados por la codicia de “los más corruptos”. Por esa razón, Prat Gay votó, en la comisión especial, que debía aconsejar a la Presidenta, a favor del patán Redrado, al que la abogada Carrió había estigmatizado varias veces antes por el mal desempeño de sus funciones. No se había terminado de enfriar el sillón del “muchacho dorado”, cuando la diputada enfiló contra todo el directorio del BCRA, los mismos garantes de anteayer, acusándolos poco menos que de traición a la patria. Esta nueva cruzada la emprendió llevando al PRO en la punta de lanza y a su lado, incomprensible, a Felipe Solá, que dejó el servicio público para operar con la derecha metropolitana antiperonista, la que enfunda pistolas con picanas portátiles. Una descarga de ésas acaba de matar a un hombre en Nueva York. ¿Por qué la derecha está iracunda si, al decir de Carrió, oráculo cívico, el Gobierno había sido doblegado de nuevo? Los mercados financieros, que mueven los hilos de cierta derecha, sienten que perdieron a uno de los suyos y, en su lugar, con tanta gente prestigiosa que relee el Consenso de Washington, ideario inspirador de la Carta Orgánica del BCRA y de la actual ley de instituciones financieras, la Presidenta eligió a Mercedes Marcó del Pont, de genética desarrollista, con sentido nacional y sensibilidad social. Por si fuera poco, la nueva autoridad seguro que pondrá obstáculos a la fuga de capitales y encima, con sus antecedentes, si puede ayudará a modificar la Carta del banco, una especie de letra magna del poder financiero, y la ley que regula la actividad de bancos y mercados de valores para darles proyección social e integrarlos como socio y auxiliar en la orientación global del país.

Debido a sus méritos académicos y profesionales, es inatacable la flamante presidenta del BCRA, en comisión hasta concluir el mandato interrupto. A los que la juzgan con superficialidad por la amplia sonrisa simpática y mansa, les cuesta comprender que también posee un aguerrido temple de militante que tiene ideología, con perdón de la palabra. Aldo Ferrer asegura, después de tratarla mucho y de cerca, que la dama es una ciudadana íntegra, con todo lo que esa definición implica. El que no aplaudió, tuvo que callar, pero no significa calma, tregua o armisticio. La hipócrita guerrita de los mercados, preventiva y más o menos sorda o sórdida, además de las denuncias de la diputada porteña, tiende a presionar sobre la cotización del dólar y otras variables monetarias y financieras para hacer más difícil la gestión. A la vez, ningunean a la elegida presentando su vocación militante como sinónimo de subordinación ciega.

Con todos estos elementos, ¿no le habrán sugerido nada los sordos/sórdidos ruidos a don Felipe, que supo tener tanta capacidad de flotación como para nadar por años en la pileta de tiburones y cocodrilos? Habrá que sumar su conducta a la de otros muchos que tantean a ciegas en busca de una salida, así no sea siempre honorable, dado que por el momento dan vueltas en círculos que los llevan, una y otra vez, al mismo punto de partida. El fracaso y la impotencia de la política han “judicializado” temas que pertenecen por derecho natural al ámbito del Gobierno, o sea Ejecutivo y Legislativo. Luego, cada cual a su turno, se queja de lo más obvio: las falencias de una Justicia que necesita eliminar toxinas y rectificar motor desde hace décadas. El nonagenario cortesano, Carlos Fayt, se sintió tocado porque alguien mencionó la existencia de un “partido judicial” sin advertir que los tribunales devinieron en un tercer partido que arbitra las diferencias entre oficialistas y opositores, pero no por decisión propia sino por incapacidad de los respectivos querellantes.

La presidenta Cristina, todavía más que Marcó del Pont, está acosada por hostilidades, casi todas de origen en intereses económicos, con un oficialismo que tiene caciques sin identidad definida y opositores que están dispuestos a discutir, y presentarse a tribunales, acerca del sexo de los ángeles. Por si les sirve, en el DF mexicano, en el cruce de dos avenidas centrales, Insurgentes y Reforma, hay un monumento que consiste en una columna alta como el Obelisco de la CF argentina, en cuyo extremo superior está atrapado en vuelo un ángel dorado. Pues bien, ese ángel tiene tetas. Dicho lo cual, en las circunstancias actuales cada uno debería hacer sus ejercicios de introspección y no maquillarse para la tele durante tres días. Depurados de alma y cuerpo, sin masoquismo, cada quien tendrá que aceptar sus aciertos y derrotas, analizar las causas y saldar las cuentas de una buena vez, a los fines de abrir paso a una nueva oportunidad.

Las obsesiones, mal ejercitadas, son inútiles en la práctica política. El Gobierno deberá dar testimonio de ello. Así como en la confrontación con “el campo”, no supo tender puentes para diferenciar a los grandes de los medianos y pequeños y permitió que la Sociedad Rural llevara de la nariz a todos, los ataques justificados a las posiciones dominantes en los medios que cometen tropelías, mienten, deforman o trastruecan textos y contextos, vuelven como un boomerang cuando se confunde los roles de ese tipo de empresas y su personal de confianza con el periodismo en general. Es el mejor oficio del mundo, opinaron Gabriel García Márquez y muchos más, también en Argentina.

No se trata de justificar nada, pero tampoco de golpear la piñata a ciegas, porque fatiga y hastía. La política y los medios son complementarios y competitivos, al mismo tiempo, pero la diferencia de fuerzas y de llegada a menudo hace desigual la competencia cruda. Hay una ley de la democracia sobre medios. Pues bien, aplíquela el Gobierno sin más comentarios que los necesarios. Las encuestas de opinión más confiables aseguran que el electorado está dividido en tres tercios: uno a favor, otro en contra y el tercero indeciso. Si hay algo seguro es que al que duda o apoya con críticas y vacilaciones lo que menos le interesa son las peleas sino los hechos. “Más vale realizar que prometer”, afirmaba el General, viejo zorro de la política popular.

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