EL PAíS › OPINION
› Por Raúl Kollmann
Los efectivos policiales argentinos no están acostumbrados a investigar, sino a pactar. Gran parte de su función consiste en arreglar con delincuentes, cobrarles peaje y, a veces, “voltearlos”, como se conoce en la jerga el acto de cumplir con lo que corresponde, es decir detener a quien viene cometiendo un delito. La mayoría de las veces, la investigación no consiste en trabajar sobre la base del análisis criminalístico y las ciencias forenses, sino que se basa en recolectar los datos aportados por algún buchón, con quien también se pacta cerrar los ojos para permitirle seguir en el mundo del delito.
El caso Pomar demostró las increíbles cosas que suceden cuando se necesita investigar, rastrear, buscar con método, paciencia, esfuerzo. Se firmaron actas de rastrillajes falsas, o sea que dijeron que hicieron el rastrillaje y en verdad no lo hicieron. Cuando un ciudadano llamó para contar que vio el vehículo dado vuelta, ahí, al lado de la ruta, no se hizo nada. Los jefes que tenían que controlar los rastrillajes, las llamadas y todas las demás tareas investigativas, no controlaron. Y no fue un día o dos, fueron semanas. Incluso con el país en vilo ante el misterio.
La búsqueda de los Pomar no implicaba ningún negocio. No se le podía cobrar peaje a nadie, no tenía alguna arista que permitiese hacerse de unos pesos. Y por eso pasó lo que pasó. No había de por medio un desarmadero, un prostíbulo, un manosanta, un dealer, un reducidor. No quedaba otra que buscar, así de simple y rutinario. Pero ésa no era la especialidad de la casa.
Hasta hoy, buena parte de la población no se cree que los Pomar hayan muerto en un accidente. “Acá hay algo escondido, no puede ser tan simple”, razonan. Nosotros, los periodistas, que hicimos agua en este caso, colaboramos mucho con ese estado de sospecha. Es que confiamos en exceso –casi ciegamente– en nuestras fuentes judiciales y policiales que nos transmitían que, sí o sí, tenía que haber un homicida, un suicida o un psicópata detrás de la de- saparición de la familia. No nos entraba en la cabeza que no hubieran buscado al lado de la ruta, en la curva más conocida por lo peligrosa.
El procesamiento de los seis policías es el primer paso en el camino judicial del drama Pomar. Pero la cuestión de fondo es cambiar las fuerzas de seguridad. Más ciencia, más control, más nivel educativo, tolerancia cero con el peaje y la corrupción, asuntos internos en manos de civiles.
El rebrote actual que existe en el robo de autos indica que hay alguien que sigue pactando con los desarmaderos. Es un ejemplo palpable de que la especialidad, al menos por ahora, es la misma que antes.
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