EL PAíS › LAS ANECDOTAS DE LA POLITICA Y EL LLAMADO DE LA HISTORIA
Cuando nadie se acuerde qué pasó esta semana en el Senado aún se sentirán las consecuencias de la creación de la Comunidad de Naciones de Latinoamérica y el Caribe, que se concretó mientras la política y la prensa se ocupaban de otra cosa. Cuando se gana o se pierde por un voto, el problema no está en quien desempata. Un gobierno encerrado en el PJ, que paga los errores cometidos en la justicia.
› Por Horacio Verbitsky
La política y la prensa se ocupan de las anécdotas como si en ellas se jugara el destino de la humanidad, ávida consumidora de informaciones que en poco tiempo carecen de cualquier relevancia e incluso de registro en la memoria. En cambio suelen pasar inadvertidos acontecimientos que la historia registrará como puntos de inflexión que condicionaron en forma decisiva el futuro de una porción del mundo y de sus habitantes. La sesión del Senado que se levantó por falta de quórum encarna una de esas tendencias. La creación de la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe, la otra. Ambas ocurrieron esta semana, pero la única importante apenas fue registrada como ruido de fondo.
Desde que las retenciones fracturaron el frente político oficial, en el Congreso se instaló una novedosa paridad de fuerzas. Las elecciones de junio de 2009 acentuaron ese desnivel. Durante los meses posteriores a los comicios una selección de proyectos pensada para ampliar alianzas permitió que el gobierno dominara la agenda a pesar del revés. El 3 de diciembre la piñata de los cargos en la Cámara de Diputados inició una nueva etapa. A derecha e izquierda cada uno manoteó lo que pudo. Como no era un saqueo en el conurbano, mientras corrían recitaban grandes frases sobre la representación popular, tanto los que ganaron sus bancas en buena ley como quienes pintaron las ajenas de un color a la moda. Esta semana era el turno del Senado, donde el Bloque A se propuso repetir el loteo en los mismos términos, pese a que aquí las diferencias eran ínfimas. Con el propósito de ahorrarse otro escarnio como el de diciembre el oficialismo se resignó a negociar desde una posición de debilidad.
La borocotización del ex gobernador pampeano Carlos Verna puso al gobierno en minoría y el bloque A anunció que contaba con 37 de sus 72 miembros, es decir el 51,38 por ciento. El oficialismo propuso aplicar ese porcentaje a la distribución de cargos en las comisiones. Sobre 15 miembros de cada comisión, el Bloque A se llevaría 7,7 y el gobierno 7,3. Como no es posible cortar en pedazos a un senador, aunque la idea atraiga a los extremistas de siempre, la única forma viable era compensar mayorías y minorías en distintas comisiones, de modo que, en promedio, se mantuviera aquella proporción. El Bloque A se negó a esa decisión salomónica y decidió dejar en minoría al gobierno en todas las comisiones. Durante la reunión previa del bloque del Frente para la Victoria, su jefe Miguel Pichetto, anunció: “Perdemos, tienen 37 votos. Tratemos de que sea rápido y sin escándalo”. En ese momento sonó su teléfono. Pichetto salió y al regresar dijo: “Cambio de táctica. No tienen los 37 votos. Elegimos a las autoridades de la Cámara y después nos vamos”. Así fue. Como en 2008 la paridad consagró un árbitro. Aquella vez fue Julio Cobos, cuyo voto desvirtuó la única razón por la cual la Constitución permite que el vicepresidente desempate, a favor del Poder Ejecutivo que integra. Esta semana, le tocó el turno al ex presidente Carlos Menem, quien se quedó en La Rioja. Uno cree que a partir de aquel día tiene futuro político. El otro tiene puro pasado, ya que no un pasado puro. Pero en ambos casos su protagonismo depende de cosas que otros hicieron antes que ellos y del mero azar. Cobos nunca hubiera llegado a la final, de no haber defeccionado media docena de senadores del bloque oficial, como los sojeros Roberto Urquía y Carlos Reutemann. Si Menem recuperó cinco minutos de notoriedad fue porque los senadores pampeanos se habían pasado de bando.
Aunque el interesado puso por escrito que su ausencia se debió a que el interbloque al que pertenece no lo había tenido en cuenta y luego dijo de viva voz que lo habían ninguneado, la interpretación prevaleciente en los grandes medios fue que el ex presidente había negociado con el gobierno un alivio en su situación judicial. Para completar la satanización de Kirchner, nada mejor que asociarlo con Menem. Pero es poco probable, ya que las causas que desvelan a Menem son muchas y, sobre todo, porque si el partido se define en el campo de la justicia, el gobierno juega de visitante, como lo demuestra el FOBIC. La semana próxima puede pasar cualquiera de varias cosas: que Menem encuentre otras explicaciones para reiterar su verónica, que se discipline y el interbloque haga sentir el rigor al oficialismo, que uno o más senadores y/o senadoras descubran los placeres del arbitraje y mantengan el suspenso o que oficialismo y bloque A presten un poco de atención al gran país que hay afuera y lleguen a un acuerdo razonable. En cualquier caso, queda claro que lo decisivo no es quien emita el último voto, sino si es posible cimentar mayorías más consistentes, para uno u otro lado. Cuando uno sólo gana por un voto, en cualquier momento pierde, como ya aprendió Barack Obama, quien confronta el fracaso de un programa mucho más vital para su futuro que el FOBIC para el gobierno argentino. De modo indirecto, el episodio prueba el error estratégico del kirchnerismo al encerrarse dentro de los límites del PJ, devolviendo relevancia a personas y estructuras con fecha de vencimiento en 2001, a los que les aseguró una sobrevida que no agradecen, porque está en su naturaleza. Un libro de verano, que se lee tan rápido como se olvida, sostiene que el de los Kirchner fue el gobierno más poderoso de la historia argentina. La verdad es que entre 2003 y 2007 Kirchner gobernó sin mayorías legislativas propias pero con una adhesión social que condicionó a quienes ocupaban las bancas y permitió avanzar al gobierno como cuchara tibia en pan de manteca. Su legitimidad provenía de la calle, que imponía respeto y límites a la clase política. Pero en 2005, luego de vencer con holgura al aparato duhaldista, Kirchner decidió relegitimarlo, paso que completó en 2007 al asumir su presidencia. No hace falta abundar en la diferencia de aquellos años con la situación actual, pese a las medidas adoptadas por la presidente CFK que en muchos casos profundizan el rumbo elegido en 2003.
Al mismo tiempo de la anécdota del Senado esta semana se concretó en Cancún la primera cumbre presidencial de la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe. Las 33 naciones que la integran firmaron una declaración de respaldo a los derechos argentinos sobre las islas Malvinas y en contra de la inconsulta exploración petrolera dispuesta por Gran Bretaña, que Lula rubricó con una durísima descalificación del desplante inglés. Lo atribuyó a su sentido de omnipotencia por ser parte del anacrónico Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es tan claro que Brasil aprovechó el conflicto para alinear a toda la región detrás de sus aspiraciones a un asiento permanente cuando se reforme el organismo mundial como que por primera vez la Argentina no hizo, ni podría haber hecho, ningún gesto de diferenciación ya que nunca antes obtuvo semejante apoyo en la disputa. La iniciativa de conformar el nuevo bloque latinoamericano caribeño la planteó Brasil el año pasado, durante la cumbre de Costa do Sauípe, en Bahía. Hasta ahora sólo existía como agrupamiento informal en organismos multirregionales, como el Grupo Latinoamericano y del Caribe en la ONU (GRULAC) y el bloque regional en las reuniones Latinocaribeñas con la Unión Europea. En Sauípe se reunieron por separado la CALC y el Grupo de Río, organismo de coordinación política surgido en la década del 80 para apoyar los procesos de paz en Centroamérica y las transiciones a la democracia en toda la región. Aquel encuentro del Grupo de Río, en diciembre de 2008, fue el antecedente inmediato del levantamiento de las sanciones contra Cuba en la reunión de la OEA de junio de 2009. Pero el gobierno cubano decidió no reingresar a la OEA, porque no acuerda con los principios de su carta democrática. En un encuentro ministerial en Zacatecas, el Grupo de Río decidió la incorporación de Cuba y esta semana los 33 jefes de gobierno de la CALC se vieron las caras en Cancún, salvo Honduras que sigue en cuarentena como consecuencia del golpe de Estado de junio de 2009.
Las motivaciones de cada país o grupo de países son distintas. Para los caribeños implica una deseada jerarquización. Brasil no aparta la mirada del tablero global en el que se siente un actor por derecho propio que reclama el reconocimiento de los demás. Cuba, Venezuela y los demás miembros del ALBA desean participar de una instancia en la que puedan coordinar políticas sin la presencia de Estados Unidos y sin que nadie monitoree su desempeño en materia de derechos humanos. Esta misma semana, Chávez mandó al diablo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, de la que sueña con desembarazarse, porque no admite que se investigue si todos los derechos y libertades están garantizados en su territorio. Bajo la presidencia de Felipe Calderón, México procura alianzas regionales que reduzcan su dependencia política y económica de Estados Unidos. Durante el gobierno de Vicente Fox el 92 por ciento de sus exportaciones cruzaron su frontera norte. Calderón se vanagloria ahora de haber reducido esa cifra al 83 por ciento. En el fortalecimiento de una política latinoamericana con dimensiones económica, política y cultural, el presidente mexicano encontró receptividad en la Argentina y firmó con CFK un acuerdo estratégico. Ahora México tiene una política para la región y Brasil no podrá volver a desdeñarlo como mera parte de Norteamérica. Si Brasil fue el primer impulsor de la idea, México tomó la posta cuando Itamaratí mostró algunas dudas, por temor a una excesiva influencia bolivariana. Venezuela propuso realizar una cumbre extraordinaria de la CALC por el Bicentenario de la independencia de varios países y México debía organizar la cumbre del Grupo de Río, que se reúne cada dos años. Así fue como se decidió celebrar una cumbre extraordinaria y avanzar hacia una organización única. Esto no quiere decir que todo este resuelto. Por el contrario, abundan las cuestiones pendientes.
La primera y principal se refiere a la identidad del nuevo agrupamiento y a su nombre. México preferiría que fuera una Unión de Naciones, como lo es la UNASUR, y así como su vecino poderoso es una unión de estados. Para Cuba y Venezuela lo ideal sería Organización, como forma de confrontar con la OEA. Esta no parece una buena idea, ya que la OEA tiene más de un siglo de existencia y la comparación la favorecería. Al error de la exclusión de Cuba no tiene sentido responderle con el del apartamiento de Estados Unidos y Canadá.
Los sudamericanos en general prefieren Comunidad, para no desvalorizar la UNASUR. En un sistema de círculos concéntricos para la Argentina el primero y principal es el MERCOSUR, el segundo la UNASUR y el tercero la CALC. No es razonable que quienes sólo integran el tercer círculo impongan decisiones que afecten a los dos primeros, rechazo que también comparte Brasil. En términos generales puede decirse que cada círculo es más homogéneo y estructurado que el siguiente y para ningún miembro del MERCOSUR tiene sentido relegar esa asociación de un cuarto de siglo a favor de los círculos más extensos. También como parte de la identidad hay que optar entre distintas tradiciones y ritmos. Quienes integran el Grupo de Río desean conservar sus tradiciones, como espacio de concertación política, que acotó un desborde tan peligroso como el producido por el bombardeo de Colombia a Ecuador y que ahora media entre Colombia y Venezuela, para que los caribeños Hugo Chávez y Álvaro Uribe no arrebaten todo con su prosa inflamable. Cubanos y venezolanos preferirían que la CALC naciera sin la historia democrática del Grupo de Río. A esto se suma la cuestión de los papeles. La CALC ha nacido pero hasta ahora no tiene documentos. Para confeccionarlos es preciso convocar a un grupo de trabajo y esto también es motivo de opiniones contrapuestas. Si el borrador queda en manos de la secretaría pro tempore del Grupo de Río, que corresponde a Chile, su realización ocurrirá cuando ya haya asumido la presidencia Sebastián Piñera, lo cual no le causa gracia a casi nadie. Como el año próximo se realizará la cumbre de la CALC en Venezuela, Chávez reivindica para sí la secretaría pro tempore del nuevo ente y se ofrece para escribir el borrador de tratado. Tampoco hay entusiastas de esta alternativa. El grupo de trabajo aún no ha sido creado y lo único cierto es que el año que viene se reunirán todos los presidentes en Venezuela y en 2012 de Chile. También se acordó que si bien la CALC y el Grupo de Río seguirán existiendo por ahora como entidades separadas, sus plenarios serán comunes.
Los matices estuvieron presentes cuando se discutía el documento sobre las Malvinas. Que la CALC instara a las partes a negociar como desde hace años dice la OEA, resultaba tibio para la Argentina, cuando el Grupo de Río ya había proclamado su respaldo a los legítimos derechos argentinos sobre las islas. Pero los países caribeños, de estrecha y larga vinculación con el Reino Unido nunca habían dicho tal cosa, salvo los tres que forman parte del Grupo Río. También era posible alguna fórmula intermedia entre ambas. En ese punto el canciller argentino Jorge Taiana planteó a los más interesados en la constitución de la CLAC que el país no la apoyaría si el documento retrocedía respecto de lo planteado por el Grupo de Río. Así se llegó a la firma de un texto mucho más categórico de lo que Gran Bretaña hubiera creído posible y que sólo fue ninguneado en la Argentina, donde el intelectual voluntario del neoduhaldismo, Rodolfo Terragno, explicó qué había que hacer para recuperar la soberanía sobre las islas. Más allá de esas diferencias, que deberán procesarse en los próximos años, la constitución de la CALC es un hecho decisivo, sólo comparable a la primera reunión de presidentes de Sudamérica, que Fernando Henrique Cardoso convocó hace diez años para hablar de intercomunicación e infraestructura. Hoy la región es impensable sin el contacto constante y fluido entre todos sus presidentes y esto está llamado a tener múltiples efectos, cuando ya nadie se acuerde qué se discutía en el Senado argentino en el húmero verano de 2010.
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