Vie 13.12.2002

EL PAíS  › EL PROGRAMA DE LA ONU PARA EL DESARROLLO PRESENTO UNA PROPUESTA

Una dura radiografía del desastre

Es un diagnóstico detallado y bastante tajante de la crisis argentina, con 18 bases de acción económica, social y política. Una verdadera plataforma curiosamente creada por un organismo internacional.

› Por Sergio Kiernan

Por primera vez, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo no se limitó a realizar un diagnóstico de la situación argentina con su conocido Indice de Desarrollo Humano. Lo que hizo el organismo de la ONU es elaborar y presentar ayer una completa y detallada propuesta para diagnosticar y, acaso, solucionar los problemas que desplomaron el IDH nacional. Es una plataforma que envidiarían los partidos y un documento que sorprende por lo directo, sobre todo viniendo de una entidad como la ONU, famosa por la cautela de sus pronunciamientos.
El informe tiene cuatro pequeños tomos, en el que el primero funciona como resumen ejecutivo que contiene las 18 propuestas base (ver recuadro). El plan, mezcla de diagnóstico y propuestas, fue elaborado por dos grupos de consultores, uno dirigido por Liliana de Riz y otro, que se concentró en la calidad y problemas de la democracia nacional, por Juan Carlos Portantiero. El estudio fue presentado ayer por los autores y por el representante residente del PNUD en el país, Carmelo Angulo Barturen, y con una mesa de debate y reflexiones en el Teatro Cervantes de la que participaron el ministro Roberto Lavagna, el presidente provisional del Senado Juan Carlos Maqueda, el jurista Daniel Sabsay, el director de Cáritas Eduardo Serantes, el director de IPEC/Unesco Juan Carlos Tedesco, el periodista Nelson Castro y la directora regional del PNUD Elena Martínez.
El primer capítulo es “Desigualdad y pobreza”, que presenta un Indice de Desarrollo Humano ampliado y detallado de cada provincia argentina, para destacar un aspecto que obsesiona al PNUD: la desigualdad esencial entre los estados que forman el país. Así, aparecen claramente iluminadas tanto las consecuencias de los cambios económicos de la década del noventa, sumamente diferentes en cada región, como la tarea ciclópea de atender a provincias como Formosa, que en lugar de la diferencia de ingresos entre ricos y pobres de “apenas” 20 veces, tiene una de 53 veces.
Encadenadamente, el segundo capítulo o librito se concentra en la Competitividad de las Provincias, analizando las fuerzas y debilidades de cada región. No es apenas economía, también se atiende en detalle el tejido institucional, la calidad de la política. Como marco, el capítulo final trata de “Los Argentinos y la Democracia” y toca los espinosos problemas de representatividad, calidad política y divorcio entre dirigentes y sociedad.
Contado así, el informe puede sonar a uno de tantos diagnósticos genéricos que circulan. Sin embargo, desde la misma introducción se señala por ejemplo “el dogmatismo” de la dirigencia política y social, la incapacidad de encontrar soluciones, la rigidez de los actores internacionales, la degradación social, la “bifurcación” entre Estado y sociedad. Justamente, el Estado nacional y los provinciales son definidos como “espacios para la apropiación de dádivas o retribuciones que contribuyen a hacer de ésta una sociedad cada vez más escindida entre débiles y poderosos”. El país, en esta visión tan dura, “una suerte de confederación de feudos más abocados a conservar su poder que a consensuar fórmulas de cooperación”.
En este contexto resultó llamativa la larga exposición del senador Maqueda, que eligió un tono sociológico, neutral, para lo que llamó su “autocrítica pública”. Mientras que Lavagna habló corto y al grano, Maqueda disparó frases como “lógica partidaria” o “contención con estructuras”. Su primera preocupación fue señalar que Perú, Venezuela y hasta Italia tienen crisis con sus políticos, y después se dedicó a criticar las internas, abiertas o cerradas: según este justicialista, rompen los “liderazgos nacionales” y el concepto de “movimiento que fundó Perón”. En contraste, hasta los aspectos positivos que señala el informe son tragos amargos: que no estamos en el abismo que enfrentó Alemania en 1933, que la gente detesta a los políticos pero defiende a la democracia, que la furia ciudadana muestra el “activo” de no resignarse a la situación. Este país “mal unido” puede estar frente a un escenario “de caos, desintegración territorial y política” si no enfrenta sus problemas y logra “torcer el rumbo de la decadencia”. El PNUD invirtió dos años, justo los que vieron estallar la crisis, en hacer un prolijo y útil testimonio de lo que nos pasa.

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