EL PAíS › OPINIóN
› Por Eduardo Aliverti
En Argentina hay algunas sumas que en caso de dar cero redundan en otros resultados invariables. Siempre.
Si la adición de política y economía no registra impacto periodístico, se instalará algún hecho de “inseguridad”. Si la inseguridad más la política no ofrecen novedades, aparecerá algún dato económico esencialmente alarmante o dibujado como tal. Y si no hay ningún hecho delictivo capaz de desatar oleadas de indignación, ni alguno de la economía en aptitud de sacudir la modorra, ganará escenario (cualquier hecho de) la política. Es más bien imposible que convivan los tres ejes, porque los medios se caracterizan por obsesiones de a uno gracias a la mescolanza de vértigo con que informan u operan. Sí es probable, aunque excepcional, que el trío, completo, quede ocultado por episodios ajenos. Durante el Mundial de junio –con certeza total durante la primera ronda, y después según le vaya al equipo de Maradona– no habrá ni inseguridad ni economía ni política que valga. Para el caso de estos momentos, la suma cero de inseguridad y economía cumplió la fórmula de potenciar política. Si es por lo primero, se había extinguido casi enseguida el presunto intento de no se sabe qué sufrido por la modelo Nicole Neumann (llevado a títulos y fotos de portada...) y tampoco sirvió la serie de asaltos a concesionarias de autos en pocas horas, ni otros por el estilo. Los requisitos mediáticos, para advertir que ya no se puede salir a la calle porque nos matan a la primera de cambio son que haya asesinados de clase media hacia arriba y en la zona norte del Gran Buenos Aires, con preferencia. Si se trata de Silvia Suppo, sobreviviente de los campos de concentración de la dictadura, testigo en los juicios y ultimada de varios cuchillazos en Santa Fe, no vale para ganar ni tapas de diarios ni sumarios de radio y tevé. Neumann sí, Suppo no. Y para que se sitúe la economía tiene que haber barrabasadas del Indek, picos inflacionarios o circunstancias que de lo técnico devengan de inmediato en cruces violentos de y con la oposición, en tanto son temas de apasionamiento nulo. El ejemplo más reciente es el pago de deuda con reservas, pero también cabe citar al largo y durísimo conflicto parido por la 125. ¿O acaso se podría afirmar que sabía de qué hablaba, en números, esa mayoría patrocinante de los intereses del “campo” como si fuesen los propios?
La citación judicial a Macri, por las escuchas ilegales de su fantástico equipo de funcionarios y asesores, aparece cual suceso que se señalaría determinante, sin dudar, para la reaparición del avispero político. Confluyen varios elementos que lo corroborarían. Es el jefe de Gobierno porteño. Es un presidenciable, o eso dice él, que debe ir a la Justicia. En la causa ya hay detenidos. Podría ser procesado y correr riesgo de juicio político. Nadie se acuerda ya del proyecto para perseguir franelitas y cuidacoches, que tan entusiasmado lo tenía porque al fin lograba ganar espacio gracias a un proyecto y no por los papelones de sus nombramientos. Y al margen de lo que se dictamine, no hay retorno –cabría creer– para la enseñanza dejada por inventar una nueva policía con lo peor de la que hay. Sin embargo, es tal la complacencia o protección periodística de que gozan los referentes opositores, en su generalidad, que hasta para el menos avisado debería ser obvia la forma mostrada por los grandes medios al efecto de minimizar la situación. Excepto por el lógico revuelo inicial, casi únicamente, la noticia quedó entreverada con otras varias de toda índole. Eso es por ahora, claro está, porque no se supone que pueda llegarse al bochorno de mantener la tesitura si las cosas pasan a ser un Macrigate. Pero igualmente no hay vuelta para el modo en que volvió a revelarse la tendencia mediático-operativa. Y queda empalmado con lo que sí obtuvo una consideración mayor: la danza de tanteos de candidaturas al 2011.
Una parte del asunto es la mirada al oficialismo, y la testarudez por escudriñar si el postulante será Kirchner. En realidad, más que una obcecación del periodismo –lo cual no deja de ser válido, porque es una de las preguntas del millón– hay también en eso grandes cuotas de juego desalentador. De ahí la difusión de encuestas que muestran al ex presidente con un índice de rechazo masivo, la imposibilidad absoluta de que triunfe en una segunda vuelta, las especulaciones acerca de quién será el elegido en su reemplazo y todo el chusmerío de palacio ad hoc. El punto es reforzar el imaginario de que el ciclo kirchnerista está muerto y sepultado, aun cuando se sepa que, a un año y pico vista y en un país como éste, sostener eso es ciencia ficción. Y mucho más si los aires económicos confirman buena ventura, como hasta ahora lo presagian todos los indicadores (con la salvedad, relativa, de la inflación real). Sería precisamente por esto que el establishment y sus medios urgen a una definición del bando opositor. Pero el problema es que ese bando sigue siendo una hoguera de vanidades personales, incapaz –como se reveló otra vez en estos días– de articular siquiera tacticismos parlamentarios por fuera de algunos “logros” ya olvidados.
Ese panorama empeoró la semana pasada. Reutemann conquistó el principal título dominical de La Nación con su negativa a candidatearse, aunque después lo relativizaron desde su entorno como para mantener el invicto del ni sí ni no sino todo lo contrario que rige su vida. El hecho tumbó la operación de prensa montada unos días antes, destinada a construir fórmula entre el santafesino y De Narváez. El colombiano, por si fuera poco, recibió indicios –al parecer firmes– de que la Justicia no avalará su postulación porque las barreras constitucionales son insalvables. Duhalde está más muerto que vivo, y él mismo ya reconoce a sus íntimos que se ve más como un “gran elector” de la derecha peronista. La etapa de Macri no es, ay, para intentar sumarse a esa mesa chica. Y en el palo del radicalismo, descartado que Carrió quiera prenderse a Cobos, y dudoso que Gardiner aglutine al partido, e incierto que el partido acepte que Alfonsín es algo más que el hijo, nada pinta mejor. Los medios que les son adictos, a los unos y a los otros o a lo que fuere, ya pasaron de haber tomado nota a exigirles templanza y eficiencia, de manera muy crítica. Quizás, o seguro, porque la convicción expresada y las encuestas difundidas no van de la mano con un clima en el que –justamente por las agotadoras internas opositoras– estaría revirtiéndose el rechazo al oficialismo. Y tanto en las capas medias como en los sectores populares que el 28-J contribuyeron a su derrota.
Poco hay de nuevo bajo el sol. Pese a lo dicho, el kirchnerismo está en problemas si su candidato no sale de la pareja comandante. Pero enfrente tienen dificultades aún mayores porque cada día que pasa queda más claro que, excluido el discurso oposicionista, no los une ni siquiera el espanto. Algo hoy impensado debería ocurrir para que no sea ése el escenario que permanecerá durante un buen tiempo.
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