EL PAíS › OPINION
› Por Luis Bruschtein
Un dubitativo Julio Cobos intentó en un momento del debate enviar nuevamente a comisión el proyecto de reforma de la ley del cheque. Con esa ambigüedad que nunca se sabe si es parte de una estrategia o porque así es su carácter, había reconocido que los argumentos del oficialismo sobre el reglamento “eran atendibles”. Pero inmediatamente, el senador Gerardo Morales exigió que se votara y Cobos aceptó.
Es probable que ése haya sido el mejor resultado que el Gobierno podía obtener de ese debate, porque de la manera en que se saldó, tiene un argumento “atendible”, ya sea para reclamar ante la Justicia o para vetar, y porque además, al votarse, el tema ya no podrá volver a ser tratado durante el año en curso.
La oposición ganó con 35 votos a favor y 33 en contra, es decir, con la mayoría de los presentes y no con la mayoría absoluta de todos los senadores. El oficialismo argumenta que la Constitución requiere la mayoría absoluta de todos los senadores para modificar asignaciones de recursos coparticipables. La oposición retruca que no se trata de toda la ley, sino de uno de sus artículos y que es para darles más fondos a las provincias y no para restarles. Los argumentos del oficialismo no son forzados ni interpretativos, sino literales y concretos. Por lo menos tiene motivos para una presentación legal que demoraría la aplicación de la norma o para solidificar los argumentos de un posible veto.
Lo paradójico de esta cuestión es que el oficialismo ya daba por perdida la discusión porque algunos de sus legisladores y aliados habían dejado traslucir que estaban pensando en apoyarla. En otros temas la oposición no alcanza a reunir a los famosos 37 votos de la mayoría absoluta, pero en este caso sí podía. Sin embargo, el miércoles, varios de los que apoyan la iniciativa habían faltado. Si lo discutían en ese momento no llegaban a los 37 (como sucedió), y si lo postergaban para el miércoles siguiente (como intentó Cobos), tenían posibilidades de aprobar la ley con mayoría absoluta y se habrían evitado los reclamos del Gobierno.
En cierta medida, Morales terminó favoreciendo al oficialismo. Y Cobos, aunque por poco tiempo, fue mejor opositor porque evitaba la votación y mandaba todo para otro día en que la oposición estuviera mejor parada. Aparentemente, Morales no entendió la movida del vicepresidente y prefirió apurar la aprobación en ese momento con el afán de llevarse un trofeo tras haber logrado quórum para sesionar y haber perdido en el intento de reprobar a Mercedes Marcó del Pont. Morales empujó la votación y ahora Cobos hace malabarismos insólitos para justificar algo con lo que, en un principio, no parecía estar muy de acuerdo.
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