EL PAíS
› EL GOBIERNO TERMINA EL AÑO CON
CIERTO ALIVIO PERO SIN ARMAR SU SUCESIÓN
Varias paradojas y ninguna flor
Los logros que computa la Rosada en los últimos días del año. La sombra de Menem en la interna. El operativo clamor y sus secuelas. La extraña relación del oficialismo con sus candidatos. Encuestas que dan para todo. La Corte en estado de asamblea. Y augurios a los que se los merecen.
› Por Mario Wainfeld
Paradoja uno: La paradoja esencial es que Eduardo Duhalde termina el año que coincide con su gobierno calificando mejor como administrador de la cosa pública que como “armador” de su propio partido. O sea, el Gobierno sobrevive mejor de lo esperado pero no puede generar su descendencia.
Al oficialismo no le va fantástico ni nada que se le parezca pero sí mejor que hace unos meses. “Controlamos la inflación, fijamos el valor del dólar, nombramos con acuerdo del Senado a un miembro de la Corte y al presidente del Banco Central, tenemos aprobado el Presupuesto 2003. Hace unos meses los del G 7 nos preguntaban quién gobernaba en la Argentina. Ahora, ese interrogante es una estupidez”, se envalentona un prominente miembro del Ejecutivo.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional sigue al caer, como tantas veces durante el año. Pero en este ínterin Argentina se apañó para sobrevivir. “Dentro de unos meses, algún otro país (Ecuador?) caerá en default, entonces tendrá para elegir dos caminos: el ajuste salvaje de la mano de Anne Krueger o el modelo argentino Lavagna-Duhalde”, simplifica, se embellece, entusiasta, otro ministro, dando cuenta más precisa de su estado de ánimo que de la realidad.
El 20 y 21 pasaron sin estrépito, el dólar baja en el mercado libre, algo parecido a la euforia y a la vanidad asoma la puntita en la Casa Rosada y zonas de influencia. Las ínfulas parecen excesivas pero acompañan una tendencia módica que el oficialismo entusiasta magnifica. Aun desde adentro surgen prevenciones, “es como cuando cesa un dolor (sugiere otro ministro que no es médico), la sensación de bienestar es desproporcionada a la mejoría. La reacción es desmesurada como el overshooting de los economistas” (metaforiza el hombre que tampoco es economista pero sí afecto a las imágenes didácticas).
Como fuera, es real que el Gobierno no pinta para caer (como en enero, abril o a fines de junio cuando la masacre de Avellaneda) ni da sensación de estar sitiado o en jaque.
Pero, oy, oy, oy, el armado político es una calamidad. “Duhalde se ha dado cuenta de que Menem está cada vez mejor posicionado y eso lo enloquece y lo induce a cometer errores”, explica un bonaerense devenido funcionario nacional que lo conoce bien.
- Paradojas dos y tres: “Todas las encuestas que trae Julio Aurelio, fuera cual fuera el escenario, dan a Menem ganando cómodo la interna”, menea la cabeza uno de los más cercanos hombres del Presidente. El punto es asombroso ya que, amén de haberse pasado al neoconservadorismo con armas y petates, Menem tiene un pensamiento francamente minoritario en el interior de la dirigencia del PJ. Si se desbrozan su retórica y sus rencillas internas, es manifiesto que Adolfo Rodríguez Saá, Néstor Kirchner, José Manuel de la Sota o Ramón Puerta comparten una visión de coyuntura que no difiere especialmente de la del actual gobierno. Es bien probable que cualquiera de ellos que lo sucediera intentaría algo así como un neolavagnismo que incluyera una baja del dólar, algún incremento salarial, una pizca de keynesianismo con obra pública pero no un drástico cambio de rumbo. El único que propone un corte tajante y una vuelta de campana al pasado es el riojano quien, empero (paradoja dos) ganaría la interna.
Ello así, en virtud de la fastidiosa (para peronistas onda Calafate y progres) paradoja tres: el núcleo sólido del electorado menemista sigue siendo el pobrerío que se reconoce peronista. La derecha que lo adoptó como compañero de ruta recela de él, teme (novedad de los tiempos) a la fractura social que provocaría el retorno. Cuadros del establishment y del empresariado, de aquellos que festejaban sus chistes como una claque hace una década, ahora lo ven arcaico, desactualizado, más movido por el rencor que por el anhelo de gobernar. Y por eso siguen fantaseando con Lole o seresignan a apoyar en minoría al menos carismático pero más coherente Ricardo López Murphy.
Menem no supera un quince por ciento de intención de voto, retazo de representatividad que lo hace altamente competitivo, y cuyo núcleo sólido no mora los countries o los condominios tipo Los Angeles. Lo que nos deriva, como por un tubo a la (subordinada)...
- ... paradoja cuatro: Menem está en el pelotón de punta según la mayoría de los sondeos pero todos coinciden en resaltar que carga con el rechazo de no menos del 70 por ciento de los encuestados. La única forma de erosionar ese lastre sería ser candidato del PJ. De ahí que Menem (que mientras fue Presidente jamás convocó a votar al padrón del PJ) se haya vuelto súbitamente participativo. Y de ahí que, en espejo, Duhalde se juegue a que no haya interna. El Presidente también se preocupa por el riesgo de que la confrontación perjudique al PJ, “un partido de gobierno no soporta una interna desgastante como la radical”. Pero lo cierto es que no sólo le preocupa la diáspora que podría producir una primaria sino también lo que –hasta ahora– sería su resultado. Duhalde ha sincerado esa posición y apresta a sus tropas para un congreso en el que se dirima cómo se representará el peronismo en las próximas elecciones. Obviamente su gente votará por el sistema Romero (una paradojita, pues lo inventó el ahora candidato a vice del menemismo). Si la postura duhaldista triunfara en el cónclave detonaría otra paradoja: el PJ no postularía candidato en unos comicios en que el peronismo lleva todas las de ganar. Una charada que podría ser neutralizada por vía judicial, según advierte y teme un operador oficialista “ojo, que si un Congreso con mayoría nuestra decide ‘jugar’ con neolemas, Menem podría ir a la Justicia. Y quién le dice que entonces no sean los afiliados sino Servini de Cubría la que nomine al candidato del PJ”.
- Paradoja cinco: Duhalde se obsesiona buscando generarle un antagonista ganador a Menem pero tanto él como su tropa suelen atentar contra ese objetivo. El Presidente no termina de acompañar a ningún candidato y sus acólitos imaginan dislocados “operativos clamor”. El efecto combinado de esas dos acciones (no necesariamente concertadas) es esmerilar a cualquiera que asome la cabeza.
El Presidente desautorizó en público el “operativo clamor” en pos de su candidatura que tiene como adalid visible a José María Díaz Bancalari y a su vera a varios dirigentes bonaerenses, la mayoría de ellos perdedores en sus distritos en los comicios de 1999. Duhalde se enojó cuando se habló del tema el domingo en un austero quincho de Olivos. Y porfía en público y en privado de que cumplirá su palabra de irse el 25 de mayo de 2003. “La gente no tiene ganas de votar a nadie. Y eso me incluye largamente a mí. Yo no soy tan gil como para creer que, a mí, sí quieren votarme”, comenta el Presidente en la intimidad a propios y ajenos. Como habla en la intimidad puede usar algún vocablo más gráfico que “gil”.
Aunque la historia argentina y la del peronismo inducen a la desconfianza, cabe pensar que la objeción de Duhalde es sincera. Máxime porque la apuntaló propalando entre su tropa una de las tantas encuestas que encarga a diario. La gestión era juzgada dura pero no despiadadamente. Pero cuando se preguntaba si les parecía bien que Duhalde se propusiera ser elegido presidente en 2003, la furia y el rechazo crecían exponencialmente.
Los mentores del clamor no se rinden y miran con cariño otro sondeo, esta vez de una consultora que no suele trabajar para el oficialismo. Según una medición que Ibope circulariza entre suscriptores, una eventual candidatura de Duhalde sigue siendo muy rechazada pero lo es mucho menos que un par de meses atrás. Si por entonces la objetaba el 85 por ciento, ahora “apenas” lo hace un 61 por ciento. Una cifra que, a ojos de variospunteros bonaerenses, autoriza un paradojal optimismo, muy difícil de compartir allende el conurbano.
Duhalde dice que no traicionará su palabra y es dable esperar que así sea y no desconfiar de más. Pero lo cierto es que no sólo el clamor complica a los candidatos no menemistas, también lo debilitan los permanentes zigzags del Presidente. Por ejemplo:
1) Apoyó y no apoyó al endeble José Manuel de la Sota, a quien le dio la extremaunción en estos días, anunciándole en una ríspida conversación telefónica que no sólo no llegaría a presidente sino que, además, perdería la gobernación cordobesa a manos de los radicales. “Le sobrefacturó la derrota en algunas intendencias comunales”, cuenta un confidente.
2) No termina de definir su posición respecto del santacruceño Kirchner. Duhalde siempre destaca las afinidades ideológicas y políticas que lo ligan a “Néstor” (que así lo nombra afectuosamente), pero no le juega todas sus fichas. Duhalde explica su cautela, alega que Kirchner (desoyendo sus consejos) descuida los apoyos partidarios, no busca relaciones horizontales con los otros gobernadores, de por sí reacios a acompañar a un sureño. El Presidente tiene una suerte de tipología política que explica que los gobernadores, llevados a la política nacional, suelen trasladar prácticas o criterios propios de sus territorios. Así, según sus dichos, Menem es un hombre del norte pobre, habituado a tener trato familiar y hasta cariñoso con los pobres pero no proclive a cuestionar la existencia de la pobreza. Por su parte, Kirchner –describe Duhalde ante su gente– proviene de una provincia petrolera poco poblada, más similar a un emirato que a una provincia industrial argentina y extrapola, sin beneficio de inventario y con muchos ripios, su modus operandi al escenario nacional. Entre paréntesis, el error que Duhalde le enrostra a Kirchner es muy frecuentemente señalado al propio Duhalde en su peliaguda relación con los barones del PJ.
Más allá de las críticas a este o aquel candidato, cunde en el propio entorno presidencial que el techo bajo que frena a los eventuales delfines del oficialismo tiene algo que ver con el errático manejo del propio Presidente. “Duhalde mide fórmulas todo el tiempo. Hoy es Kirchner- Chiche. Otro día Kirchner-Scioli y un tercero Kirchner-Juanjo Alvarez -explica un funcionario del ala política–, los números no le dan del todo bien, se desalienta, imagina otra fórmula y manda medir Felipe SoláPuerta. El problema es que los candidatos necesitan instalarse, caminar el país, conseguir apoyos, hacerse ver. No se puede dar por terminado lo que todavía no se jugó del todo.” En política no solo vale lo existente sino también lo virtual posible, tal el criterio del interlocutor de Página/12; “es que con el criterio de Duhalde Marcelo Bielsa no podría poner jamás a Saviola en la selección, debería dejar de por vida a Batistuta”. ¿Quién sería Saviola, para el PJ? “Nunca lo sabremos. Con cada medición nueva, con cada operación se genera desaliento e incertidumbre. Mientras, Menem sigue”, se deprime el hombre.
La necesidad de definir un modo de jugar las internas del PJ y un candidato a quien apoyar fue enfatizada ante el Presidente por un par de sus hombres de máxima confianza. Incluso desató una discusión muy fuerte de tono con su amigo, y actual secretario general, José Pampuro, quien predica la necesidad de definir reglas básicas con el menemismo y apoyar firmemente a Kirchner. La sangre, parece, no llegó al río, pero el episodio da cuenta de que muy cerca de Duhalde cunde el desaliento por sus variaciones tácticas.
“El peronismo afrontó ocho elecciones presidenciales. En una sola su candidato surgió a través de una interna con participación directa de los afiliados (la que eligió a Menem contra Antonio Cafiero en 1988). Se justificaba porque chocaban dos liderazgos fuertes. Las otras –Perón tres veces, Cámpora, Luder, Menem 95 y yo mismo en el ‘99 surgieron decongresos. Esta vez es distinto, la división es tan grande que el congreso no puede nominar un candidato avalado por todos. El que quede excluido desconocerá el resultado e irá por afuera. Lo mejor es blanquear la situación e ir a neolemas. Cambiar las reglas de la interna, que se arma en interés de cada partido, no es ilegal ni antiético, como sí es alterar las reglas de las elecciones nacionales”, (se) explica Duhalde. Pero no consigue apoyos sustanciales, más allá de sus huestes y del “club de amigos”, que así llaman al puñado de gobernadores de provincias del norte (Fellner, Insfrán, Miranda) que suelen flanquearlo. Carlos Reutemann, el gran elector, le hurtó el cuerpo a un convite ad hoc en Olivos y sin su apoyo cualquier movida presidencial queda muy chueca. Con lo cual, por ahora, el Gobierno sigue a mitad de camino, como con bronca y junando. Junando a Menem, nada menos.
- Paradoja seis: La ofensiva del Gobierno contra la Corte fue exitosa, accediendo al premio anhelado que es ganar tiempo. Es que a medida que pasen los meses el costo fiscal de una eventual sentencia contra la pesificación tiende a ser menor. Como el dólar tiende a anclarse o a bajar y el CER sube, con el correr de los meses la diferencia entre la cotización del dolar y el montante de $1,40 más CER (que es lo que debería pagar el Estado) baja. “En febrero de 2002 esa sentencia era todo el mal, el fin. Ahora sería un daño importante, dentro de unos meses puede no ser casi nada”, se alivia el Presidente.
El tiempo también, estiman los operadores judiciales de la Rosada, ahondará las divisiones y la entropía de los cortesanos. Carlos Fayt podría ahuecar el ala, maquinan, y hasta piensan que, por motivos personales, Guillermo López podría seguirlo. En todo caso, los cortesanos no son un frente compacto sino una jaula de grillos. “Y por ahí, algún otro tiene un plazo fijo acorralado”, se envalentonan cerca del despacho de Duhalde en la Rosada.
El alivio, logrado in extremis por el Gobierno, vale doble, pues se logra en una cancha en la que el menemismo juega de local. La condición vitalicia de los magistrados propició que el Poder Judicial sea el bunker donde el menemismo quedó más afincado y la Corte es una muestra excelsa de su arraigo.
En materia partidaria, en cambio, donde el duhaldismo es local, cada giro de las agujas del reloj achica las chances oficiales.
Cierre, incertidumbre, deseos
“El lunes Duhalde va a reunir a ministros, secretarios de Estado y subsecretarios tal vez. Les va a agradecer la cooperación, los va a elogiar, va a destacar que su gobierno no tiene una denuncia por corrupción. Y va a pedir que todo siga así en los próximos cinco meses y dejar claro que al que meta la mano en la lata le corta los dedos. No quiere que esto se transforme en la retirada de Saigón y que los muchachos se lleven todo en la fuga”, explica, mundano, un importante ministro que conoce a fondo a Duhalde y la idiosincrasia de los compañeros funcionarios.
¿Se irá en tiempo y forma, cuidando las formas su palabra y el erario el Presidente o se colgará de las maniobras berretas que urden sus compañeros o de algún fallo judicial que declare inconstitucional la ley de acefalía, como sueñan y operan otros? Más vale que, por una vez, la palabra política valga algo y el sentido común prevalezca. Pero nada es seguro en estas tierras y si algo es la marca actual de la política nativa es la impredictibilidad. Todo escenario es posible de acá en más y nada debería sorprendernos, aunque seguramente mucho de lo que ocurra nos dejará atónitos.
Año duro y terrible el que pasó –lectora, lector–, pero también año de esclarecimiento y participación popular. Más pobreza, más movilización,mejor autoconciencia. Lo mejor que pasó fue la templanza y la constancia del pueblo, fragmentado aún, por defender sus derechos sin romper la precaria unidad nacional.
A usted, mujer u hombre del común, integrante de lo mejor de la Argentina política, este cronista la/lo saluda, le agradece y le desea un año más acorde a sus deseos y a sus derechos.