EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
Hace unos meses, el jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, enfático, narró que “Mauricio le preguntó a Oyarbide varias veces qué pruebas tenía contra él y el juez nunca le contestó”. Economista él, Rodríguez Larreta ignoraba que en las indagatorias el magistrado pregunta y el denunciado contesta o se ampara en sus derechos. Y no al revés.
El jueves, titubeante, la diputada Gabriela Michetti fulminó a la Cámara Federal porque no produjo ninguna prueba de las ofrecidas por Mauricio Macri. Cientista social ella, ignoraba que esas apelaciones excluyen toda posibilidad de apertura a prueba.
Se ve que sus asesores jurídicos fallan o que los dejaron de lado en tributo a un discurso político victimizador: Néstor Kirchner los persigue, ya van cuatro jueces que le sirven de amanuenses. Oyarbide es un magistrado discutido y desacreditado, asediado por juicios políticos. Los tres camaristas federales tienen buena reputación y no registran acusaciones relevantes. Por otra parte, un funcionario que acusa a jueces por cometer delito de prevaricato tiene el deber (no la mera facultad) de denunciarlo ante los Tribunales. Por algo calla el ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, quien sí conoce el derecho. Su regreso a la sociedad civil y a la cátedra es cercano y no puede permitirse macanear tanto.
La sentencia de Cámara es, mal que pese al oficialismo porteño, contundente (ver asimismo nota central). Convulsionó al macrismo que esperaba una revocatoria o, como piso, un fallo dividido que le permitiera argumentar de modo menos defensivo.
El recurso ante la Cámara de Casación no es una apelación, usualmente accesible. Es un recurso extraordinario, admisible como excepción. En este caso, sería una enorme arbitrariedad, ni aun los voluntaristas PRO han de creer que prosperará. La recusación a Oyarbide sí podría ser tratada pero, aun de ser acogida, no impactaría en el procesamiento firme.
El campeón de la nueva política afronta un desafío nuevo en la competitiva política doméstica: seguir gobernando con tamaña mochila en su currículum. La oposición se aglutina en su contra, mirando el escenario electoral. Hasta la diputada Elisa Carrió, que no deja pasar oportunidad para denostar el autoritarismo K, califica de “impecable” el fallo.
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La Legislatura no tiene los votos necesarios para destituirlo a través del juicio político, tal vez no le convenga atravesar esa instancia. Pero, de cualquier modo, hay otros hechos que complican el presente y ensombrecen el porvenir de Macri. Uno, para nada menor, es el tratamiento que le prodigan medios y periodistas, aun aquellos que lo vienen aupando porque cualquier bondi antikirchnerista le viene bien. En un gesto de independencia, el periodista Nelson Castro extrema el punto, opina que el gobernante procesado debe renunciar. La oposición, mayoritariamente, exige menos: una licencia a las resultas de la causa judicial.
Hasta Clarín y La Nación destacaron el procesamiento en tapa e incluyeron, a disgusto, críticas al caído en desgracia. Más a regañadientes debieron informar que en el acto conmemorativo del atentado a la AMIA resonaron críticas severas contra Macri. La colectividad judía, que en 2007 habrá votado en proporción similar a la media de los capitalinos, lo cuestiona en conjunto. En número son pocos, pero es denso ser centro de la reprobación en una movilización que tiene repercusión sensible en muchos ciudadanos.
La gestión como alcalde no ayuda. Hasta los tacheros que, según el imaginómetro del cronista, lo deben haber votado en proporción mayor a la media, despotrican.
Los otrora aliados-amigos de Unión-PRO toman distancia, mientras tratan de atraer algún dirigente o legislador macrista. Pueden tener éxito, no sólo los peronistas reaccionan cambiando de camiseta cuando huelen sangre.
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En 2007 Macri parecía tener un escenario alentador, con la ciudad bajo control. Podía elegir su destino, dejando a “Gabriela” para sucederlo o yendo por la reelección. Los guarismos de junio de 2009 estuvieron por debajo de lo esperado y generan incertidumbre para el año que viene. El cincuenta por ciento más uno de los votos que exige el sistema electoral porteño es duro de alcanzar. Fernando Solanas, que también cavila entre la candidatura presidencial y la porteña, podría ganarle en ballottage según encuestas que dispone el gobierno nacional, no tan diferentes a las que ojea el macrismo.
En lo táctico, Macri sigue igual, apostando a ser factor de unidad del peronismo federal. Los compañeros lo ayudan, involuntariamente: no encuentran un referente con potencial electoral. El único que “mide” sigue siendo el senador Carlos Reutemann, el hombre que está solo y siempre espera. Esa desunión le da un hálito de esperanza a Macri quien siempre soñó que las masas peronistas (o, en subsidio su dirigencia) irían a buscarlo por su casa.
Con el emerger del radicalismo a partir del voto no positivo, ir como cuarta fuerza nacional parece una apuesta muy riesgosa para el líder de PRO. El hombre tiene un jardín de senderos que se bifurcan, sueña con hacer redoblona, pero puede quedarse sin nada, sin su territorio y desolado en la nacional.
El cronista supone que la derecha dura lo votaría a como hubiera lugar, si se presenta. Pero la derecha dura no gana las elecciones si no se complementa con sectores medios “independientes” o con peronistas desencantados. Con la foto de hoy, Macri no reluce como un candidato que imante multitudes, ni siquiera como uno que conserve su caudal.
La táctica de adunar las elecciones locales con las nacionales tiene sentido si le va muy bien, de lo contrario puede serle un boomerang. Hoy y aquí, no da la impresión de disponer de mejor alternativa. El kirchnerismo podría apoyar la movida, pensando menos en ganar ese distrito hostil que en mejorar sensiblemente su cosecha del año pasado: un solo diputado, Carlos Heller, aliado por añadidura. Duplicar el magro caudal de 2009 vendría bien, sincera Kirchner a sus fieles. Triplicarlo sería un sueño. De cualquier modo, Proyecto Sur es, hoy por hoy, el rival más competitivo. El radicalismo tarda en armarse, en un distrito que supo darle satisfacciones. Si formara una lista competitiva (algo trabajoso pero no imposible) complicaría aún más las perspectivas de Macri.
Para robustecerlas no bastará con denostar a los Kirchner, su recurso remanido. Hay mucha oferta de ese producto, todos los integrantes del Grupo A y Proyecto Sur lo tienen en góndola, sin cargar con el lastre de una gestión y el desprestigio de un procesamiento.
Mala época, entonces, para quien fuera exitoso presidente de Boca. Si hasta el papá Franco comenta que sólo lo votaría por el corazón, que si primara el raciocinio lo haría por el kirchnerismo. Entre paréntesis, en esta semana tan signada por el Código Civil: vaya familia heterosexual ésta de los Macri, con el papá, el cuñado, el vástago y Ciro James fisgoneando entre ellos.
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