EL PAíS
› EL DUHALDISMO ANALIZA QUEDARSE HASTA DICIEMBRE DEL 2003
Qué linda que está la Rosada, ¿no?
A pesar de las desmentidas públicas, Duhalde y su entorno ya barajan distintas alternativas que podrían dejar sin efecto las elecciones generales del 27 abril y “obligar” la continuidad del mandatario en el poder.
› Por Diego Schurman
Cambiar todo para que no cambie nada. O, dicho de otro modo, idear permanentes modificaciones de escenarios para mantener el actual, que lo encuentra bien apoltronado en el sillón presidencial. Más allá de las palabras, Eduardo Duhalde ya no puede ocultar su deseo de permanecer en el poder hasta diciembre del 2003. Y hoy mismo comenzará a definir cómo hacerlo realidad: si esperando un “gesto” de la Justicia o moldeando un “operativo clamor”. O, por qué no, ambas cosas a la vez.
La idea de la “continuidad” de Duhalde en la Casa Rosada había quedada expresada hasta ahora en dirigentes marginales. Pero de a poco comenzaron a escucharse en el corazón del Gobierno. A ese efecto bola de nieve era devoto Carlos Menem cuando buscaba su reelección.
Así, lo que se inició con un reclamo de algún ignoto puntero bonaerense, se terminó institucionalizando por boca de Luis Barrionuevo. El senador y aspirante a la gobernación de Catamarca propuso el fin de semana un plebiscito para que el Presidente no entregue la banda y el bastón el 25 de mayo.
Barrionuevo, quien ya impuso a su mujer, Graciela Camaño, en el Ministerio de Trabajo, suele ser la voz cantante de los pensamientos políticamente incorrectos del Gobierno. Pero también se sumó a la propuesta el presidente de la Cámara de Senadores, José Luis Gioja.
Si bien el flamante vocero presidencial, Luis Verdi, se encargó de quitar lustre a la idea de la consulta, Duhalde y su entorno buscan ganar tiempo para ver la manera de consolidar la continuidad sin generar demasiados sobresaltos ni ofrecer margen de acción a los seguidores de Carlos Menem, su archienemigo.
Muchos imaginan el “operativo clamor” similar a aquel que en vano intentaron aplicar con Carlos Reutemann para lanzarlo a la competencia. La forma de viabilizarlo podría ser a través del Congreso Nacional Justicialista, hegemonizado por el duhaldismo y presidido por uno de los arquitectos de la estrategia oficial, Eduardo Camaño.
Ya hubo un intento en ese sentido. Fue el jueves, cuando Camaño junto a Jorge Matzkin, Juan Carlos Mazzón y José Pampuro armaron una cumbre con gobernadores y presidentes de partido en el hotel Caesar Palace. El “apriete” al menemismo llegó con el packaging de propuesta: aceptar competir con el sistema de ley de lemas o dejar en manos del Congreso la elección del candidato a presidente. O sea, aclamar a Duhalde.
Una vez “convencidos” los menemistas, que rápidamente abandonaron su reclamo de internas y aceptaron la Ley de Lemas, sorpresivamente el mandatario salió a despegarse de esa controvertida alternativa, pese a que él mismo la fomentó a través de un ignoto diputado Miguel Saredi.
–¿A vos te gusta? –le preguntó Duhalde a Alfredo Atanasof apenas un día después de la reunión en el Caesar Palace.
–No me gusta nada –le contestó el jefe de Gabinete ese viernes en la Casa Rosada.
En el despacho presidencial, Matzkin, Mazzón y Pampuro, quienes habían operado por esa ley y creían estar ofreciendo un triunfo a su jefe, se miraron desconcertados.
“Esto es un laberinto japonés. Lo matamos a De la Sota, al flaco Kirchner lo tiramos del décimo piso. Lo de Solá no va. Ya no queda nadie que compita con Menem, con internas, con Ley de Lemas, o como sea. Y cuando no queda nadie, uno no puede más que especular que el que queda, o más bien el que se queda, es Duhalde”, reflexionó ayer, ante Página/12, uno de los partícipes de ese encuentro.
En rigor, para modificar el actual sistema electoral por una Ley de Lemas, cualquiera sea su variante, se necesita una mayoría calificada. En Diputados, esa mayoría es el equivalente a 129 votos. Radicales y aristas ya la rechazaron y por lo tanto es improbable que logre ya no la aprobación de la Justicia sino la del propio Parlamento. Repasando: Duhalde dijo que no quiere internas, ahora se despega de la Ley de Lemas, a la que considera “inconstitucional”, pero deja que el debate de esa alternativa –y su ingreso en el Parlamento– siga en curso. ¿La finalidad? Que alguna presentación judicial logre un fallo que declare inconstitucional ese sistema, por más que haya sido aprobado por diputados y senadores en carácter de “excepcional”, y vuelva a enmarañar el proceso electoral. En otras palabras: mientras la Justicia analiza la cuestión de fondo, “congela” la eventual realización de internas partidarias en el PJ –previstas para el 2 de marzo– y hasta la misma elección general del 27 de abril.
En ese caso no será Duhalde ni los hombres de su férula los que logren el cometido de extender el mandato sino la “Justicia”, un poder “ajeno” al Ejecutivo y el Legislativo.
Hay duhaldistas, que en pose de ofendidos, hicieron la mímica de pintarse la cara: “Si se cuestiona a la ley de lemas por inconstitucional, también hay que cuestionar en ese sentido que el mandato de Duhalde termine el 25 de mayo, ya que la ley establece que la transición finaliza recién en diciembre de este año”, dicen, como si no estuviesen esperando que suceda precisamente eso.
¿Qué responderá públicamente Eduardo Duhalde ante tantos cambios? Seguramente nada específico. Para eso nombró a Verdi. El flamante vocero se hará cargo de involucrarse en aquellos debates desgastantes para el Presidente.
Más aún: el mandatario se preocupará en que sus hombres no dejen de recordar aquellas tendencias que muestran una mejora de su imagen y también de su política económica, de acuerdo con lo que reflejan hoy algunas encuestas. Y, mientras no haya postulante que despunte por sobre el resto, seguirá intentando instalar aquella frase que hoy es muletilla en la Rosada: “¿Para qué votar ahora si no hay ningún candidato que le guste a la gente?”.
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