EL PAíS
› LAS PRESIONES QUE IMPIDEN QUE HAYA
DETENCIONES EN EL CASO GARCIA BELSUNCE
Claves de un crimen y varios pecados
A más de dos meses del crimen de María Marta García Belsunce, la investigación sigue empantanada y no fue detenido ningún sospechoso, pese a la coincidencia en el móvil pasional. A los oscuros movimientos familiares se suma la poco clara actitud de los investigadores.
Por Raúl Kollmann y Horacio Cecchi
En privado, todos reconocen que el asesinato de María Marta García Belsunce tuvo que ver con una relación sentimental. Lo dicen integrantes de su propia familia, el letrado que los representa, la Policía Bonaerense y la Procuración de la provincia. También en privado, todos admiten que la clave está en el entorno de la víctima y sindican nítidamente al esposo de María Marta, Carlos Carrascosa, como la cabeza de la operación con la que se trató de tapar el crimen. Hay indicios claros de que en esa operación de encubrimiento también participó el cuñado de María Marta, Guillermo Bártoli. Pese a todos estos elementos, el fiscal Diego Molina Pico se niega a realizar detenciones y ni siquiera llamó a declarar como imputados por encubrimiento a los integrantes del entorno. Eso desató una furibunda interna con los investigadores policiales: “Si por alguna razón él no quiere avanzar, nosotros abandonamos toda iniciativa en el caso. Que él proponga los caminos”, argumentan los uniformados. No faltan quienes dicen que el apellido García Belsunce impresiona y, al menos de entrada, el fiscal de Casación, Juan Romero Victorica –amigo de la familia–, insistió en que no haya demasiado escándalo. En la fiscalía contraatacan sosteniendo que “hay que esperar más pericias y apuntar al homicida, no a quienes taparon o no taparon el crimen”. El enfrentamiento tiene paralizado el caso, al menos hasta hoy, y gira alrededor de estudios como el de la huella digital encontrada en la casa: allí hubo 250 personas el día del velatorio y esa impresión puede ser de cualquiera, por lo que no será decisiva a la hora de encontrar al asesino. Mientras tanto, el tiempo pasa.
Primera clave: el escenario inicial. Los integrantes de la familia García Belsunce, en privado, no dudan en apuntar su dedo hacia Carlos Carrascosa cuando hablan de quién tapó el crimen. “El llegó primero, vio manchas de sangre a dos metros de altura en el baño, se supone que vio sangre fuera del baño y rastros de una pelea. María Marta tenía un golpe en la frente y hay signos de golpes también en otras partes del cuerpo. Además, ella estaba vestida. En una palabra, la escena no parecía el resultado de un accidente en un baño. Pese a ello, desde la ventana le gritó a la masajista que María Marta tuvo un accidente, que se cayó en la bañadera y así fue convenciendo sucesivamente a todos los que llegaron”, se defiende ante este diario otro integrante de los García Belsunce.
Según el primer médico que llegó a la casa, Juan Gauvry Gordon, Carrascosa lo convenció de la teoría del accidente y él, que nunca había visto un homicidio, se dedicó a tratar de reanimar a la mujer y no a establecer un diagnóstico de cómo murió. Después llegó el segundo médico, que sembró dudas sobre la muerte –están asentadas en forma algo confusa en un acta interna de la empresa médica–, pero la teoría del accidente se impuso.
- Segunda clave: el acta de defunción trucha. El cuñado de María Marta, Guillermo Bártoli, gestionó los servicios fúnebres y queda una duda fuerte si no hubo un intento de cremar el cuerpo, lo que hubiera arrasado con todas las evidencias que después aparecieron en la autopsia. En diálogo con este diario, Horacio García Belsunce hijo sostuvo que jamás tuvieron la intención de cremar el cuerpo de su hermana: “La cremación no existe en nuestra familia”, sostuvo. En este terreno hay una contradicción con el jefe de ventas de Casa Sierra, Oscar Sierco, quien jura y perjura que Bártoli habló de la posibilidad de cremación.
Es obvio que los hombres de Casa Sierra tratan de defenderse de la acusación por emitir certificados de defunción truchos poniendo la atención y las sospechas en la familia y en ese terreno mencionan a una mujer de otra compañía, Lázaro Costa, a la que también se le habríahablado de cremación: esa mujer no declaró ante la justicia y al menos por ahora no aparece.
Sin embargo, hay un dato que pone en dudas lo que afirma una parte de la familia: Bártoli compró uno de los féretros más barato que existen. Una funeraria consultada por este diario indicó que el servicio más económico está en los dos mil pesos, el intermedio en ocho mil y el más caro cuesta 21.000. Bártoli pagó 2100 pesos, lo que al menos levanta la sospecha de que existía la intención de cremar el cuerpo. En definitiva, Bártoli participó de una gestión en la que se consiguió un certificado doblemente falso –en el que dice que murió de un infarto y no en Pilar sino en la Capital Federal– y, además, está la duda de que pensaba en cremar el cuerpo. Pese a estos elementos, el fiscal ni siquiera lo interrogó como sospechoso de encubrimiento.
- Tercera clave: el crimen pasional. Pocas veces en público, pero muchas en privado, hay un reconocimiento de todos los que tienen algo que ver con el caso: coinciden en que la muerte de María Marta está relacionada con un vínculo afectivo, sentimental. Nadie da demasiadas precisiones. Algún integrante de la familia admite que no conocía bien la intimidad de la mujer, pero acepta que la razón del crimen está en el terreno afectivo. El abogado José Scelzi dice que, en efecto, parece haber un tema sentimental. La Policía Bonaerense insiste en que María Marta tenía una relación con otra mujer, pero que el asesinato pudo tener vinculación con una vecina resentida y desequilibrada. Finalmente, la Procuración investiga las relaciones económicas, aunque también afirma que el crimen está “casi seguro” en el terreno pasional. O sea que hay unanimidad en un diagnóstico que deja las sospechas en un círculo chico, de unas pocas personas, lo que explica por qué algunos participan de una especie de pacto de silencio encubridor. Aun con ese cuadro de situación, en dos meses y medio no se llamó a nadie a declarar como sospechoso: todos fueron a la fiscalía en carácter de testigos.
- Cuarta clave: veinte días perdidos. La muerte se produjo a las 19 del domingo 27 de octubre. Un rato más tarde, hubo una llamada de Horacio García Belsunce (h) al comisario Angel Casafús en la que clamaba: “Sacame la policía de encima”. Un amigo de la familia le había advertido que un patrullero estaba en camino y el periodista no quería escándalos, por ello le pidió a Casafús que frene al móvil que, según parece, nunca estuvo en camino.
Pero lo llamativo es que al día siguiente, durante el velatorio, estuvieron nada menos que el jefe de Investigaciones de Zona Norte, comisario Aníbal Degastaldi, y el fiscal Molina Pico. Dos visitas de exagerada envergadura para un caso de una caída en el baño y tal vez eso indica que ya estaba la sospecha de que algo grave había pasado. Igual no faltan quienes afirman que esa visita de la primera plana era un síntoma del peso del apellido García Belsunce. Los empleados de Casa Sierra –tal vez con animosidad– creen que cuando se hizo el trámite por los servicios fúnebres ya Bártoli puso en marcha el engaño porque sabía de los tiros en la nuca.
En esa primera visita, hay distintas versiones sobre la actuación del fiscal Juan Romero Victorica. Unos dicen que él llamó a Degastaldi y que después trató de bajarle el tono a todo diciendo “me fui de boca, fue un accidente”. Otros, en cambio, afirman que Romero Victorica le dijo a Molina Pico: “Mirá, pibe, está todo en orden, fue un accidente” y luego lo convenció de que permitiera la inhumación del cuerpo en la Recoleta. En esas primeras horas, es evidente que la familia –posiblemente por razones religiosas o porque ninguna familia quiere habitualmente que a un familiar le hagan una autopsia– intentó dar la impresión de que las cosas se parecieron mucho a una muerte natural. Pero lo más grave es que ya estaba la sospecha de algo serio y de todas formas se permitió la inhumación. La autopsia se ordenó casi 20 días más tarde, el 14 de noviembre. A primera vista hubo una inacción que no se explica fácil.
- Quinta clave: las jugadas actuales. Todos los criminalistas y penalistas consultados por este diario admiten que es evidente que el fiscal no quiere avanzar sobre integrantes de la familia García Belsunce, en especial el marido y el cuñado de María Marta. Los más garantistas sostienen que al menos deben ser indagados como sospechosos de encubrimiento, teniendo en cuenta que está probado que el certificado de defunción es probadamente trucho, la escena del crimen fue modificada y existen otros elementos que hablan de un intento de tapar el crimen. Otros especialistas coinciden con la óptica de los investigadores de la Bonaerense: deben realizarse las primeras detenciones y de las indagatorias surgirá la verdadera historia del crimen. Uno de los más conspicuos funcionarios del gobierno bonaerense, que no sintoniza demasiado con las opiniones de los uniformados, igualmente cree que esta vez tienen razón y no entiende por qué el fiscal no avanza.
Sin embargo, el caso aparece ahora en medio de lo que muchos califican como fuegos artificiales:
- La pericia de la huella digital. Ya se sabía que iba a colaborar poco en hallar al asesino. Hubo muchísima gente en el velatorio y sea de quien sea la huella, esa persona encontrará alguna explicación de por qué apareció allí. La más elemental es que estuvo antes, después o durante el velatorio.
- El pañuelo en el bolsillo: apareció ensangrentado en el pantalón del jogging de la víctima. La lógica es que no aporte ningún dato decisivo a la pesquisa. Las pruebas de ADN estarán listas a fines de febrero.
- Las manchas en el sillón, el atizador y en la alfombra. Este diario habló con algunos de los peritos encargados del tema. Ven muchas dificultades para obtener una muestra suficiente para hacer la prueba de ADN, ya que las manchas fueron lavadas. El examen estaría para fines de febrero.
- El psicólogo forense: como cualquier especialista sabe, un perfil psicológico de un eventual asesino no sirve para adjudicarle un asesinato a nadie. Es a la inversa: cuando existen elementos sólidos contra un sospechoso, la pericia psiquiátrica constituye un elemento adicional.
- Las pericias económicas: es fundamental que se hagan ya que es posible que, pese a lo que dicen todos los que están cerca del caso, haya una cuestión de venganza por dinero de alguien del country. Sin embargo, lanzar como eje central los negocios de Carrascosa con los hermanos Rohm sirve para dilatar un avance hacia el entorno de María Marta.
- Las llamadas telefónicas sin duda requieren de un análisis pericial y deberían permitir hacer un mapa de las relaciones de María Marta. Pero no será fácil, porque se trataba de una mujer a la que todo el mundo quería, con intensa actividad social. En un caso como éste, los criminalistas coinciden en que esperar la pericia de las llamadas, también sirve como dilación.
- Clave seis: huelga de brazos caídos. Las posturas enfrentadas tienen el caso paralizado, más allá de los fuegos de artificio que se lanzan día a día. Los investigadores policiales sostienen que el fiscal no quiere avanzar sobre el núcleo familiar. No dan un diagnóstico, pero creen que hay algo detrás de esa inacción. Además, están rencorosos por la decisión de Molina Pico de prohibirle hablar públicamente del caso al comisario Degastaldi. Por lo tanto, la síntesis de la actitud de los investigadores policiales es la siguiente: “Nosotros ya hicimos lo que corresponde, hay elementos suficientes para hacer las primeras detenciones o al menos traer a declarar como sospechoso a varios. Como no se hace, los que tienen quever con el crimen están envalentonados. Si el fiscal nos pide que traigamos tal prueba o tal otra, lo vamos a hacer. Pero ahora la pelota está en cancha. Nosotros no tomaremos ninguna iniciativa”.
Por el lado de la fiscalía, la actitud es terminar de hacer las pericias y ver si de ellas surge algún indicio sobre el asesino. A esto hay que agregarle el testimonio de algunos vecinos del country, que no integran el círculo sospechado. De lo que no hay ninguna duda es que toda la presión estará esta semana sobre el fiscal, hijo del almirante Molina Pico, que tendrá que definir su estrategia. Por ahora, tanto el crimen como el encubrimiento está impunes y muchos se preguntan si la situación sería la misma en el hecho hubiera ocurrido en Villa Lugano.