Mar 03.08.2010

EL PAíS  › OPINIóN

Cuando tenga la tierra

› Por Sergio Wischñevsky *

La tierra permanece...

El presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, en la inauguración de la tradicional exposición eligió hacer un discurso que, más allá de batir todos los records en la utilización de adjetivos denigratorios contra el gobierno nacional, aprovechó la que denominó “exposición rural del Bicentenario” para armar un relato de la historia argentina que se podría usar pedagógicamente en las escuelas como ejemplo de cómo se puede deformar la historia en pos de legitimar intereses sectoriales, aun a costa de omitir, forzar o lisa y llanamente mentir sin ponerse colorado ni perder la sonrisa.

Mirando a sus compañeros de la Mesa de Enlace dijo que, si ellos hubieran estado en la Revolución de Mayo de 1810, hubieran apoyado a Mariano Moreno y Manuel Belgrano. Citó el escrito de Moreno Representación de los hacendados y su defensa del libre comercio “contra los gravámenes” que imponía el imperio español. A continuación, no se privó de igualar aquellos gravámenes con las actuales retenciones que aspira a eliminar y comparó la lucha que llevan adelante contra el Gobierno con la que hicieron los revolucionarios de Mayo: “Los mismos ideales, la misma lucha”, dijo sin inmutarse.

En primer lugar, es necesario aclarar que un hacendado en 1810 era simplemente alguien que tenía hacienda y, como el mismo Moreno aclaró, su escrito representaba a 20 mil labradores y hacendados de ambos márgenes del Río de la Plata que distaban muchísimo de ser los personajes potentados que surgirían en los campos argentinos algunas décadas después y que recién alrededor de 1860 conformarían el poderoso sector agroexportador.

Moreno le solicitó al virrey Cisneros que, en un acto de pragmatismo, aceptara que el contrabando que llegaba desde Inglaterra era imparable y, por lo tanto, en lugar de seguir fingiendo que no existía, lo institucionalizara y le cobrara impuestos de aduana, con lo cual se beneficiarían los productores locales, se conseguiría mayor libertad para comerciar y el fisco podría contar con los recursos necesarios para sostener el Estado. En ninguna parte se quejó de la existencia de impuestos, sino que, por el contrario, solicitó que se los cobraran a los sectores más pudientes de la sociedad, que en ese momento eran los grandes comerciantes e intermediarios, y que se bajaran los gravámenes a los productos de consumo popular. Lo cierto es que, en ese texto, y con mayor vigor aún a partir de la Revolución, en la que será implacable con las elites mediante las llamadas exacciones revolucionarias, la política que impulsaba Mariano Moreno estaba en las antípodas de la concepción de un Estado prescindente en materia fiscal.

Es más, su tesis de doctorado “Disertación jurídica sobre el servicio personal de indios” es un largo, pormenorizado y erudito trabajo en el que denunció el maltrato y la expoliación a la que fueron sometidos los pueblos originarios. De hecho, en sus inicios como abogado, se dedicó a defender en Chuquisaca a muchos trabajadores indios de los abusos de sus patrones, lo que le valió pasar una muy mala situación económica.

La Sociedad Rural, por otro lado, fue la gran financista de la Campaña del Desierto, mejor llamada genocidio de Roca, por la que se vio beneficiada con extensiones de tierra gigantescas y concentradas en muy pocas manos.

Manuel Belgrano tenía una vasta experiencia en cuestiones económicas. Fue nombrado secretario “perpetuo” del Consulado de Comercio de Buenos Aires en 1794. Ejerció ese cargo hasta poco antes de la Revolución de Mayo, en 1810. En dicho cargo se ocupaba de la administración de justicia en pleitos mercantiles y de fomentar la agricultura, la industria y el comercio. En sus artículos, al referirse a los labradores, los describió en una situación de grandes y penosas falencias. Ubicó como tema central de los problemas de los productores agropecuarios la imposibilidad de acceder a la propiedad de la tierra. En efecto, el creador de la bandera creía que las propiedades estaban muy injustamente repartidas y proponía la intervención directa del gobierno para realizar un reparto más justo que pondría fin a muchas de las penurias de los trabajadores rurales. No parece muy probable que la Mesa de Enlace hubiera acompañado una reforma agraria.

“Siempre alzamos la voz, no hemos hecho silencio”, prosiguió Biolcati.

El 24 de marzo de 1977, a un año del golpe de Estado, la Sociedad Rural Argentina publicó en casi todos los medios una solicitada en la que elogió el “sacrificio patriótico” de la Junta Militar y convocó a la ciudadanía a apoyar al gobierno, porque “debemos desarmar el andamiaje creado por casi 35 años de una lenta pero sistemática estatización socializante”; llamó a reordenar el presupuesto y liquidar las empresas públicas, y desaconsejó “aperturas políticas prematuras”.

El debate por el reparto de la tierra en Argentina no figura en la agenda política desde que la dictadura lo silenció a sangre y fuego. El discurso de la Sociedad Rural es una gran invitación a retomarlo.

Historiador, profesor de la UBA.

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