EL PAíS › EL JUICIO POR LOS CRíMENES COMETIDOS EN LA UP 1 DE CóRDOBA
Dos ex presas políticas narraron las vejaciones que sufrieron en la cárcel. También hubo reproches para defensores oficiales y funcionarios judiciales. La abogada de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba reconoció a varios acusados.
María Teresa Sánchez y Graciela Galarraga, dos ex presas políticas, narraron en el juicio oral y público que tiene como principales imputados a Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez cómo las mujeres eran sometidas a tratos brutales. Galarraga recordó que en una de las guardias a cargo del teniente Pedro Mones Ruiz apareció en su celda el cabo Miguel Angel “Perico” Pérez con un grupo de militares y “estando desnuda hizo pasar uno por uno a los guardias”.
Sánchez, abogada de la filial Córdoba de Abuelas de Plaza de Mayo, reprochó la actitud pasiva de Ricardo Haro y Luis Molina, sus defensores oficiales, que la representaron cuando fue acusada de “asociación ilícita”, además del secretario del juzgado federal en esa época, Luis Rueda, quien le tomó declaración. En una oportunidad, Molina le dijo: “Bueno, vos no querés hablar ni tampoco bajarte la bombachita, así no vas a salir nunca”. Sánchez fue secuestrada el 24 de febrero de 1976 cuando una “patota policial” fue a su casa en busca de su marido, el sindicalista Víctor Ferraro.
Sánchez era militante estudiantil universitaria y estuvo secuestrada, durante cuatro días, en dependencias del Departamento de Informaciones Policiales (D2). Ayer reconoció como integrantes de la patota de torturadores a los policías imputados Miguel Angel “Gato” Gómez y Calixto Luis “Chato” Flores.
Si bien no identificó por el nombre a la imputada Mirta “Cuca” Antón, al observarla en el banquillo de los acusados, la testigo afirmó que estaba en la D2 donde participaba como personal policial. Recordó, además, que en esa dependencia vio a su marido muy golpeado y que le habían dibujado una cruz esvástica en el pecho. “El Gato Gómez nos hacía gritar Heil Hitler”, dijo la mujer. En la Unidad Penitenciaria San Martín (UP1) –donde fue trasladada más tarde– ubicó a los militares Pedro Mones Ruiz y Gustavo Adolfo Alsina. “Las torturas de Alsina son inolvidables para mí”, manifestó, al sostener que “era uno de los torturadores más salvajes” y que en ese lugar era normal que el personal masculino las desnudara y las sometiera a “tratos brutales”.
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