EL PAíS › POR PRIMERA VEZ EN EL PAíS, UN NIñO RECIéN NACIDO FUE INSCRIPTO EN LA CAPITAL COMO HIJO DE DOS MUJERES
Verónica y Cecilia se casaron el 11 de agosto, con la ley de matrimonio igualitario ya en vigencia. Una de ellas estaba embarazada. Hace unos días nació el bebé. Y ayer fue anotado en el Registro Civil porteño como hijo de ambas.
› Por Soledad Vallejos
Ayer, en Argentina se inscribió al primer niño nacido en una pareja de dos mujeres casadas gracias a la ley de matrimonio igualitario. Se llama Vicente, tiene unos días de vida y sus mamás, Verónica F., de 33 años, y Cecilia M., de 35, anoche todavía no podían creer la velocidad con que sucedieron las cosas. “Mientras hacíamos el trámite, les decía a todos: ‘Cuando empezamos con nuestro proyecto de familia, no había ley de matrimonio. Ni siquiera un mes antes de que se sancionara para nosotras era creíble que fuera a haber ley de matrimonio. Y ahora, en un mes, nos encontramos con que estamos casadas, con el nene anotado en la libreta de matrimonio y a nombre de las dos. ¿Qué pasó?”, contaba y reflexionaba Verónica, en diálogo con este diario, mientras, de fondo, el niño balbuceaba.
Vicente nació a fines de la semana pasada. Sus mamás se casaron el 11 de agosto; una de ellas tenía una panza inocultable; “¡Total! Fue como si nos casáramos de apuro”, se reían. Ayer, las dos y el bebé estuvieron en el Registro Civil de la calle Uruguay, en reunión con el director de la institución, Alejandro Lanús; el subsecretario porteño de Justicia, Daniel Presti, abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y el presidente de 100% Diversidad y Derechos, Martín Canevaro. Afuera esperaban amigas, como la activista de Lesmadres Florencia Gemetro (ver aparte), el marido de Canevaro, Carlos Alvarez, la activista trans Alba Rueda y Norma Castillo, una de las primeras lesbianas casadas en Argentina antes de la sanción de la ley de matrimonio.
“Es un cambio cultural, un reconocimiento a nuestras familias. Es un avance enorme en términos de derechos, en términos ideológicos, en el reconocimiento a la diversidad familiar”, explicó Canevaro. El niño fue anotado con el apellido de su madre biológica. Sin embargo, debería llevar el de ambas, de acuerdo con lo estipulado por el artículo 36 de la nueva ley de matrimonio, según el cual la inscripción “en el caso de hijos de matrimonios entre personas del mismo sexo (deberá contener) el nombre y apellido de la madre y su cónyuge”. La inscripción de Vicente posiblemente siente precedente para los demás registros civiles, al menos en la ciudad de Buenos Aires, porque fue “avalada por el director del Registro Civil y el subsecretario de Justicia”, señaló Canevaro.
La partida de nacimiento dice “es hijo de Pirula y Mengana, cónyuge de Pirula. No dice ‘son madres’, pero en el caso de parejas heterosexuales tampoco dice ‘son padre y madre’”, explica Verónica. Lo único que hubo que añadir al documento público fue la frase “cónyuge de la madre”. En la libreta colorada, todavía flamante porque el casamiento de Verónica y Cecilia fue hace menos de un mes, la inscripción filiatoria tampoco deja lugar a dudas de que se trata de una familia legalmente reconocida y protegida por el Estado. “La primera hoja dice que esa libreta es de la familia tal, y ahí van nuestros dos apellidos. La segunda hoja dice que se casaron Verónica y Cecilia, tal día, a tal hora, con tales testigos. Y después hay doce hojas para anotar a doce hijos. Ahí, en los datos de ‘nacimientos’, está Vicente. Eso quiere decir que Vicente es hijo de este matrimonio.”
La inscripción del niño, el primero nacido en una familia conformada por dos personas del mismo sexo casadas bajo la ley de matrimonio igualitario, significa que, en adelante, como cualquier otro ciudadano del país, goza de derechos. “Necesitábamos poder inscribirlo, por ejemplo, para sumarlo a la obra social. Ahora podemos pasar los tres al plan familiar: inscribirlo a él, unir nosotras nuestros aportes.” Además, al estar reconocidas ambas integrantes de la pareja como madres, cualquiera de las dos puede tomar cualquiera de las decisiones que, en las parejas heterosexuales, la ley reconoce como legítimas de padres y madres. “Yo podría tomar decisiones médicas con él. Educativas también. Esas cuestiones de tutelaje. Lo que importaba, lo que nos preocupaba ya está. Yo decía ‘¿Qué pasa si una de nosotras no es reconocida como madre y está sola con Vicente? ¿Qué pasa si hay una emergencia médica? ¿Qué pasa si a la única madre reconocida le pasa algo?’, ahora las dos podemos responder por él. De alguna forma, es una matria potestad compartida.”
“Cuando sea grande, no sé realmente si Vicente lo va a entender. Para él va a ser lo más natural del mundo”, dice Verónica. Que todo haya sucedido con tanto vértigo “está buenísimo pero te desubica”. “Cuando volvimos de allá, del Registro, dormimos la siesta los tres; estábamos pasadas de cansancio.” Así de intenso, dice, fue el día, tanto como la semana previa. Agrega: “Finalmente, por dos semanas nuestro niño no es bastardo”, y ríe desde el otro lado del teléfono. “Nunca pensé que nuestro proyecto iba a ser tan convencional.”
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