EL PAíS › EL HIJO DE THELMA JARA DE CABEZAS DECLARO EN EL JUICIO POR LA ESMA
Daniel Cabezas recordó que su hermano Gustavo permanece desaparecido y dijo que Thelma “todavía sueña” con quienes la secuestraron y la torturaron. Aportó grabaciones de charlas que tuvo con su madre cuando la sacaban de la ESMA para dar notas a la prensa.
› Por Alejandra Dandan
Recuperó el casete en 1990, cuando regresó a México a buscar alguna de sus pertenencias. Lo escuchó una sola vez. Tenía grabada una de las conversaciones telefónicas que mantuvo con su madre mientras ella estaba secuestrada en la ESMA. Nunca más volvió a escucharlo. “Me daba mucha vergüenza oírla porque todo era muy complejo, se mezclaban las conversaciones entre madre e hijo y entre los dos que además éramos militantes.” Daniel Cabezas aportó ese material, hasta ahora inédito, en la audiencia del juicio oral sobre los crímenes del principal campo de concentración de los marinos. La voz era de su madre, Thelma Jara de Cabezas, una de las primeras integrantes de la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
–Hola mamá, ¿cómo estás? –le preguntó ese 3 de diciembre de 1979 él, desde México.
–Muy bien –le dijo ella, hablaba desde la casa de una vecina de su hermana, costurera de un barrio, adonde los represores habían empezado a llevarla en diciembre los sábados a la noche, para dejarla veinticuatro horas. “Yo comprendo que te cueste entender algunas cosas –dijo Thelma–, no pienses que traicioné a nadie, sé que te va a costar entender, pero es mi forma de seguir luchando.” Poco después, iba a decirle que tenía “mucha confianza en estas personas”, que algunos “tenían valores muy grandes” y trataban de ayudarlos. Pero explicó: “Acá hay muchos chicos que pueden correr la misma suerte, con los que estoy conviviendo... muchos chicos a los que puedo volcar todo mi amor, que están como yo... son treinta o cuarenta... hay otros que salieron.”
Daniel le preguntó por la ESMA. “Esto tenés que tratar de no decirlo nunca, ni repetirlo por favor porque entonces se nos viene todo abajo.” Ella le explicó que la habían secuestrado y que dejara de buscarla.
“Decidí aportarlo ahora –explicó Daniel–, porque puedo verlo a la distancia: porque entendí que ella lo que me estaba diciendo era que quería salvarles la vida a esos treinta o cuarenta chicos que había en la Escuela de Mecánica de la Armada que son los nombres que dio en sus primeras declaraciones testimoniales.”
A Thelma Jara de Cabezas la secuestran el 30 de abril de 1979. Una hora después de secuestrarla la estaban torturando en la ESMA. “Cuando llega, le sacan la capucha, las vendas que le habían puesto y la enfrentan con Marcelo, que después con los años supo que era Ricardo Cavallo”, el mismo represor que metros más adelante, como en cada audiencia del juicio, observaba todo a través de su computadora.
Thelma ya era un personaje público. En 1975, uno de sus hijos había empezado a militar en la UES. Thelma juntaba en su casa a los amigos de Gustavo, la mayoría con mayor o menor grado de responsabilidad en Montoneros. El 10 de mayo de 1976 una patota secuestró a Gustavo. Estaba con María Florencia Villagra, a quien mataron a tiros por la espalda. A Gustavo lo llevaron al Batallón 601 de Boulogne. No volvieron a verlo.
Thelma empezó una búsqueda que desembocó en la organización de la Comisión de Familiares de la que fue secretaria. Daniel partió a México.
En 1979 a Thelma la invitaron a una reunión de Montoneros en Roma. “Y ella acepta porque en cada una de los lugares donde iba podía contar lo que estaba sucediendo”, dijo Daniel.
Cuando llegó a la ESMA, la saludó Cavallo. Le pegó una cachetada, la torturaron y le preguntaron por los contactos de Montoneros en Roma. Las torturas se repitieron otras dos veces. Entre cada sesión le pedían que escribiera una carta. La primera, dirigida a su madre y a la Comisión de Familiares, para decirles que no la buscaran porque se había ido a Uruguay. La carta, aportada por su hijo ayer en la causa, fue escrita el 1º de mayo de 1979 y las estampillas señalan todavía la fecha del 2 de mayo con la procedencia de Colonia. Luego de la siguiente tortura la obligaron a escribirle a Videla, entre otros, para decirle que se iba del país porque la estaban buscando los Montoneros.
“Ahí empieza la campaña contra mi madre para desprestigiar a los organismos y frenar lo que se estaba denunciando.” Daniel habló varias veces de esa campaña, una operación que con el paso del tiempo terminó mostrando además la relación de la dictadura con la prensa. La obligaron a dar un reportaje. La sentaron un día de agosto en la confitería Selquet ante un reportero de la revista Para Ti. La habían llevado a una peluquería, le habían comprado ropa y la habían hecho ensayar lo que debía decir. Thelma se sentó, empezó a hablar frente a un grabador y mencionó a su hijo desaparecido. En ese momento –recordó Daniel–, el fotógrafo de la revista, Tito La Penna, le apagó el grabador al reportero. “¡No te das cuenta de lo que está diciendo!”
Pero el operativo prensa había empezado poco antes. Un día la pararon en la Panamericana, ante unos carteles que simulaban ser escenas de Uruguay para una foto. Como no sirvieron, Cavallo la llevó a repetir las tomas a Uruguay. Viajó otras dos veces, y en medio de la visita al país de la comisión de la OEA la sentaron frente a dos periodistas de The News World, un periódico de la secta Moon. El traductor era un marino del Centro Piloto de París. La nota fue reproducida por Télam y varios diarios la repitieron. “Hoy se habla de golpe cívico-militar –dijo Daniel–: tanto Télam como Clarín y La Nación eran socios de la dictadura.” Tenían sus agentes, agregó, “Chiche Gelblung, Mirtha Legrand, Joaquín Morales Solá defendían todo lo que la dictadura decía a través de sus equipos.”
Thelma empezó a salir de la ESMA para ir a la casa de su hermana. Daniel empezó a comunicarse y grabó tres de esas conversaciones. Dos con su tía, una con su madre. En el primer diálogo con su tía hablaban de un encuentro que Daniel quería tener con su madre y de “los amigos”, el modo de omitir el nombre de los represores.
–¿Puedo verla?
–Eso es lo que pasa –le dice la tía–, porque parece ser que las garantías serían para acá.
–¿Está “con los amigos”?
–No, está sola.
–¿Esperan en la puerta?
–No, ya no, vienen por ejemplo y la buscan a las 24 horas.
–¿Está ahí?
–Sí.
–¿Por qué no me habla? ¿Los vecinos no saben que está?
–Exactamente.
Luego se produce la charla con la madre. El le pregunta por Para Ti. Ella dice que está “todo acomodado”. Repite que “no sé cuándo voy a estar en total libertad... aunque te cueste entenderlo, aunque sea poco lo que te puedo trasmitir... vos tenés que dejar de hacer cosas en el exterior”. Y luego, cuando ella le dice que algunos militares son “maravillosos”, él intenta convencerla de que lo que le está pasando a ella les pasó a otros que ahora están afuera y hacen denuncias. Sí, le dice ella, pero adversas. Y vuelve a decirle que deje de hacer denuncias en el exterior.
Si me lo permite, pidió Daniel al final, “la tortura de mi madre comenzó el 10 de mayo de 1976 y sigue hasta hoy, porque mi hermano sigue desaparecido: ella todavía sueña con esa gente”.
Thelma Jara de Cabezas está con presión arterial alta y dilatación en la aorta, por eso no va a ir a declarar.
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