EL PAíS › LUIS PATTI CONCURRIó EN CAMILLA A LA PRIMERA JORNADA DEL JUICIO POR SUS CRíMENES DURANTE LA DICTADURA
El policía represor está acusado por un asesinato, seis torturas y nueve secuestros. Es juzgado junto a Reynaldo Bignone, Santiago Omar Riveros y Fernando Meneghini. “Mientras no interrumpa el juicio que venga como quiera”, dijeron los querellantes.
› Por Alejandra Dandan
El condenado Reynaldo Bignone subió las escaleras primero. Lo siguió Santiago Omar Riveros, y al lado se sentó el ex policía Fernando Meneghini. El escenario del auditorio municipal Hugo del Carril en José León Suárez estaba listo. Se habían acomodado a un lado los integrantes del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín; abajo, en las butacas, estaban familiares, testigos y representantes de los organismos de derechos humanos. Pero en la sala todavía faltaba el policía Luis Abelardo Patti. “Ni a mi novia esperé tanto en mi vida”, se oía entre el público. “A ver... A ver... ¿qué pasa?”, murmuró la misma voz delante de unas cartulinas con las caras y los nombres de otros asesinados en Escobar levantados como estandarte entre el público. “Ahí viene el bicho”, dijo la voz cuando un enfermero se abrió paso con la camilla en andas desde la puerta de emergencia ubicada a un costado. Rodeado por un impresionante cuerpo de hombres del Servicio Penitenciario pertrechados con chalecos antibalas, el ex subcomisario llegó acostado sobre el camastro, el cuerpo inerte, los ojos cerrados y un par de zapatillas deportivas. Así estuvo durante la primera jornada del juicio oral por los crímenes imprescriptibles de la última dictadura militar al que es sometido junto a los otros tres represores.
“Mientras no interrumpa el juicio que venga como quiera”, explicaba anoche Ana Oberlin, abogada de los querellantes. “Pedimos que se cumplan las garantías para los testigos; si él quiere seguir el show de lo patético, que lo haga en paralelo.”
Patti debía llegar a la sala de audiencias en sillas de ruedas; así se lo habían anunciado sus abogados –entre los que se encuentra el ex camarista Alfredo Bisordi– a las autoridades del Tribunal. Internado en la clínica Fleni de Escobar, una pericia determinó la semana pasada que estaba en condiciones de presentarse. Patti había dicho que ni siquiera podía pararse y aludió a un supuesto clavo que le toca la cervical. “Existen tomografías para saber si eso es cierto –dijo Oberlin–, no podemos creer que la dolencia exista y que no hayan hecho nada para solucionarlo.”
La sala estaba repleta. Testigos, familiares, representantes de los organismos de derechos humanos, movimientos piqueteros, como Barrios de Pie. En las filas de adelante, se sentó el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, entre las Madres de Plaza de Mayo con sus pañuelos. Estuvieron Enriqueta Moroni, Lita Boitano, Nora Cortiñas y Taty Almeida. En un costado habían dejado un ala completa del auditorio para la tropa de Patti, los hombres del Paufe de Escobar. Se suponía que irían en colectivos, pero nadie llegó.
Patti seguía adelante. La presidenta del Tribunal, Lucila Larrandart, dio por comenzada la audiencia. Entre las once de la mañana y la una de la tarde, el enfermero de Patti desabrochó el ruidoso abrojo del aparato de presión por lo menos tres veces. A las dos de la tarde, cuando concluyó el cuarto intermedio, uno de sus dos defensores, en este caso Silvio Ramón Duarte, anunció que Patti estaba con presión alta. Pidió permiso a los jueces para que el acusado siguiese la audiencia desde la ambulancia.
La jornada había comenzado con la lectura de la requisitoria de elevación a juicio escrita por el fiscal Jorge Sica. El juicio oral es un desprendimiento de la llamada causa Riveros, un expediente con unos 400 casos que siguen investigándose. Los imputados son Riveros, Bignone, Meneghini y Patti, acusado por nueve privaciones de la libertad, el homicidio de Gastón Roberto José Gonçalves y otros delitos (ver aparte).
El Tribunal leyó la descripción que la fiscalía preparó de cada una de las víctimas. La primera fue la de Gonçalves, secuestrado en Zárate el 24 de marzo 1976 y quien cuatro días más tarde estuvo en el interior de un camión celular estacionado en la parte de atrás de la comisaría de Escobar. Desde el momento de su detención, fue objeto de torturas. En la lectura se recordó que el 2 de abril de ese año, en el Camino isleño del río Luján, se encontró un cadáver carbonizado entre neumáticos todavía encendidos, con el cráneo destruido por un disparo de arma de fuego. El cuerpo fue enterrado como NN en el cementerio de Escobar.
El segundo caso que se escuchó fue el del ex diputado nacional Diego Muniz Barreto y su secretario Juan José Fernández. Ambos fueron secuestrados el 16 de febrero de 1977 alrededor de las seis de la tarde en una carnicería cercana a la comisaría de Escobar. Desde allí los llevaron a la Comisaría de Escobar, donde los tuvieron detenidos hasta el 18 de febrero. Después de pasar por la Unidad Regional o Comisaría Primera de Tigre y por Campo de Mayo, el 6 de marzo a la madrugada volvieron a meterlos en el baúl de un auto, los llevaron a orillas del Paraná en Entre Ríos, simularon un accidente y los arrojaron al río en el Fiat 128 de Fernández. Muniz Barreto murió. Fernández sobrevivió, y cuando salió describió lo que había sucedido a un escribano.
El último caso reúne el secuestro de varios adolescentes militantes de una Unidad Básica de Garín. Son Carlos Daniel Souto, secuestrado a las 7.30 del 10 de agosto de 1976 mientras esperaba el tren en la estación de Garín para ir a la escuela Manuel Estrada de Capilla del Señor. Ese mismo día, a la 13.30, el mismo grupo entró en la casa de los hermanos Guillermo David y Luis Rodolfo D’Amico. Eran vecinos de Souto. A Luis Rodolfo le sumergieron varias veces la cabeza en un tanque de agua del patio de la casa, y luego se los llevaron. Hoy siguen desaparecidos. Ese tercer expediente también incluye el caso de Osvaldo Tomás Ariosti, secuestrado el 3 de abril de 1976, alojado en la comisaría de Escobar, trasladado al buque anclado entre Zárate y Campana donde había otros detenidos. Ariosti pasó luego a Campo de Mayo, a la cárcel de Devoto, a La Plata y salió en libertad el 28 de octubre de 1978.
Poco después del mediodía, la secretaría del TOF 1 concluía con la requisitoria fiscal con las pruebas contra Patti. “La abundante y concluyente prueba –indicó Sica en su escrito– permite concluir que en todos los casos ventilados fue coautor directo de las privaciones ilegítimas de la libertad, habiendo en algunos casos intervenido en tormentos.” Respecto de Gonçalves –indicó– quedó probada su persecución a través de múltiples testimonios. También la intervención en el secuestro, porque su madre supo por la hija de un testigo que él había sido el secuestrador. En el caso de Muniz Barreto recordó un mensaje que escribió el ex diputado desde la comisaría de Escobar en la que señaló a Patti como quien los había detenido. Citó además el testimonio del actual secretario de Derechos Humanos de Nación, Eduardo Luis Duhalde, y de Marcelo Fernández Grassi, entre otros, que afirmaron haber escuchado el relato escrito y narrado por Fernández, que falleció en 1985. Señaló además otro testimonio que afirmó que el ex diputado Muniz Barreto aparecía en la lista de desaparecidos que llevaba adelante la Nunciatura Apostólica de Buenos Aires, donde figuraba Patti como captor, cuando no era conocido públicamente. Y sobre los últimos casos, Sica explicó la conexión entre el secuestro de Souto y los hermanos D’Amico. Recordó que los padres de los hermanos declararon en 1985 y reconocieron a Patti como miembro de la comisión policial y de la policía de Garín. En tanto, Ariosti reconoció a Patti como su aprehensor, y quien lo trasladó al buque fondeado entre Zárate y Campana.
La jornada siguió con la lectura de otras requisitorias. La querella representada por Pablo Llonto y Ana Oberlin, que actúan en nombre de los hermanos Juana, Diego y Antonio Muniz Barreto, de los hermanos Manuel y Gastón Goncalvez y de María Isabel D’Amico, la hermana de Guillermo y Luis D’Amico, hoy desaparecidos. Riveros, Bignone y Meneghini seguían sentados. Bignone adelante, con las piernas cruzadas. Patti ya no estaba en la sala. “Muchas veces te hacen creer que vos sos una loca”, decía Juana Muniz Barreto estos días. “Que estás treinta años después molestando a estos señores mayores y en realidad los que están acusados de haber cometido delitos gravísimos y están sin ser condenados y juzgados son ellos, no uno. Es decir, ellos son los responsables de que mi papá hoy no esté acá con nosotros. Entonces hay que tener muy presente eso para poder sentarte bien cuando vas, porque hacen todo tipo de manejos para hacerte sentir que uno está en falta, y uno lo que hizo es lo correcto: es acudir a la Justicia a que resuelva algo gravísimo.”
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