EL PAíS › MAS DE 30 MIL PERSONAS RECORRIERON LAS CALLES DE PARANA COMO CIERRE DEL ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES
Miles de mujeres de todos los niveles sociales desbordaron el Encuentro Nacional que se realiza todos los años y tuvieron que abrir más talleres para debatir temas de género, algunos de los cuales funcionaron en las plazas.
› Por Sonia Tessa
Más de 30 mil mujeres llenaron de consignas, colores y pintadas con aerosol las calles y paredes de Paraná, en un recorrido de más de 30 cuadras que salió desde la plaza de los Bomberos, en pleno centro de la ciudad, y terminó en el monumento a Urquiza, sobre el final de la Alameda de la Federación, en la barranca donde se concentran las casas más elegantes. Los vecinos se asomaban a los balcones, extrañados. Escuchaban la consigna “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” quizá por primera vez en su vida. Dos nenes pequeños miraban por la ventana, divertidos, el tetazo de un pequeño grupo de feministas que se sacó las remeras y dejó sus senos al aire. Más adelante, unos adolescentes preguntaban de qué se trataban esos carteles y ya sobre el final, en el cantero donde se concentran los jóvenes con sus motos en la noche del domingo, dos chicas se preguntaban en voz alta: “¿Aborto legal para no morir? Pero eso no se puede”. La marcha significa todos los años el punto más alto del encuentro, una marea de colores que encuentra un punto en común en el verde de los pañuelos de la campaña por el derecho al aborto, diseminado a lo largo de la enorme columna de cuadras y cuadras, que ayer pareció interminable.
Desde el Area de la Mujer del Sindicato Municipal de Avellaneda hasta Feministas Inconvenientes, un enorme abanico de organizaciones políticas, sociales, culturales y feministas se encolumnaron tras la comisión organizadora. “Vení Urribarri, vení a contar, por qué Fernanda acá no está”, fue la consigna con mayor contenido local. Es que Sergio Urribarri es el gobernador de la provincia, y Fernanda es Fernanda Aguirre, la niña de 13 años desaparecida el 25 de julio de 2004 en la localidad entrerriana de San Benito. Su madre, María Inés Cabrol, murió en mayo de este año sin haberla encontrado. Siempre denunció que había sido raptada por una red de trata.
Entre las consignas que coreó la comisión organizadora, pero que se diseminaron por buena parte de la marcha, estuvieron: “Qué momento, qué momento, a pesar de todo, les hicimos el Encuentro”, gritada con fuerza por las mujeres que hicieron posible la reunión, como así también “Mujer, escucha, únete a la lucha”, lanzada hacia los balcones y ventanas –no son muchos los edificios altos en el centro– desde donde eran observadas.
La marcha había arrancado pocos minutos antes de las 19. En la plaza de los Bomberos, una tela color naranja cilíndrica, con forma de torta, cubrió la estatua de la fuente central. Una guirnalda blanca semejaba la crema. Desde allí, como es costumbre, salieron ayer las primeras integrantes de la comisión organizadora local. Detrás, las banderas se sucedían. Varias chicas jóvenes, de calzas coloridas y remeras superpuestas, llevaban unos carteles que decían “Cliente” y “Prostitución”, unidos con cadenas realizadas con goma espuma blanca. “No somos mercancía”, decía otro cartel.
Sólo tres cuadras después del comienzo, en la plaza 1º de Mayo, 50 metros al costado de la marcha, en la Catedral, una guardia de seis filas de hombres de la Iglesia se quedó con las ganas de confrontar. Había habido una mínima escaramuza previa al comienzo de la manifestación, pero después, nada. Los hombres habían llegado poco después de las 4 de la tarde, tres horas antes de la movilización, con carteles con distintas leyendas, todas del tenor de “El aborto es un crimen”.
Durante la marcha, la columna central no se desvió de su camino. “No se vota, no se vota”, fue una de las consignas que se escucharon sobre el final. Dos jóvenes que acompañaban por el costado, vendiendo la revista Chispa, se preguntaron entre ellos de qué se trataba. Era la respuesta de la comisión organizadora –y de muchas mujeres que la hicieron suya– a las iniciativas para impulsar la votación en los talleres y desnaturalizar así el diálogo con consenso.
Una cuadra después de la cabecera de la marcha, el cartel de la Campaña por el Derecho al Aborto no tenía policromía. Todo era verde. Había algunas mujeres que llevaban en su cuerpo dos o tres pañuelos, atados de distintas formas, en la cabeza, en la cartera, en el cuello y en el pantalón. Una joven se lo había atado a su breve cintura, a modo de cinto de bombachudo, sobre su remera de broderie.
Atrás del mismo cartel, una mujer llevaba un paraguas multicolor, lleno de consignas como “Ninguna mujer nace para puta”. Por allí, varios hombres que iban por las angostas calles de Paraná se rieron cuando se comenzó a corear: “El plan de lucha comienza en mi cachucha”. Entre las que cantaban, algunas llevaban una bandera que decía “Yo aborté”, y otras portaban pancartas que recordaban: “En la Argentina, cada día muere una mujer por aborto ilegal”. Al lado, otras mujeres llevaban sus banderas argentinas con la estampa de Eva Perón en el lugar del sol.
La marcha siguió por calle España, perpendicular a la Catedral y a la peatonal. En el cruce exacto con la calle más céntrica, frente al Banco Nación, las pintadoras con aerosol se hicieron una fiesta. “Quemá la Iglesia”, fue una de las muchas consignas que las más jóvenes dejaron sobre la pared, con las planchas preparadas, para no perder tiempo. En la vereda de enfrente del banco, sobre la pared del McDonald’s, un grabado en verde mostraba la figura de una mujer crucificada superpuesta a la forma de un ovario.
La marcha siguió, pasó por la plaza San Miguel, llamada así por la iglesia de enfrente. También allí el vallado se superponía con la nutrida custodia policial, la guardia de una fuerza especial de la policía provincial vestida de fajina y unos cuantos hombres, algunos jóvenes, con los brazos cruzados en actitud amenazante. Algunos rezaban, como lo habían hecho en la Catedral.
Nadie se detuvo, la columna siguió su camino. “Es un recorrido por todo Paraná”, dijo una santafesina, quien admitió estar exhausta por la caminata. A modo de recorrido por los puntos álgidos de la ciudad, la marcha pasó frente a la Casa de Gobierno provincial, los Tribunales, la policía provincial y la Escuela del Centenario, antes de desembocar en el parque Urquiza. Iluminado con luces azules, el monumento al caudillo se llenó de mujeres que se encaramaron en sus escalinatas y terminaron la jornada cantando el Himno nacional.
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