Mar 26.10.2010

EL PAíS  › EL EX DETENIDO DANIEL LAGARONE DIO DETALLES DE LOS SECUESTROS Y TORTURAS DEL EX COMISARIO

Un testimonio como para hundir a Patti

Se convirtió en el testimonio más contundente de la causa por los datos que aportó sobre la actividad de Patti durante la dictadura. Lagarone reveló cómo el ex comisario venía persiguiendo a Gonçalves y lo amenazaba.

› Por Alejandra Dandan

Daniel Antonio Lagarone permaneció afuera de la sala de José León Suárez durante cada una de las audiencias del juicio a Luis Abelardo Patti. Ayer entró. Se sentó a declarar frente a la mirada escrutante del ex camarista Alfredo Bisordi, encargado de la defensa del ex policía. “¿Usted había contado todo esto antes?”, lo increpó casi al final del detallado testimonio que acababa de hundir a Patti. “Sí, señor –dijo Lagarone–. Mi primera declaración fue en 1984, pero con mucho miedo. El tiempo me dio la razón –aclaró–, porque el juez se declaró incompetente, la Justicia militar empezó a juzgar el caso y me tomaron testimonio en Campo de Mayo, el mismo lugar donde estuve secuestrado después de todo lo que me pasó.” Y agregó: “Hoy me animo porque sé que verdaderamente se está haciendo justicia, puedo confiar en este honorable tribunal”.

Pese a la declaración de varios ex policías de Escobar, el testimonio de Lagarone se convirtió en el más importante para la causa. Lagarone estuvo secuestrado primero y detenido después hasta el 17 de septiembre de 1980. Era hijo de otro detenido político, delegado municipal en Garín en los primeros tiempos de Patti. Con una larga barba blanca, Lagarone se presentó como jornalero de 63 años. Fue convocado en el juicio de San Martín como testigo y a pedido de la querella, que intenta probar la responsabilidad en el secuestro, torturas y homicidio de Gastón Gonçalves a manos de Patti, el por entonces comisario de Escobar Fernando Mene-ghini y de los generales Reynaldo Bignone y Oscar Riveros.

Lagarone conoció a Gonçalves en 1972, en la Unidad Básica del barrio Bedoya, en Garín, explicó. Trabajaban en política y en lo social. “¿Supo si a raíz de su militancia a Gastón lo perseguían?”, preguntó Ana Oberlin, de la querella. “Varias veces lo amenazaron de muerte –dijo–. Patti le dijo que lo iba a matar.” Una vez, recordó, estaba con Gastón y con su compañera Ana Granada. “Fui testigo de dos amenazas, una cuando organizamos un acto en beneficio de los barrios en el Club Social de Garín. Yo estaba con el micrófono leyendo las adhesiones, entra a la sala Patti, yo dejo el micrófono y bajo a ver qué quería. Gastón Gonçalves me hizo a un lado y me dijo: ‘Dejame. Yo lo arreglo. Soy el responsable del acto’. Patti ya lo conocía. Le dijo que se portara bien porque era hombre muerto.” Del episodio en el Club Social de Garín hablaron varios testigos, y es uno de los datos que van marcando la persecución de Patti hacia los militantes en general y sobre Gonçalves en particular.

Lagarone fue secuestrado de su casa el 28 de marzo del ’76, luego de que se hubieran llevado a su padre. “Se fueron y volvieron –dijo–. Empezaron a golpear mi casa, llegaron a derribar la puerta, ingresaron tres o cuatro personas y en el medio entra Patti diciéndome: ‘Ponete contra la pared, montonero hijo de puta’.” Lagarone tenía siete hijos. Revisaron toda la casa, lo encapucharon, le taparon los ojos con la remera de uno de los hijos y le ataron las manos a la espalda. “Me subieron al baúl de un coche y una vez en el auto empezamos un recorrido que no fue largo. Soy de Escobar y conozco la zona y a pesar de estar en el baúl me di cuenta del momento en el que subimos a la Panamericana. Cuando bajamos me llevaron a la comisaría de Escobar.”

Al llegar lo subieron a otro vehículo y por debajo de la venda pudo ver a Patti. “Entramos al celular y en ese momento me preguntan ‘¿quién sos?’. Por la voz lo reconozco, y me dice: ‘Yo soy José”, el nombre con el que conocían a Gonçalves.” “Quedate tranquilo –le dijo Gonçalves– que con vos no va a pasar nada, decile que sos un militante de la Juventud Peronista.”

En ese celular, “Gastón me dijo que Patti lo había sacado varias veces, que lo estaban matando de a poco a través de la tortura”.

En el vehículo situó a Raúl Marciano, Eva Orifici, un compañero al que conocían como Ricardo y a José Tomanelli, desaparecido de Escobar. También a una compañera que de pronto empezó a los gritos. “Decía: ‘No, Patti, estoy indispuesta, no me quieras hacer nada’.” Se ve, dijo él, “que Patti quería violar a la compañera”. En el celular estaba un chico de 15 años que también militaba en Garín, también secuestrado y legalizado, trasladado a Sierra Chica, de donde obtuvo un permiso para salir del país.

La puerta del vehículo, dijo, se abría y se cerraba varias veces. “Y en una de esas oportunidades me sacaron a mí con Gastón Gonçalves y Jesús Bonnet. Nos llevaron no muy lejos de ahí. Lo bajan a Gastón y a Jesús y a mí con otro compañero me llevan y nos tiran al costado de la ruta y hacen, no sé, un simulacro de fusilamiento porque nos tiraron, nos dijeron que rezáramos porque eran los últimos minutos de vida y que nos iban a matar, hasta que de pronto uno dice: ‘Guarda que viene gente’, entonces nos volvieron a cargar a esa camioneta y nos llevaron al celular.”

Después, explicó, “no sé calcular cuánto tiempo porque hacía uno o dos días que estábamos ahí, sin tomar nada ni comer, la noción del tiempo se perdió, pero pasó mucho tiempo, Gastón y Jesús volvieron al celular y contaban que habían sido torturados nuevamente por Patti”. Desde allí lo llevaron al Tiro Federal de Campana, donde funcionaba otro centro clandestino, y donde volvió a encontrarse con el ex comisario. “El que me torturó fue Patti”, aseguró. Y explicó que mientras lo hacía lo azuzaba para que hablara. “¡Decí quién soy yo! ¡Dale, decí que me conocés!”. Lagarone perdió todo contacto con Gastón cuando dejó la comisaría de Escobar. Su peregrinación siguió en otros centros clandestinos.

Con el relato empezó a verse la topografía política de la unidad básica de Garín, ese escenario donde confluyeron las personas que más tarde aparecieron como perseguidas, secuestradas o muertas alrededor del nombre de Patti. Su testimonio, por último, terminaba de dar varios saltos cualitativos en la acumulación de pruebas. Uno de ellos es su condición de víctima directa, pero además el dato de Campana ubica a Patti en el interior de un centro clandestino fuera de Escobar, interactuando con los grupos de tareas del Ejército.

En la sala de audiencias, el relato iba recalentando a la defensa. Bisordi y su socio Silvio Duarte empezaron con las repreguntas. Duarte llegó a preguntarle si había cobrado algún subsidio. La querella lo frenó y la presidenta del Tribunal, Lucila Larrandart, lo detuvo. Bisordi se la agarró con la jueza: le gritó que no les dejaba ejercer la legítima defensa.

–La voy a recurrir –amenazó. La jueza le pidió que sea concreto y que no levantara la voz. Hubo un cuarto intermedio. A la vuelta, Bisordi aseguró que iba a presentar un recurso de casación y un recurso extraordinario.

–Haga la recusación, doctor –le dijo ella–. Pero vamos a tener que hacer alguna cuestión reglamentaria.

–Hágala –dijo él. Y buscó victimizarse– ¡Y si quiere métame preso!

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