Mié 10.11.2010

EL PAíS  › ACUSAN A LOS REPRESORES DE EL VESUBIO POR CINCO HOMICIDIOS

Cuerpos que también son pruebas

Los cuerpos fueron enterrados como NN en los cementerios de Avellaneda y Lomas de Zamora y fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense después del inicio del juicio. “El último tramo de la cadena de delitos”, dijo el fiscal.

› Por Alejandra Dandan

El fiscal federal Félix Crous sumó cinco homicidios a la acusación contra los represores de El Vesubio. La acusación por homicidios doblemente agravados por alevosía y por haber sido cometidos por dos o más personas son por los asesinatos de Ofelia Cassano, Generosa Fratassi, Hugo Manuel Mattion, María Luisa Martínez y Laura Isabel Feldman. Los cuerpos habían sido enterrados clandestinamente como NN en los cementerios de Avellaneda y Lomas de Zamora y todos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense después del comienzo del juicio oral e incorporados ahora al proceso. Todos las muertes, dijo Crous, se fraguaron como enfrentamientos en las cercanías de los cementerios.

Entre los nuevos casos probados como homicidios se hallan la partera y la enfermera del Hospital Iriarte de Quilmes –Generosa Fratassi y María Luisa Martínez–, secuestradas porque avisaron a la familia de Silvia Mabel Isabella Valenzi que ella estaba ahí y que había dado a luz. Isabella estaba secuestrada en el Pozo de Quilmes. Una comisión encabezada por el médico policial Jorge Bergés la había llevado a dar a luz. A María Luisa la secuestraron el 7 de abril de 1977 por la noche, en su casa de Quilmes, en un operativo que llevó adelante un grupo de tareas con armas. Después de revisar la casa, la trasladaron a El Vesubio. El 28 de abril de 1977, su cuerpo apareció en el cruce de las calles Rivadavia y Juncal de Lomas de Zamora, con otras cuatro personas, todas asesinadas por disparos de armas de fuego. Una de ellas era su compañera, la enfermera Generosa Fratassi.

Generosa había entrado con la madre de Isabella al despacho del director del hospital, a increparlo para conseguir información sobre el parto: la joven había tenido una niña cuyo destino aún no se conoce. A Generosa la secuestraron el 14 de abril, alrededor de las 19.30, en la maternidad del hospital, ante el portero y otros empleados. La esposaron, la metieron en una camioneta y la llevaron a El Vesubio. Con sus cuerpos también arrojaron el de Ofelia Alicia Cassano, secuestrada el 23 de marzo de 1977 en la calle Rincón al 500, en Banfield. Crous también sumó a las acusaciones el caso de Laura Feldman, la joven de 19 años, hija del cineasta Simón Feldman, que había estudiado en el colegio Carlos Pellegrini, donde otros jóvenes fueron secuestrados y llevados a El Vesubio.

“En relación a los traslados de las cinco víctimas que aquí nos ocupan, poco se sabe de las circunstancias en que ellos tuvieron lugar –dijo Crous–, lo que se compadece con la más absoluta clandestinidad que cubría estas acciones, como previsión de impunidad. Se trata del último tramo de esta cadena de delitos: los homicidios de los secuestrados.” Dijo que muchas víctimas relataron las circunstancias, los indicios, las percepciones y el clima que rodeaban la preparación para liberarlos, que eran muy distintas de las que “inundaban el centro cuando se trataba del traslado para la definitiva desaparición”. Las personas secuestradas en el lugar, dijo, frecuentemente sabían, por información aportada por los guardias, cuál era el destino de las víctimas. En ese sentido, recordó que Cristina Navarro durante su testimonio señaló que de pronto venía el traslado “y uno no sabe cuál es el destino de uno”. Dijo que “había movimientos, gente que de pronto no estaba y no se sabía adónde, que estos traslados comenzaron a ser cada vez más seguidos”. Entre los guardias, “se corría la voz de que los mataban. Que guardias y torturadores hacían la distinción de perejiles, y comentarios alusivos a que los ‘perejiles’ se salvaban”.

Uno de los modos de enmascarar los asesinatos fue fraguar enfrentamientos. “Claramente vemos que un modo de enmascarar la matanza de personas alojados en este CCD fueron los enfrentamientos fraguados.” También quedó claro en el juicio, dijo, “la absoluta certeza que poseían las víctimas de que los tabiques, capuchas y vendas que impedían la visión eran, de algún modo, su garantía de alguna esperanza de sobrevivir; y, por el contrario, aquellas personas que estaban habilitados a ver con libertad lo que sucedía a su alrededor y a los represores estaban condenadas a muerte. Esta certeza adquirida por los cautivos no pudo escapar a los guardias. Todos los hechos tuvieron lugar en horas de la noche y la madrugada”.

El fiscal también pidió que se sume a la acusación a José Néstor Maidana 48 casos de privaciones ilegítimas de la libertad agravadas y tormentos agravados. Maidana, reconocido en el centro como El Paraguayo, agente de inteligencia del Servicio Penitenciario Federal, fue jefe de una de las guardias de El Vesubio y quedó identificado por testigos como integrante del staff de El Vesubio desde el 3 de marzo de 1977, antes de lo que hasta ahora se pensaba.

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