EL PAíS › EL FERROVIARIO LEONARDO FRANZIN DECLARO ANTE LA JUSTICIA Y HABLO CON PAGINA/12
Electricista desde hace catorce años en los talleres de Remedios de Escalada, Franzin prestó testimonio ante la jueza Wilma López. Identificó a quienes reclutaron allí a los integrantes de la patota que fue a impedir el corte de vías el día del asesinato de Mariano Ferreyra.
› Por Adrián Pérez
“Iban tanteando a los compañeros: a algunos les dijeron que sólo irían para hacer acto de presencia en las vías y después podrían retirarse a sus casas, otros fueron invitados a un acto.” Sólo los más allegados a la cúpula de delegados conocieron previamente el motivo verdadero de la movilización: evitar el bloqueo de las vías. El ferroviario Leonardo Franzin, integrante de la agrupación Causa Ferroviaria, reconoció a Aldo Amuchástegui, Ricardo Arias, Gustavo Daniel Alcorce, Miguel Toreta y Marcelo “El petiso” Suárez como los reclutadores del grupo de trabajadores que salió de los talleres de Remedios de Escalada para impedir que los tercerizados cortaran las vías en la estación Avellaneda. Franzin aportó ayer toda esa información al declarar ante la jueza Wilma López.
El vínculo entre las personas señaladas por Franzin y varios de los detenidos en la causa puede verificarse en las imágenes del día en que mataron a Ferreyra. En una foto tomada cuando regresaban desde Barracas, caminando sobre el terraplén, Suárez aparece con el torso desnudo y una remera azul colgando de la cintura; Pablo Díaz y Juan Carlos Pérez –ambos presos– caminan juntos, seguidos de cerca por el también detenido Salvador Pipito; Arias asoma detrás con campera de jean.Unos ochenta trabajadores habrían sido relevados el 20 de octubre de sus tareas en los talleres de Remedios de Escalada, donde Franzin trabaja desde hace 14 años como técnico electricista. En diálogo con Página/12, el trabajador afirmó que la autorización partió del sindicato y la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (Ugofe) y que sus compañeros fueron utilizados como “fuerza parapolicial”. La convocatoria había comenzado a las 9. Finalmente, la patota salió de los talleres entre las 9.30 y las 10 para tomar el tren en la estación Escalada. Veinte delegados y activistas participaron del grupo, que se completó con “gente nueva que sintió la presión de participar” a partir del “ámbito de represión que los delegados vienen generando desde hace tiempo”. “Si entraste hace tres meses y te negás a acudir a una marcha o un acto, te autocondenás –explicó–. Para ellos es muy difícil decir no, más cuando el sindicato está avalado por la empresa.” En los talleres de Remedios de Escalada, la jornada laboral transcurre entre las 6.30 y las 16.
Cuando llegaron a Avellaneda y comprendieron el objetivo de la convocatoria, algunos ferroviarios habrían optado por retirarse. Otros formaron parte del grupo liderado por Pablo Díaz. Después de haber participado en los actos de violencia de Barracas, los trabajadores que regresaron al taller conversaron con Franzin, que quiso saber si estaban al tanto de una organización previa al ataque. Sus compañeros se hicieron los desentendidos. “Dos o tres, que dijeron haber tenido una participación menor, estuvieron arriba de las vías.” Algunos también se acercaron para ofrecerle información para “embarrar la cancha”. “Fueron compañeros que dicen haber ido a declarar”, destacó. Otros, que se quebraron, aseguraron estar arrepentidos.
El 6 de septiembre una patota de la Unión Ferroviaria encabezada por Díaz, Cristian Favale, Pipito y Gabriel “Payaso” Sánchez irrumpió en el hall de Constitución para boicotear una conferencia de prensa de los tercerizados sobre la situación de precarización laboral en la ex línea Roca. En los talleres de Remedios de Escalada se organizó una volanteada con el mismo fin. Una semana después, un militante de Causa Ferroviaria se acercó a la puerta para repartir el boletín de la agrupación. “Me hicieron saber que iban a impedirlo –recordó el ferroviario–. Al compañero le sustrajeron los boletines, lo llevaron al túnel del taller y lo increparon entre cinco o seis personas; le dijeron que no lo hiciera más porque la iba a pasar mal.” Sin embargo, la advertencia no tuvo demasiado éxito. Los compañeros del trabajador agredido se solidarizaron y lo ayudaron a repartir los volantes. Esa fue la segunda demostración de fuerza antes de la emboscada que se cobró la vida de Mariano Ferreyra.
“El terror se impuso en el taller”, confió el militante de Causa Ferroviaria. La situación se habría agravado a partir del asesinato del militante del PO. El jueves por la mañana, después de su muerte, los delegados reunieron a los trabajadores liberados del servicio para “bajar línea política sobre qué debía decirse y qué no”. Franzin confirmó que las indicaciones partieron de las mismas personas que convocaron a los trabajadores a Avellaneda. “A partir de ahí cerraron filas. Aunque escuché rumores de gente con intención de declarar, el hermetismo es mayor cada día que pasa”, dijo y sostuvo que los delegados se muestran más enteros y fortalecidos. “Van trabajando a los compañeros uno por uno, siguen actuando como si nada hubiera pasado.” En este sentido, remarcó que muchos trabajadores sienten que fueron presionados e involucrados en un conflicto ajeno. “Salvo un grupo muy reducido formado por los delegados del taller y allegados a la burocracia, estoy seguro de que la gran mayoría fueron presionados para ser parte de algo que desconocían”, dijo.
Para Franzin, los ferroviarios esperan un “golpe político” del Gobierno que demuestre una intención de “desbaratar los negocios de (José) Pedraza y (Juan Carlos) ‘Gallego’ Fernández”. “Mientras todo siga igual, la gente no se va a presentar a declarar; eso va a potenciar su política, porque si ven que instalaron el terror y les dio resultado, van a fortalecerse”, dice. A pesar del clima de intimidación que reina en el taller, el ferroviario se presentó ayer ante la jueza López. “Pienso que declarar y dar la cara es la única manera para que las cosas cambien en el taller, y se haga justicia.” Por último, habló sobre el ingreso de Cristian Favale, como trabajador, a los talleres de Escalada: “Me enteré de que los supervisores ya lo habían entrevistado, el mismo lunes ingresaba al taller. Aunque los jefes nos dijeron que había sido rechazado, el sindicato lo iba a meter”.
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