› Por Por Gustavo Oliva *
Néstor murió y el pueblo lo despidió de una manera que a muchos dejó perplejos. Los miles de jóvenes en las calles, acompañándolo y llorándolo, sorprendieron de tamaña manera a aquellos que día a día y tapa a tapa se empecinaron en negar y deformar la realidad objetiva. A aquellos que no quisieron creer en el acto en el Luna Park destinado a la juventud, donde se mostró la fuerza y el empuje de un sector de la sociedad que, defraudado por las políticas implementadas años atrás, dejó un hueco en el espacio político y provocó un descreimiento sobre la idea de que la política es verdaderamente la capacidad de cambiar las cosas.
Néstor supo interpretarlos y logró despertar las esperanzas, las ilusiones y demostrar con acciones que es posible otra forma de hacer política, que es posible la justicia para todos, que es posible un país que nos contenga a todos, que es posible avanzar y avanzar por la consagración de más derechos. El sueño que vino a proponernos desde su discurso inicial, cuando asumió la presidencia de la Nación, es realizable y la juventud tomó la bandera, y caminaron las calles y lo despidieron con tristeza por la pérdida física pero redoblando el compromiso de lo que hay por delante: las batallas que faltan dar y los traidores e hipócritas contra los que hay que luchar.
En esa vereda, en la de la oposición recalcitrante, que ahora se jacta de decir públicamente, frente a cámaras y grabadores, lo buen presidente que fue Kirchner, los destacables logros de su mandato, las importantes disputas de poder que supo dar, conviven Felipe Solá con Duhalde, con Mariano Grondona, Rosendo Fraga, Joaquín Morales Solá, Biolcati, Rodríguez Saá y, por supuesto, Cobos.
Son ellos los que siguen opinando, bajando línea y dando declaraciones, porque ante la multitudinaria despedida de Néstor, tomaron real dimensión de la fuerza y el acompañamiento de un pueblo que no se queda en la tristeza, sino que la resignifica en más y más militancia.
Reconocieron que son muchos los que apoyan este modelo, que una vez en la historia los medios no lograron formar una opinión masiva que avale acríticamente sus intereses, que se les complicó el juego, que cinco tapas en contra de una política de gobierno ya no desestabilizan de la misma manera y que las disputas de poder de aquí en adelante serán más duras y difíciles. Frente al reconocimiento deviene la acción, y las piezas del tablero opositor buscan acomodarse para no quedar tan mal paradas. Felipe Solá, por ejemplo, si bien firmó el duro documento que el Peronismo Federal dio a conocer días atrás, busca acomodarse al escenario que se viene.
Pero es el mismo Felipe Solá a quien, como alguien dijo, le gusta tomar el té con los organismos de derechos humanos, pero cena con la Sociedad Rural, quien es funcional al menem-duhaldismo y quien fue parte de lo peor de los ‘90. Dudo que el día de su muerte (porque todos somos mortales) al pueblo se le caiga una lágrima o le acerquen una flor.
Ahora, al igual que tantos otros, quiere lavarse y subirse a los acontecimientos, pero este colectivo es el del pueblo y de los que luchan por él, no de los arrogantes, de los miserables. Sobre el dolor, vuelven las mentiras. Basta, no sigan subestimando la inteligencia del pueblo. Es hora de terminar con esta hipocresía, ustedes son la oligarquía, los civiles que apoyaron dictaduras, los que defendieron privilegios empresariales por sobre intereses sociales, los que acallaron las voces de las minorías, los que pusieron y ponen trabas al accionar de la Justicia, no quieran metamorfosearse ahora, porque es el pueblo y no ustedes quien llevará el nombre de Néstor a la victoria y acompaña a Cristina a enfrentar las miserabilidades de siempre.
* Ex rector del Colegio Nacional-UNLP.
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