EL PAíS › LOS VECINOS Y LOS INFILTRADOS
› Por Emilio Ruchansky
Parados en medio de la rotonda de entrada al Parque Indoamericano, Ricardo, Rosa y Fabiana pasean a sus perros y charlan sobre los incidentes del domingo pasado, cuando un pequeño grupo de jóvenes enfrentó a los agentes de Prefectura. “No son vecinos, son infiltrados, creo que vienen de Ciudad Oculta”, asegura Rosa que ese día, dice, estuvo en “el corte pacífico” que se hizo a pocas cuadras. Viviana coincide: “Vienen en tumultos y se meten entre la gente, no sabemos quiénes son pero nos ensucian a todos”. A Ricardo no le preocupa tanto el tema. Lo suyo es la fantasía: “Si no paramos a los okupas, se van a meter en nuestras casas”.
A metros de este grupo, hay cinco vehículos de la Prefectura y más de veinte agentes de esta fuerza haciendo un cordón humano. “Protegen a los usurpadores, no a nosotros”, dice Viviana. Ricardo la interrumpe para contar que a él le cuesta mucho mantener su Fiat Palio modelo 99 y que varios de los que están en la toma del parque tienen autos nuevos. “No siento odio, siento impotencia. Si ellos tienen derecho a tomar acá, yo me voy a Palermo y tomo los bosques”, dice el hombre, preocupado porque “la mala fama del barrio va a hacer bajar el precio de las propiedades”.
El humo de las gomas quemadas empieza a llegar a la rotonda. Nuevamente está cortada la autopista Dellepiane y no son los vecinos. Un grupo de 20 jóvenes, con cara tapada y palos canta: “Olelé, olalá, a todos los okupas los vamos a matar”. Un móvil de televisión huye del lugar luego de recibir amenazas de esta patota. Cerca del túnel, los 50 manifestantes que se habían convocado para marchar miran la escena con desconfianza. Uno de los jóvenes baja de la autopista sosteniendo con ambas manos un arma que lleva oculta en su pelvis y está a punto de caérsele.
A las 18 los pibes dejan de cortar y desaparecen. Media hora después habrá incidentes a pocas cuadras, en la reciente toma del club Albariño de la Villa 15 en Villa Lugano (ver páginas 2-3). “Me dijeron que esa barrita está paga, el problema es que no sabemos por quién”, dice Julia Ibarra, una de las pocas que da su nombre completo. Ibarra denuncia que una mujer boliviana que está en la toma tiene “casa de material, camioneta y seis puestos en la feria de La Salada”. La versión de que las personas de la toma son “ricas” está bastante extendida entre los vecinos, que ahora cuidan sus palabras. “Yo no discrimino”, dicen muchos antes de lanzar un “perooo”.
La otra bronca generalizada es por la ayuda que reciben en la toma. “No se puede creer, encima que son okupas les dan agua, comida y le ponen baños”, dice Ibarra, parada al lado de un vecino indignado porque la única cámara de televisión que está en el corte es de Canal 7 y “seguro no va sacar nada de esto al aire”. “¿Cómo van a venir los móviles si los apedrean y los cagan robando”, le dice una señora que lleva un cartel con un refrán atinado: “A río revuelto, ganancia del pescador”. El hombre pide a los gritos, como para interrumpir el reportaje, que privaticen Canal 7.
Además de exigir estar en la mesa de negociaciones entre el gobierno nacional, el porteño y los okupas, la protesta sobre la avenida Escalada es para presentar propuestas como “enrejar todo el barrio” para separarlo de la Villa 20. “Acá, de cada 10 personas que ves caminando 8 son bolivianas”, dice Ida Ricardi, de 76 años, que “no discrimina” pero asegura sentirse desprotegida. “Soy una extranjera en mi país, como si viviera en La Paz”, dice. A su lado un señor pregunta: “¿Dónde están los radicales? ¿Los de la Coalición Cívica? ¿Dónde están los argentinos?”.
En los mismos edificios desde donde dispararon el jueves pasado a las personas que ocupan el parque, Fernando, un prefecto que vive allí, asegura que tuvieron que parar a un vecino que “venía con una ametralladora”. “Algunos pibes de acá se anotaron en la gresca porque estaban ahí, pero todo empezó con ese grupito que viene apareciendo estos días. Si vos les preguntás dónde queda Castañares y Saraza no saben y es a tres cuadras. Pero bueno, uno no le anda pidiendo identificación a la gente que viene a las marchas”, dice Fernando.
El odio contra los habitantes de la Villa 20 en esas torres, entregadas en noviembre pasado, fermentó en la Navidad del 2009. Fernando recuerda que entonces fueron usurpados esos departamentos y antes de que terminara la ocupación, “se robaron todo y lo que no pudieron robar, lo rompieron”. Para este prefecto, que se solidariza con su colega baleado el domingo y los otros veinte heridos, lo que está en juego son “los malos ejemplos”. Si a los okupas les dan tierras o plata, dice, todas las personas en la misma situación van a ocupar el Parque Indoamericano. Y ese lugar se va a transformar en “un trofeo político”.
“Anden con cuidado”, recomienda a la salida del barrio un policía federal: “Esos nenes que cortaban la autopista le tienen más bronca a las cámaras que a la policía”.
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