EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Página/12 lleva una semana publicando en exclusiva cables filtrados por Wikileaks sobre la primera potencia del mundo. Los lectores ya conocían el restaurante, el menú y los platos. Ahora saben mucho más. Están hurgando en la cocina. En www.pagina12.com.ar una sección archiva las notas ya publicadas desde el último domingo hasta hoy y los cables completos. Del wikitour por la cocina sale una degustación que, siguiendo la moda, puede contarse por pasos.
Paso uno: los Estados Unidos quieren buscar, a toda costa, el punto en que puedan entrenar a oficiales argentinos. Los cables revelan que el punto más valorado en el mendocino Celso Jaque, senador y después gobernador, es su visión positiva de la DEA, el cuerpo antidrogas de los Estados Unidos. Cuando Jaque dice que le preocupa la seguridad, la conclusión made in USA es que esa inquietud facilitará el entrenamiento policial. Incluso aparece mencionada la sede peruana de la ILEA, sigla en inglés de la academia de seguridad que también tiene sucursales en El Salvador y Hungría. Washington quiere trasladar a las policías del continente sus hipótesis regionales y mundiales de conflicto. El problema es que a menudo, como sucede con el narcotráfico, quienes diseñan la política en los Estados Unidos y quienes entrenan a extranjeros son militares. El riesgo para Sudamérica es volver a un militarismo que abandonó.
Paso dos: los Estados Unidos son muy sensibles ante el pedido de una transnacional con sede en los Estados Unidos. En medio de lo que un cable del 2008 define como “impasse” entre el Gobierno y entidades agropecuarias, el presidente de la filial argentina de la transnacional Cargill dijo al embajador que le preocupaba un clima en el que, intuía, podrían aparecer regulaciones al comercio de granos. No aparecieron, como se sabe, y acaso ése haya sido el mayor déficit político de aquel conflicto. Pero estos días el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, hace justo lo que Cargill quería evitar: menciona a esa empresa y a las otras grandes exportadoras de granos y aceites, como Bunge y Nidera, con nombre y apellido. De paso, sintoniza con la Federación Agraria. Aquel temor de Cargill se vería confirmado si, además, este año el Congreso integrase y pusiese en funcionamiento la comisión investigadora sobre las exportaciones de granos que aprobó por ley y dejó dormir.
Paso tres: a veces algunos argentinos otorgan a los Estados Unidos un poder adicional cuando sobreactúan y les piden que jueguen como un partido político. Mauricio Macri pidió directamente a la embajada que Washington aumente sus críticas al gobierno argentino. Eduardo Duhalde cometió exceso de pronóstico cuando dijo que Néstor Kirchner no rompería con él. Años después de la ruptura, vaticinó una debilidad del kirchnerismo para el 2011 que hoy, al menos, no se verifica.
Paso cuatro: para los Estados Unidos la Argentina no es un blanco como, por ejemplo, Venezuela. En los cables no aparecen evidencias de planes para tumbar al Gobierno o desgastarlo. Tanto Néstor como Cristina Fernández de Kirchner reciben críticas por su presunta aspereza y a Washington le gustaría un gobierno típicamente pro-mercado, como diría Macri. Pero, parece decir la embajada, es lo que hay.
Paso cinco: los Estados Unidos consideran a la Argentina un país grande pero no un punto estratégico del planeta. Esa es una conclusión que puede sacarse de los cables. ¿Ajustada? Es posible. La Argentina no exporta migrantes a suelo norteamericano, carece de bomba atómica, dista de ser un jugador de primera en las rutas del petróleo y queda lejos de los Estados Unidos. ¿Hay que asustarse por este diagnóstico? ¿O, al contrario, cierta irrelevancia estratégica es mejor para la calidad de vida de los argentinos?
Paso seis: los Estados Unidos están satisfechos con el nivel de cooperación en lucha antiterrorista. Después del atentado a las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001) es la primera preocupación de la Casa Blanca. Justo en ese punto, la Argentina está vista como un país cooperativo.
Paso siete: los Estados Unidos quisieran que la Argentina fuese aún más dura con Irán. A diferencia de lo que ocurría en tiempos de Carlos Menem, el Poder Ejecutivo y los jueces no conciben a Irán como el culpable del atentado a la AMIA. Tampoco lo descartan. Precisamente, concluyeron que la Justicia no investigó la bomba y que Menem encubrió la falta de pesquisa. La pretensión es conseguir extradiciones. En los Estados Unidos el punto cae simpático. Pero escaso.
Paso ocho: a veces los Estados Unidos son víctimas de una sobredosis de pronorteamericanismo. Esa sobredosis llega a preocuparlos cuando sube el promedio de antinorteamericanismo clásico en la Argentina tanto en su versión crítica como en la envidiosa. Es revelador el episodio que desató la publicación de informes sobre lavado de dinero. El Departamento de Estado los escribe mezclando buena información con refrito de datos falsos. Cuando los informes se difunden, a menudo la situación que los originó ya fue corregida. Pero es tarde: el nuevo informe desatará una histeria que provocará nuevos refritos y el show volverá a comenzar.
Paso nueve: no están todos los que son. Como es obvio, el universo de más de dos mil despachos filtrado por Wikileaks y cedido a Página/12 para su análisis y publicación es parcial. ¿Hay otra transmisión con mayor nivel de secreto? El Departamento de Estado ¿informa y decide más o menos que el Pentágono? En todo caso, como ocurre con cualquier archivo de documentos oficiales, debe ser contrastado con otros documentos y con la realidad.
Paso diez: los que están, ¿son? Los especialistas hablan de “criterio de procedencia”. Significa acceder a un documento secreto sabiendo de dónde viene y considerándolo una visión de la realidad, no la realidad misma.
Las incógnitas nuevas son tan interesantes como las certezas. La cocina es un buen sitio para pensar.
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